Viernes, 26 de abril de 2024

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Lo que la muerte aporta a la vida

Lo que la muerte aporta a la vida

por Benigno Blanco

Lo que la muerte aporta a la vida.

Está muy extendida hoy la actitud de intentar olvidar la muerte: no se habla ni se piensa en ella y se ocultan los cadáveres hasta en los tanatorios. Y, sin embargo, la muerte es un dato de nuestra vida que puede aportar mucho a entendernos a nosotros mismos y a la construcción de un proyecto personal de vida preñado de ilusión y esperanza alegre. Morimos porque somos corporales y nuestras células tienen fecha de caducidad, como las de todos los organismos vivos del ecosistema terráqueo. Pero, a la vez, hay en nosotros los humanos algo que va más allá de los procesos materiales de nuestro cuerpo: somos capaces de operaciones inmateriales como razonar y querer con libertad; y eso abre nuestras vidas a un proyecto de construcción personal que nos permite comprometernos con hacer el bien a nuestro alcance durante los años de nuestra vida y permite intuir razonablemente que nuestra vida no está circunscrita al tiempo de nuestro cuerpo tal y como lo percibimos ahora.

Vistas así las cosas, la muerte no es un evento a olvidar sino la fecha tope (desconocida en cuento a su momento, pero cierta en cuanto a su realidad) para nuestra aventura biográfica de hacer el bien en libertad. Quien no piensa en la muerte ni la tiene en cuenta como horizonte vital puede perder esta perspectiva de la vida como proyecto ilusionante de aprovechamiento del tiempo para la plenitud personal y relacional. Olvidar la muerte puede hacer que nos centremos solo en el instante presente y renunciemos a nuestro potencial de ser creativos en el tiempo de nuestra existencia somática. Creo que ésto es frecuente hoy; y genera individualismo, esterilidad programada, desesperanza y tristeza. Centrar la propia vida solo en el presente caduco, puede ser muy frustrante para un ser abierto constitutivamente a todo el bien y a toda la verdad gracias a que es capaz de querer y pensar y que puede descubrir que es querido.

Tener presente que somos mortales puede ser un acicate para construir vidas comprometidas, solidarias y ricas en hacer el bien durante el tiempo de que dispongamos. Olvidar u ocultar la muerte puede paralizar esta actitud positiva. Y si uno cree que con la muerte no se acaba nuestra vida, sino que pasa a una fase distinta –ésta es ya una verdad de la que no tenemos constancia física, sino que solo la garantiza la fe en un Dios que con su amor eterno nos garantiza nuestra propia eternidad, pues su amor no decae ni con la muerte- entonces la muerte es un horizonte de plenitud: con ella lo que hemos sembrado durante nuestra vida somática nos permite abrirnos a una relación de amor ya sin las limitaciones temporales y materiales que nuestro cuerpo nos imponía. Desde esta perspectiva –plenamente congruente con los datos de las ciencias contemporáneas sobre el hombre, por cierto; y con la reflexión filosófica y la intuición moral de todos los tiempos- compensa dedicar el tiempo y las posibilidades de nuestra vida en el cuerpo para construir una vida abierta a las relaciones y superadora del egocentrismo, pues así nos preparamos mejor para la gran relación que nos espera tras la muerte.

Pensar la muerte desde la perspectiva de lo que aporta a la vida es más fructífero que centrarse en la visión limitada de la muerte como mero final de la vida. Estas reflexiones me han sido sugeridas por la lectura de una reciente obra colectiva de 24 colaboradores de AEDOS en un libro escrito a raíz del impacto y desafío intelectual que supuso el COVID con su reguero de muertes en nuestra conciencia.  AEDOS es una asociación que lleva décadas produciendo libros de gran altura intelectual caracterizados por su carácter interdisciplinar y por ser fruto de un diálogo previo entre los autores pausado y extenso en el tiempo.

El libro que ahora me ocupa (Qué aporta la muerte a la vida, Ideas y libros Ediciones, 2022,  400 págs.) consta de 24 trabajos organizados en ocho apartados o capítulos dedicados respectivamente a la perspectiva médica, bioética, antropología filosófica, antropología cultural, filosofía política, estética y consideraciones teológicas. Los temas tratados en cada trabajo son tan variados e interesantes como: causas biológicas de la muerte, experiencias al borde de la muerte, la sicología de la  muerte; el trato a los difuntos, la eutanasia, si existe un derecho a  morir y los criterios médicos para definir la muerte en el contexto de la donación de órganos; el significado y sentido de la muerte en la vida de un ser corporal pero no solo corporal, el actual ocultamiento social de la muerte, la razonabilidad de la hipótesis inmortalidad del hombre a la luz de las ciencias contemporáneas, la perspectiva cristiana de la muerte  o la pregunta sobre el mal y el llamado silencio de Dios, entre otros.

Cada uno de los 24 trabajos incorporados a este libro puede leerse con autonomía del resto y de forma independiente,  según cuales sean los intereses vitales o intelectuales del lector al abrir este libro. Los autores son todos científicos y pensadores españoles de primer nivel en sus respectivas especialidades y les une su adhesión a una visión del ser humano abierta a la trascendencia, aunque entre ellos hay también diferencias de opinión (según sean más o menos aristotélico-tomistas o personalistas) a la hora de captar lo que la muerte aporta a la vida.

 

Benigno Blanco

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