Martes, 19 de marzo de 2024

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Triste confusión de Cristo y el buda. Carta abierta a Pablo D'ors

por Estamos en Sus Manos

Estamos en un tiempo en que los sacerdotes y obispos no somos de fiar. Ya está dicho. Antes, hacer caso a lo que decían los pastores de la Iglesia era garantía segura de verdad y salvación frente a la mentira o la confusión que había en el mundo. Hoy esto ya no es así. ¡Y no sabéis lo que me está doliendo escribirlo! Pero es tristemente cierto. Ya no os fieis de nosotros. Id al Catecismo y a los documentos de Magisterio: ellos os dirán cuál es la verdad y de qué pastores os podéis fiar. Hoy en Twitter me he encontrado con este desastre. Os dejo también la imagen por si borran el tweet.

 

https://twitter.com/pablo_dors/status/1609217849419071489?t=HACci1suXw4pM5xzxKGJJg&s=35

 

 

Es del sacerdote madrileño Pablo D’Ors, que además fue nombrado consejero del Pontificio Consejo para la Cultura de la Curia Vaticana. Este sacerdote está haciendo un sincretismo entre la Nueva Era, el budismo zen y el cristianismo. Lleva años haciéndolo sin que nadie le diga nada de nada. Su libro Biografía del silencio, que he leído, es un esfuerzo triste por acercar posturas entre dos realidades irreconciliables, reduciendo la oración a simple mindfulness, por mucho que lo quiera disfrazar. No se trata solo de que esté causando muchísima confusión entre los fieles – que lo está haciendo –, y no solo no se le da un aviso, sino que incluso se le ha preconizado hasta llegar a ser miembro de un Dicasterio de la Santa Sede.  

En otro tiempo se habría invitado al hereje a retractarse. Pero en este tiempo se cubre todo con un manto de silencio y buenismo. Y claro, entonces los enanos crecen. Y llegamos hasta este punto: parangonar a Jesucristo, el hijo de Dios hecho hombre, eterno como Dios que es, omnipotente, omnipresente, único Mediador entre Dios y los hombres, con el buda, un simpe príncipe indio venido a menos. Y Pablo D’Ors lo hace con esta imagen en que pone a ambos con la aureola de santidad, en igualdad de condiciones, diciendo que hemos de buscar lo que nos une y no lo que nos separa.

Pablo, al poner esta imagen precisamente estás tratando de negar lo que nos separa y, al hacerlo, lo pones en la palestra, haciéndolo refulgir del peor modo posible. El buda no es Dios. El budismo no es la religión revelada, sino un camino interior en búsqueda de serenidad. Jesús no es un iluminado (buddha), sino la Luz del mundo (Jn 8, 12). No es un maestro más de muchos que han intentado fallidamente dar un sentido a la vida, sino el Maestro Divino, el Verbo de Dios que revela verdaderamente a Dios y revela totalmente el hombre al propio hombre, y le revela la grandeza de su vocación, el sentido de su vida (Gaudium et Spes 22). Si el buda Siddharta Gautama hubiera sabido quién era Jesús, se habría arrojado a sus pies y habría tenido por estiércol todo lo que había descubierto, como le sucedió a san Pablo (Flp 3, 8).

¿Tenemos algo en común con los budistas? Claro. Somos seres humanos en búsqueda de la felicidad, rehuimos la violencia y creemos en la importancia de la interioridad. Poco más. Ellos creen en la aniquilación de sí mismos mediante el nirvana, nosotros creemos en la glorificación de la carne por la resurrección de entre los muertos. Ellos creen en la reencarnación, nosotros sabemos que el destino de los hombres es morir una sola vez, y, después de la muerte, el juicio (Heb 9, 27). Ellos practican la compasión con el prójimo como un medio para alcanzar la iluminación, nosotros como un fin en sí mismo siguiendo los mandatos del Señor y por amor. Ellos no creen en el pecado, ni en la existencia de una verdad objetiva; su único objetivo es acabar con todo sufrimiento en su vida a través de una espiritualidad que centra al hombre en sí mismo; el budismo es simplemente un camino, como otros tantos, que tratan de aportar algo al hombre, mientras que Jesucristo es el único Camino (Jn 14, 6), la única Puerta (Jn 10, 7), el único Nombre en el que se nos da la salvación (Hech 4, 12). Y la meditación budista es simple metodología para dejar la mente en blanco y rehuir el sufrimiento, mientras que la oración cristiana es ponerse ante un Otro personal que nos saca de nosotros mismos y llena nuestra oración de contenido.

Basta de confusión. Los católicos tenemos la dicha, la alegría, la suerte, de conocer la religión verdadera. ¿A qué este intento constante de cambiarla y de adaptarla a lo que el mundo está dispuesto a tolerar? A nadie se le escapa que la espiritualidad budista está en boga en Occidente, y que este intento de hacer potable a Cristo a través del zen es un simple esfuerzo por quedar bien con todos, a precio de negar verdades de nuestra fe, o silenciarla, a precio de rebajar a Cristo al nivel de un mero hombre sin pretensiones. El mundo acepta con aplausos que pensemos que Jesús era un simple maestro a la misma altura que otros. Pero rabia y se consume de ira cuando destapamos su pretensión única: la de ser el Verbo de Dios, la única Verdad, el único Camino.

Querido Pablo: abandona esta senda que has tomado. Vuelve a la verdad católica. Y si no lo vas a hacer, por favor, renuncia a los medios y publicaciones, a escribir, retira tus escritos, deja de arrastrar a la gente por el camino de la confusión. Deja de abusar de tu posición dentro de la Iglesia para difundir el error. El día en que te ordenaste sacerdote juraste defender el Magisterio, tanto ordinario como extraordinario, y no lo estás haciendo. Piensa por ejemplo en la declaración Dominus Iesus, que va claramente en contra de lo que expresa la imagen que has publicado. Y si no estás dispuesto a hacerlo, vete. No pasa nada. Si no estás de acuerdo con el Magisterio, vete y funda algo, lo que quieras. Pero no nos cueles gato por liebre. Jesús no tiene nada que ver con el buda. Y, o lo sabes, y estás confundiendo, o no lo sabes, y desconoces tu fe. En todo caso, no puedes quedarte como estás.

Os pido perdón a todos los fieles a quienes los pastores de la Iglesia estamos confundiendo. Lo siento, de todo corazón. Os hemos fallado. Hemos dejado de ser lo que estamos llamados a ser. Y temo que las ovejas se dispersen. Por eso os pido: permaneced fieles al depósito de la fe, a la Tradición de la Iglesia, al Magisterio, recogido en el Catecismo de la Iglesia Católica y en otros documentos que continúan la Tradición. Ellos os dirán de qué curas os podéis fiar. No perdáis la fe. Vendrán tiempos de consuelo. Ahora toca perseverar.

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