El 23 de agosto, en el debate entre candidatos republicanos a la Presidencia de EEUU, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, habló de los horrores de los abortos tardíos y mencionó un caso concreto.

"Conozco una señora en Florida que se llama Penny", dijo. "Sobrevivió a múltiples intentos de aborto. La dejaron descartada en una bandeja. Por suerte, su abuela la salvó y la llevó a otro hospital".

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La historia visibilizaba a una superviviente del aborto (alguien que fue abortado de bebé pero ha vivido para contarlo) y visibilizaba la arbitrariedad del aborto: unos adultos intentan matar a un pequeño ser humano mientras otros pueden decidir salvarlo dándole cuidados.

Éste es el momento en el que DeSantis hace referencia a Penny como ejemplo del abortismo extremo de los demócratas, que quieren facilitarlo hasta el momento antes del nacimiento.

Enseguida hubo militantes abortistas y políticos declarando nerviosamente, ante la potencia del hecho, que la historia de "Penny" era un invento o una exageración.

Pero el Miami Herald (que no es provida) dedicó dos periodistas y varios días a investigar el asunto, repasando un par de vídeos en Internet donde la mujer cuenta su testimonio e incluso hablando con un familiar de "Penny" (aunque la propia "Penny" no quiso hacer declaraciones). Su artículo final corrobora casi toda la historia, con pequeños matices.

El 'Miami Herald' investigó la historia relatada por DeSantis y la llevó a portada del periódico.

En realidad "Penny" se llama Miriam Hopper. Le llaman "Penny" desde que de bebé le empezó a salir el pelo cobrizo, del color de un penique.

El soldado valiente aterrado por un bebé

Quien insistió en intentar matarla de bebé fue su padre, Charles Wesley Browder senior, ya fallecido. A los 20 años sirvió como sargento norteamericano en la Segunda Guerra Mundial, como explorador; fue atrapado y torturado por los nazis. Recibió un Corazón Púrpura, la Medalla de la Victoria de la II Guerra Mundial y otras distinciones.

Este hombre valiente en la guerra estaba aterrado ante la llegada de un pequeño bebé al que atender con un pequeño sueldo.

Él era vendedor, su esposa Glenda era recepcionista en una consulta médica. Tuvieron un primer hijo. Abortaron al segundo, dijo Miriam "Penny", con una percha o gancho, procedimiento especialmente peligroso para la embarazada. Y después llegó a la vida ella, Penny, en 1955. Su padre le diría años después que entonces su sueldo era de 125 dólares a la semana. Es muy poco, pero millones de niños, ayer y hoy, han nacido con padres que cobran menos.

Volvieron a intentar el aborto casero con percha o gancho, y Glenda empezó a experimentar complicaciones. La pareja se apresuró en ir a un centro médico cercano, con Glenda sangrando. Penny explica que el médico les atendió en pijama. Examinó a la madre y concluyó que el feto no tenía latido del corazón.

Pero tampoco estaba seguro, porque añadió: "Si nace, será una carga sobre vosotros y toda vuestra vida". Todos los adultos en esa sala pensaban que la muerte del bebé era conveniente. El médico le puso una solución salina que provoca contracciones (y a menudo quema o envenena al bebé) y encargó a la enfermera que "discard the baby dead or alive" ("abandona/descarta al bebé, vivo o muerto"). Y se fue. Queda claro que el médico no era ningún luchador por la vida.

Poco después, a las tres de la mañana, nació el bebé, diminuto, fragilísimo. La enfermera lo dejó en una bandeja, no sin arroparlo antes en una toalla, dijo Penny en un vídeo con su testimonio. En otro vídeo dice que, según le explicó su madre, la dejó en una cesta.

La abuela la rescató

Al día siguiente, la madre de Glenda y su tía acudieron a la clínica donde se recuperaba la parturienta. Allí encontraron al bebé en el patio trasero, lo destaparon y comprobaron, escandalizadas, que estaba vivo. "Mi abuela estaba tan enfadada que llamó a la policía", explica Penny en su vídeo. Se llevaron el bebé a un hospital regional en Lakeland y allí lo cuidaron durante 4 meses en una incubadora.

Penny explica que su padre intentó desconectar al bebé de la incubadora, enfurecido porque esos cuidados tenían un coste económico. El hospital hizo venir a la policía para impedirlo y proteger el bebé. "Él no podía soportar la idea de que yo estuviera viva", dijo Penny.

Pero en marzo de 1956, ya fortalecida, Miriam, esa niña de pelo cobrizo que las enfermeras y todos llamaban 'Penny', fue finalmente a su casa, y los padres que habían intentado abortarla la cuidaron y hasta la amaron. Su padre, que de joven tanto intentó acabar con su vida, antes de morir, le dijo: "Cariño, no sé lo que habría hecho sin ti".

Éste es el tesimonio de Penny. Puedes activar subtítulos en español.

"Al final tuve unos grandes padres y acabé teniendo una gran vida", declara Penny en su vídeo testimonio de hace unos años, mostrando el absurdo del aborto. Las supuestas "causas serias para abortar" quedan en nada ante la grandeza de la vida que se abre paso y sorprende, a menudo con un amor insospechado.

Su familia dice al Miami Herald que ella estos días no quiere hacer declaraciones en el actual contexto político electoral, pero que sigue trabajando para denunciar los horrores de estos abortos.

Una imagen poderosa contra el aborto tardío

Los abortistas han querido matizar que la historia muestra sólo el horror de los abortos ilegales con percha de los años 50, pero la realidad es que muestra que las causas para abortar no se justifican, que se aborta por miedo, por pobreza, por falta de imaginación para el bien, y que niños ya nacidos son abandonados al frío para que mueran, por lo que el aborto tardío -legal o no- es la antesala del infanticidio.

En enero de 2019, el gobernador demócrata de Nueva York, Andrew Cuomo, firmaba entre carcajadas la ley que permite abortar hasta el momento anterior al nacimiento, y deja sin protección a los bebés que sobreviven al aborto. Ese acto de abandonar bebés en bandejas es hoy frecuente y pseudolegal (nadie lo controla, evita ni denuncia) en Nueva York y otras zonas. 

Ralph Northam, neurocirujano pediátrico, levantó polémica en EEUU al mostrarse partidario  en 2019 de que los niños nacidos con ciertas enfermedades pudiesen ser asesinados tras "una conversación entre los médicos y la madre".

Y un sondeo de 2020 en Flandes mostraba que 9 de cada 10 médicos que hace abortos en Flandes es partidario de poner inyecciones letales a los recién nacidos con enfermedades graves.

En un contexto en que el aborto es ya justificación para el infanticidio, la imagen de la pequeña Penny abandonada toda una noche en el patio trasero, sin cuidados del médico ni la enfermera ni sus padres, y rescatada por su abuela y tía, remueve las conciencias.

Porque Penny lo ha podido contar, pero muchos otros bebés no.