Religión en Libertad
Cielo estrellado

Cielo estrellado

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Un interesante libro sobre ciencia y religión es “La curiosidad penúltima: la ciencia en la estela de las últimas preguntas”. Los autores, Roger Wagner y Andrew Briggs, son ingleses y su enfoque, especialmente al tratar la modernidad, es muy anglocéntrico, tanto en lo religioso como en lo cultural y científico. Sin embargo, el recorrido histórico que ofrecen sobre la relación entre ciencia y religión resulta muy interesante y abarca desde la prehistoria hasta nuestros días.

El título del libro sugiere que las preguntas e inquietudes científicas han sido impulsadas, a lo largo de la historia, por las cuestiones que afectan a la trascendencia o al sentido de la vida; es decir, preguntas de tipo filosófico-religioso. De ahí que la ciencia haya surgido al rebufo de las grandes religiones y filosofías. Se trata de una afirmación muy debatible y difícil de demostrar, que probablemente generará cierto recelo en el público agnóstico y/o ateo. Pero, siendo sinceros, cuando el ser humano se abre sinceramente a la búsqueda de la verdad con mayúsculas, es lógico que también busque otras verdades con minúsculas.

El ansia por conocer es una de las principales características que diferencia al hombre del resto de los animales. Ningún animal se queda maravillado contemplando el cielo por la noche, formulándose preguntas o tratando de encontrar una asociación entre las estrellas para formar constelaciones. Sin embargo, todas las civilizaciones humanas lo han hecho, incluso sin estar conectadas entre sí. Un ejemplo simple es la constelación de Orión, cuya asombrosa figura ha sido interpretada de diversas maneras: como un guerrero, un cazador o un dios; pero siempre ha despertado admiración. Un ejemplo más complejo es el esfuerzo por entender el cosmos: cómo se ha originado el universo y cuál es su destino. Estas preguntas han dado lugar tanto a mitos sobre la creación como a diversas explicaciones científicas que han evolucionado a lo largo de los siglos.

Esta ansia por conocer es algo innato que todavía sobrevive en nuestros días, y no es patrimonio exclusivo de científicos, sabios o eruditos. Es común hacer propósitos al inicio del año (habrá que ver en qué quedan los que nos planteamos al comenzar este 2025). Algo similar ocurre al final del verano. Algunos propósitos suelen ser del tipo: “Voy a adelgazar” o “Voy a dejar de fumar”; otros están relacionados con la sabiduría: “Voy a aprender inglés”, “Voy a leer más libros” o “Voy a estudiar un grado de...”. Incluso inscribirse en un curso de pintura o cocina, en el fondo, está relacionado con conocer, ya que implica aprender técnicas para desarrollar un arte concreto.

El deseo de conocer y comprender las cosas es también una de las tres potencias del alma de las que habla la tradición filosófica cristiana: “memoria, entendimiento y voluntad”. No resulta, por tanto, extraño que el cristianismo, nutrido por la sabiduría griega y árabe, haya sido el humus del que ha surgido con fuerza la ciencia moderna. 

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