Religión en Libertad

Creado:

Actualizado:

 


Quisiera para mí -y para todos- llegar a la estatura de Cristo y ser un verdadero creyente, un hombre totalmente de Dios, lleno de Dios, metido en Dios. Y, por tanto, medirlo todo en Dios y procurar en todo hallar a Dios -¡esto es muy ignaciano!- y ver los signos de Dios en la vida.


Será tal vez por una situación personal concreta que estoy hoy muy sensible al discernimiento. Pero ¿qué entender por discernimiento? ¿Qué hacer y cómo vivir con visión sobrenatural algunos momentos claves o algunos cambios o algunas circunstancias nuevas que se nos presentan?


1. Discernimiento es ver lo que Dios quiere de cada uno, en concreto, en circunstancias concretas. Tanto si hay grandes cambios en la vida como la normalidad de empezar un curso en el mismo sitio y con la misma realidad cotidiana, con las personas que ya son conocidas. ¿Qué quiere Dios de mí, aquí y ahora, en este curso nuevo? ¿Qué espera Él de mí?


2. Además de esta mirada de fe, este discernimiento en general, habrá que ver, para conocer la voluntad de Dios, los signos concretos, las "indirectas" que Dios nos lanza para que reconozcamos su voluntad. Son pequeños signos, circunstancias, personas que se cruzan en nuestra vida, una llamada o un email, una conversación, que, en este contexto y sin saberlo ni sus autores, están siendo una Palabra viva de Dios, una indicación, un cierto signo. La oración cotidiana leerá la propia vida a la luz de Dios, con mirada de fe, con visión sobrenatural de la realidad.


3. En este discernimiento hay que buscar el bien que Dios espera realmente que yo realice. Él nos sitúa a cada uno en un lugar, en un sitio, con una vocación y asignándonos una tarea... para que "pasemos haciendo el bien" (Hch 10,38), para que hagamos el bien que podamos y esté en nuestra mano. Esto será siempre el criterio de verificación de la propia vida cristiana ya que una vida creyente, absolutamente llena de Dios, no puede sino hacer bien a los demás, acompañarlos, iluminarlos, ayudar a crecer.


4. Pero en este discernimiento hay un punto que no se ve inmediatamente sino que hay que disponer el corazón para recibirlo cuando pase mucho tiempo, tal vez años. Es pensar que Dios no sólo piensa en el bien que nosotros hagamos a los demás, sino que Dios espera a nosotros concretamente hacernos un bien, el bien que Dios hace en nuestra vida. Dios nos aguarda, y al mirar atrás -en sana y verdadera memoria histórica que es memoria de salvación- vemos el bien, el cariño, la delicadeza que Dios ha ido teniendo con cada uno en cada etapa o momento de su vida. Y puede que Dios no espere que hagamos grandes cosas, ni siquiera tal vez espere que hagamos mucho ni un gran bien a los demás, puede que Dios cambie las circunstancias de nuestra vida para obrar un gran bien en nosotros, en la vida de cada cual. Hay que saber aguardar en silencio para ver la salvación de Dios y su obrar (cf. Is 30,18).





5. Es necesario en el discernimiento superar las meras causas contingentes o históricas, la trama humana. Es decir, hay cosas en nuestra vida que se deben a circunstancias adversas de un tipo o de otro, y cuyos responsables tal vez tengan nombre y apellido (un familiar, un compañero de trabajo, un jefe...), obrando más o menos rectamente. Pero Dios está por encima de esas contingencias, Dios está por encima de esas causas inmediatas y a veces excesivas humanas, y lo usa todo y lo emplea para bien de aquellos a quienes Él ama (cf. Rm 8,28). Es verdad que la astucia de las serpientes debe hacerse presente para no ser ingenuos como Cristo no lo fue, y reconocer a los causantes con nombres y apellidos y conocer qué ha pasado, pero, a la vez, la sencillez de la paloma que sobrevuela cándida por encima de las circunstancias y reconoce a Dios actuando y espera en Él. Detenernos una y otra vez en las causas que han provocado algo en nuestra vida -las causas inmediatas, los factores concretos que han desencadenado algo- no es bueno: hay que elevar la mirada y volar.


Necesitamos, por tanto, ejercer el discernimiento, conocer por dónde nos lleva Dios, saber su voluntad y abrazarla. Al inicio de un curso -después del período de vacaciones y las noticias de los telediarios sobre la depresión post-vacacional- realizar un sano discernimiento.


Y en todo, finalmente, el abandono confiado en Dios, al que se encomienda las tareas o las circunstancias nuevas para que Él lleve su obra a término. Recordemos para ello algunos textos:


  • "Ante todo pídele con una oración muy constante que lleve a su término toda obra buena que comiences, para que Aquel que se dignó contarnos en el número de sus hijos, no tenga nunca que entristecerse por nuestras malas acciones" (S. Benito, Regla, Pról., 4-5).

  • "Bendice al Señor Dios en todo momento, y pídele que allane tus caminos y que te dé éxito en tus empresas y proyectos" (Tb 4,20).

  • "Cuando realicemos una obra recta, debemos apoyarnos en la oración, para que todo lo que vivimos justamente se funde en la humildad" (S. Gregorio Magno, Moralia in Job, lib. IX, 18, 28).


Preciosa, para sabérsela de memoria, es la oración para la semana I del Tiempo Ordinario, que habremos de rezar muchas veces:



Muéstrate propicio, Señor,

a los deseos y plegarias de tu pueblo;

danos luz para conocer tu voluntad

y la fuerza necesaria para cumplirla.



Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo...




Comentarios

Suscríbete

y recibe nuestras noticias directamente

tracking