Ya, ya llega
La liturgia de las Laudes de hoy nos han situado en el clima de espera inminente, de deseo que va a ser colmado. Es tan grande la necesidad que tenemos de Jesucristo que le insistimos y urgimos:
Tal cual: apresúrate, ven ya. Es el grito del pobre hombre al Dios rico en misericordia, del enfermo aquejado al Médico celestial para sanarlo, del que está ardiendo en amor y quiere ver y abrazar a la Persona amada. Apresúrate, no tardes.
La esperanza se va a ver colmada. Ya decía el mismo responsorio breve de Laudes:
Ya es el momento: "A María le llegó el tiempo de dar a luz a su Hijo primogénito" (antífona Benedictus).
Todo está preparado: Dios va a entrar en el mundo mediante la carne humana del Verbo. María va a dar a luz al Sol que todo lo ilumina disipando las tinieblas. No es momento de sentimentalismos navideños cuando el Salvador va a venir para redimirnos; ni es momento de desfigurar la Navidad hablando, tan alegóricamente, de que "Jesús nace en nuestros corazones", ni ocultar el Misterio tras el velo y la excusa de reuniones familiares. Es el momento del paso de Dios al mundo, de su primera Pascua, haciéndose hombre.
Ya, en los monasterios y cabildos, ha resonado el canto de la calenda del Martirologio romano, proclamando la solemnidad que mañana va a acontecer, desplegando su salvación, su fuerza de redención. Éste es para nosotros el gran anuncio, tan esperado, tan vibrante.