Velad, vigilad, esperad
Con el primer domingo de Adviento un nuevo año cristiano comienza; en línea continua, formando una espiral, volvemos al principio y sin embargo no es lo mismo, la mera repetición, sino un paso más. Vamos avanzando en la acción salvadora del Señor hasta que Él vuelva.
En cada año litúrgico se actualiza la Presencia del mismo Señor y se comunican los misterios de la salvación, lo que Él obró, que ahora han pasado a los ritos sacramentales de la Iglesia. El año cristiano es más que un simple recuerdo o memoria psicológica (afectiva o devocional) de lo que pasó, sino Presencia y Memorial, un hacerse presente de los Misterios de Cristo para santificarnos.
Dicho de otra forma, y con palabras del Catecismo, cada año litúrgico es un "año de gracia del Señor", como tal hemos de recibirlo, como tal queremos que deje su huella, su impronta, en nosotros:
El Adviento, con su recordatorio y actualización, nos pone en situación: aguardamos, esperamos, la venida del Señor; Aquél que una vez vino en la humildad de su carne, naciendo de santa María virgen, volverá esta vez glorioso, como Señor de todo. Sí, volverá. Mientras vuelve, aguardamos la alegre esperanza, la aparición dichosa de nuestro Salvador, como recordamos cada día en la Misa: "mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador, Jesucristo", y suplicamos cada jornada: "Venga a nosotros tu reino". El tono del Adviento, ya preanunciado con las dos últimas semanas del tiempo ordinario, es esperanzador. Se trata de levantar la mirada al Señor, implorar su venida, apresurarla incluso (cf. 2P 3,12), aguardarla gozosamente. ¡Levantemos el corazón! La esperanza es posible porque el Señor viene y vendrá. Los textos eucológicos (es decir, los textos de la liturgia) rezuman esperanza sobrenatural, tanta como para que el corazón se dilate por el deseo y sea capaz de aguardar y luego recibir la Venida del Señor. El responsorio de la 2ª lectura del Oficio de lecturas de hoy, I Domingo de Adviento, es una preciosidad, una joya espiritual y litúrgica:
El Adviento en el rito hispano-mozárabe, más amplio, de VI domingos, comenzó hace ya dos semanas exhortando a los fieles a una disposición interior de vela esperanzada. La Oratio admonitionis del primer domingo decía:
Caminemos así, y esponjemos nuestras almas con la esperanza que se ha infundido en nuestros corazones, mientras esperamos que venga el Señor, el Rey de la gloria.