Lunes, 29 de abril de 2024

Religión en Libertad

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por Catolicismo para agnósticos

Por ejemplo, me tiene soliviantado y horrorizado que la Unión Europea, mediante el chantaje económico  esté exigiendo a los Estados miembros, modificaciones de su Constitución. Empezó con España, a la que le exigió una bagatela económica. Pero veo ya la mano negra que tiene como objetivo último y más codiciado doblegar a Hungría en cuestiones de moral. Y no pararán hasta que modifiquen su constitución también respecto al aborto. Porque es ahí donde más les duele. La guerra ideológica está que arde: y los sistemas de poder tanto político como económico han tomado partido, y lo han hecho con extremada virulencia.

Tras dejar claro que de vez en cuando me saldré del guión, la idea general que llevo al abrir este blog es afrontar de cara las ideologías aberrantes e irracionales que nos están imponiendo por tierra, mar y aire. Quiero poner de manifiesto sus trampas en los planos dialéctico, epistemológico, racional, social, político, legal, antropológico, y cuando es el caso también zoológico y biológico. Por supuesto que el término de comparación y oposición será la “ideología” católica (mi propósito es, en efecto, mantenerme en el plano ideológico), que justo en ese plano coincide con un sustrato mucho más antiguo y más extenso, que es la ideología judeocristiana en la que se asienta toda la civilización occidental.

Me preocupa sobremanera que en el debate sobre el aborto (por hablar de lo más grave que está ocurriendo en nuestras costumbres, que son al fin y al cabo la razón de ser de toda ideología); me preocupa, digo, que en ese debate no se entre a la raíz del problema, que son el quinto y el sexto mandamientos: “No matarás” y “No fornicarás”, que por cierto ocupan el centro y el núcleo de la ley y del sistema. Saben nuestros enemigos que si quieren cargarse la civilización occidental, han de ir sin contemplaciones al corazón, que son estos dos mandamientos. Y a por ellos van.

Los católicos tenemos en este terreno un patrimonio moral compartido con los demás cristianos, con los judíos y con los musulmanes. Y no podemos eludir la cuota de responsabilidad que nos atañe ante toda la humanidad, que es la beneficiaria real, en la defensa de esta moral multimilenaria en la que se sostienen los pilares de la convivencia humana.

Hemos heredado una moral sexual que lleva una marca de origen “machista”, por usar un léxico en el que puedan entendernos nuestros enemigos ideológicos (no van de rivales, van de enemigos acérrimos). Pues sí señor, una clarísima marca machista: son cuatro mil años de antigüedad, y en ese tiempo no había otra. ¿Y eso hace malos los preceptos morales? ¡Qué va, qué va!

El sexto mandamiento de las Tablas de la Ley se puede leer en clave machista, si se quiere; pero no por mucho tiempo, porque esa lectura se tambalea y cae ante la primera objeción: porque no está hecho para asentar la dominación sexual del hombre sobre la mujer, sino precisamente para ponerle coto. Es un precepto pensado exclusivamente para ponerles freno a los hombres. Se evidencia del todo este propósito (que la moderna nomenclatura llamaría “de género”) cuando vamos al noveno mandamiento, “No desearás la mujer de tu prójimo”, que es su correlativo en el plano de la intención; igual que el décimo es el correlativo del séptimo: Evidente, ¿no? Advierto que he mencionado los mandamientos conforme a las versiones clásicas del “Catecismo católico” del obispo Lepe y la del catecismo del padre Astete.

Hay, claro está, un sustrato cultural, del que me ocuparé en su momento, en el que al estar siempre la mujer bajo la “manus” del padre o del marido (de ahí el ritual de “pedir la mano”), no se necesita para ella el precepto correlativo. A ella le afecta la legislación del adulterio, en la que tanto el adúltero como la adúltera reciben igual trato.

Es que da la casualidad de que hace cuatro mil años la violencia sexual tenía las mismas características que hoy: en el 99,999… por ciento de los casos, era el hombre el que ejercía violencia sexual contra la mujer, tal como sigue siéndolo hoy. Si se daba algún caso en dirección inversa, era objeto de enorme curiosidad por su extrañísima rareza. Por eso, porque las cosas eran así, la ley de Moisés dedica un mandamiento para proteger a las mujeres de la codicia sexual de los hombres: un mandamiento que reprime sexualmente a los hombres. Sí, sí, vayamos poniéndoles nombres a las cosas: represión sexual.

Y por no detenerme hoy en este tema y poner la antítesis de inmediato, ¿cómo resuelve la nueva moral el problema de la presión sexual del hombre contra la mujer, a fin de poner coto a la violencia sexual, nuevamente del hombre contra la mujer? ¿Haciendo que se reprima éste sexualmente? ¡De ninguna manera!, sino creando la fantasmagórica figura de la “libertad sexual de la mujer”, cuyos frutos son: la más absoluta libertad e irresponsabilidad sexual del hombre; la brutal presión cultural, educativa ¡y sanitaria! sobre la mujer para incrementar al límite su disponibilidad sexual, a beneficio del hombre, sin la menor carga para él; y como guinda del pastel, el regalo del aborto (exclusivamente de la mujer) como culminación de su “libertad sexual”, una libertad evidentemente onerosa en este caso, ¡pero no sólo en éste!, y que no hace sino elevar a su máxima expresión la libertad y la irresponsabilidad sexual del varón. ¡Y a esa cosa la llaman feminismo!

Bien, éste es sólo un ejemplo de cómo pienso afrontar el debate: renombrando cosas a las que se les ha ido suavizando y desfigurando el nombre, hasta que llega el momento en que no sabemos ya de qué estamos hablando. Por esos andurriales pienso andar. Ya sé que esto de averiguar a través de las palabras cuál es la historia real de las cosas, será motivo de escándalo para más de uno. Pero es que si no tenemos el valor de distinguir entre las cosas y sus nombres, no sacaremos agua clara. Si he de hacerme entender por los agnósticos en el mejor de los casos, y por los detractores y enemigos en el peor, no me queda más remedio que salirme del lenguaje interno (el religioso) para pasarme al mero lenguaje cultural e ideológico que nos haga entendibles desde otras culturas y desde otras ideologías.

Manifiesto por fin que me alegro de estar iniciando este blog en la semana de San Valentín, el patrón de los enamorados, porque ahí tenemos otra gran causa que defender: la capacidad que ha tenido nuestra civilización de sublimar la relación de pareja en el amor. Hemos de defender también esta causa, porque en la nueva ideología no queda espacio para el amor.   
 

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