Reflexión Domingo XI del Tiempo Ordinario

«Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.»

Queridos hermanos

Estamos ante el Domingo XI del Tiempo Ordinario. La primera Palabra de Dios que nos propone la Iglesia es del Éxodo. Dice que “los israelitas llegaron al desierto del Sinaí y acamparon frente al Monte Sinaí” y el Señor les recuerda la historia, las señales donde Él ha intervenido con su pueblo. “Habéis visto lo que he hecho con los egipcios, yo os he llevado al desierto para que aprendáis a fiaros de Dios, porque mía es toda la tierra, seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación Santa”. Esta es la realidad ontológica del pueblo de Israel, sed santos porque yo soy santo, mi propiedad es este pueblo. Todos los que pertenecemos al pueblo de Dios, invoquemos su nombre porque dependemos de Él y Él no nos va a abandonar.

Por eso contestamos con el Salmo 99: “Nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño”. aclama al Señor tierra entera, servid al Señor con alegría, porque el Señor es nuestro único Dios”; no es la ciencia, no es el poder, no es el dinero, no son los títulos; sino el Dios del Sinaí.

La segunda Palabra que nos da la Iglesia es de la Carta a los Romanos. Estamos acostumbrados a que Dios premie a los buenos y castigue a los malos. Dar la vida por los buenos, eso es normal, pero dar la vida por los impíos, por los pecadores, eso es la prueba de que Dios nos ama, es lo que ha hecho Cristo. Siendo nosotros pecadores nos ha amado y ha dado la vida por nosotros, y nos ha rescatado. Cuando éramos enemigos suyos fuimos reconciliados por Dios por la muerte de su hijo. Por eso, hermanos, nos gloriamos en Dios, nuestro Señor, que es el único que tiene poder. Esto es una gran novedad, que los pecadores puedan ser santos, es la gran novedad que presenta San Pablo.

También el Evangelio presenta cuál es la misión itinerante. La misión itinerante de la Iglesia ¿en qué consiste? en que se compadece de los hombres y tiene misericordia de los extenuados, abandonados, las ovejas que no tienen pastor, Hoy tenemos un pueblo sin pastor; por eso termina diciendo: porque la mies es abundante y los trabajadores son pocos, digamos al dueño de la mies, que envié obreros a sus mies. Hermanos, tenemos una cantidad inmensa de mies que necesita trabajadores. El Señor cuenta contigo y conmigo. Dios elige a doce que le van a ayudar, doce discípulos, y les da autoridad para expulsar los espíritus inmundos, curar enfermedades y dolencias. ¿Realmente creemos esto? ¿creemos que tenemos poder sobre los demonios, que destruyen al hombre? Sí, tenemos poder, porque nos lo ha dado Dios en Jesucristo. Y nos envía: id a las ovejas descarriadas de Israel, a los que están oprimidos por el diablo, los que están alejados, id y proclamad que el Reino de los cielos está cerca. Nos da este mandato apostólico, anunciad el Evangelio, curad enfermos, resucitad muertos, limpiar leprosos, echad demonios. Lo habéis recibido gratis, dadlo gratis. Hermanos ¿quién es un leproso? Aquel a quien se le va la vida, la sangre, que es donde habita la vida para el pueblo de Israel. También a nosotros se nos va la vida en el mundo, en lo que no sacia.

Hermanos, anunciemos esta gran noticia, esta misión itinerante que nos manda el Señor, id de casa en casa, de pueblo en pueblo, anunciando que el Reino está cerca. Él nos precede en la Galilea, nos precede ante los paganos. Sigamos sus huellas. ¿Para qué? Para salvar al hombre de esa generación, para salvarle de la muerte y darle una Palabra sobre la cruz y la resurrección de Jesucristo.

Que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, hijo y Espíritu Santo descienda sobre todos vosotros.

Rezad por mí.

Mons. José Luis del Palacio

Obispo E. del Callao