Salud y salvación...
En el Evangelio, una gran parte está dedicada a las curaciones que Cristo realiza a los enfermos de todo tipo y a las tres resurrecciones (más bien, revivificaciones, porque volvieron a esta vida concreta, no a la vida resucitada del cielo). ¿Por qué tanto interés en estas curaciones? ¿Afán de milagros de los evangelistas?
El sentido último de estas curaciones es expresar a qué viene Cristo, cuál va a ser la obra redentora del Salvador. La salud física, la curación de las enfermedades, anunciaba, adelantaba, mostraba, como signos proféticos, la salvación de la persona entera, el perdón de los pecados, la vida después de tanta parálisis que nos produce el pecado. Sana el cuerpo porque anuncia la salvación completa que Él va a realizar por su Pascua.
Jesús lo hace así y lo especifica así. Recordemos la curación del paralítico al que descienden del techo en una camilla; lo primero que le dice es "tus pecados quedan perdonados", pero ante los pensamientos retorcidos de los fariseos, lo cura -"Toma tu camilla y echa a andar"- señalando así que tiene poder sobre la enfermedad del cuerpo y sobre la enfermedad del alma. El pecado original lo destrozó todo, incluido el orden de la misma naturaleza que quedó afectado por la degradación, la corrupción, la enfermedad. Así toda enfermedad, aun no siendo la consecuencia del pecado personal del enfermo, sí lo es del desorden que el pecado introdujo en la creación entera. "¿Quién pecó este o sus padres?" (Jn 9). Jesús cura y recomienda: "Vete y no peques, no sea que te ocurra algo peor" (Jn 5,14). El dominio sobre la enfermedad y la muerte anuncian el señorío de Cristo, que todo lo salva, todo lo redime, y le da una nueva existencia, una nueva vida (¡eterna, glorificada!), una nueva creación. La ceguera es el signo del pecado que impide ver a Dios. La parálisis es el pecado que nos impide seguir a Cristo. La lepra es el pecado que nos va destrozando y apártandonos de Dios y de los demás. Las hemorragias son el pecado que nos dejan sin vida interior. Cristo sana para salvar. Inaugura así el Reino de Dios, la nueva creación.