

Maister Eckhart, nos dice: “No son las obras las que nos santifican sino que debemos santificarlas nosotros a ellas. El maestro Juan Eckhart (12601327) se expresa con una terminología muy complicada que le llevó a algunos juicios y condenaciones siendo la principal la que hizo el Papa Juan XXII en 1329. Habla mucho del dejamiento o Gelassenheit, en manos de Dios, para que nos pueda ir separando de las criaturas y se dé así la divinización del alma por el nacimiento místico en ella del Hijo de Dios. Era un místico de tendencia iluminista por más que emplee la razón para conocer a Dios. Actualmente está muy estudiado y rehabilitado.
Eckhart nació cuando Santo Tomás estaba en la plenitud de su magisterio. Continúa la tradición dominicana en la que la acción salvífica viene de Dios. Por eso, para él, el quehacer del hombre y su esfuerzo no llegan a nada en orden a la salvación. Las obras no tienen ningún valor de santificación sino que debemos nosotros santificarlas a ellas.
Hay una larga y arraigada tradición espiritual según la cual el don del Espíritu Santo, es decir, la santidad viene por el crecimiento de las virtudes. En realidad este lenguaje choca con el del evangelio. Allí el Reino de Dios, o sea el don de Dios, está reservado a los sencillos y a los pequeños y pobres que se dejan hacer y nacer de nuevo. Eckhart lo explica de otra manera que la tradición. Para él no hay un paso automático de la virtud al don sino que es éste el que tiene que redimir la malicia de la virtud que siempre lleva adherida restos de humanidad y de esfuerzo. Es necesario hacerlas mucho más gratuitas para no caer en el fariseísmo y en el protagonismo de la propia salvación. Con otras palabras las virtudes hay que convertirlas en frutos del Espíritu. Por eso dice que no son las obras o las virtudes las que nos santifican sino que debemos nosotros santificarlas a ellas.