Católicos en el mundo
Católicos en el mundo: no en la sacristía. Católicos en el mundo: no encerrados en el despacho charlando, parloteando. Católicos en el mundo: ajenos a "dimes y diretes", chismorreos parroquiales. Católicos en el mundo: lugar de santificación, materia prima que modelar cristianamente. Católicos en el mundo: ámbito de trabajo y santificación en lo público.
Ese es el lugar de los católicos. Les corresponde y es un derecho estar en la vida pública sin relegar la fe al sentimiento (unas devociones religiosas puntuales) y a la esfera privada. La fe nos sitúa como testigos y, por tanto, el lugar del testimonio es público, social, comunitario. ¿Para imponer algo? ¡No! Para ofrecer y buscar el Bien, construyendo la sociedad civil atentos al Bien y a la Verdad, a la defensa de la vida, a la protección de los necesitados, a la creación de leyes justas y equitativas... Ahí es donde debe estar el laico católico, particular o asociadamente. El reto es fascinante a pesar de que la secularización de la post-modernidad niega el derecho a estar y a hablar a los católicos.
En la vida pública, en la construcción de la sociedad, los católicos tienen mucho que ver por su propia naturaleza y vocación. Es un derecho, un deber y una misión, siempre que estén alentados por un espíritu verdaderamente católico y una integridad de vida, coherencia, clara profesión de fe. Sin diluirse en la masa ni acomodarse a los principios políticamente correctos, aceptados por todos, grandilocuentes a la par que demagógicos.
Católicos así serán testigos de una experiencia, la experiencia cristiana, que ilumina, cuestiona, interpela y muestra otros horizontes, más humanos y, a la par, más divinos, para la humanidad.
Cualquier comunidad católica, cualquier asociación, movimiento, comunidad parroquial, sensible a estas líneas y directrices, deberá alentar el crecimiento de sus miembros para enviarlos y lanzarlos a este mundo y esta sociedad.