El sida no es un desconocido: lleva siendo estudiado desde 1980, ya 37 años. Pocas enfermedades han recibido tanta atención, tanto dinero, tanto esfuerzo social y mediático, tantos recursos de tecnología punta y medios médicos e investigadores.

Y sin embargo, como señala el libro Sida, repensar la prevención (Sekotia, 2016), el sida no remite. Las cifras que recopila son contundentes.  
Los tratamientos han mejorado y en Occidente el número de muertes disminuye, pero con importantes costes sanitarios. Y sin embargo las cifras de nuevos contagios, pese a más de 3 décadas de contagio se mantienen, o experimenta solo levísimas disminuciones.
 
¿Cuál es la causa? Hasta el diario laicista y progresista El País lo ve claro, como se constata en este titular del 1 de noviembre, Día del Sida: la clave es que los comportamientos de riesgo se mantienen. ¿Qué falla en las campañas?
 

 
Pedro Pérez Cárdenas, autor de Sida, repensar la prevención, coincide: los comportamientos de riesgo se mantienen porque la prevención que se ha promovido se limita a proponer el uso del preservativo sin modificar de verdad los hábitos sociales y sexuales que van ligados a más contagios.

 


El libro recoge las enseñanzas despreciadas de varios expertos que han pedido educar en un cambio de hábitos que lleven a una reducción del número de parejas sexuales, lo que incluye apoyar la monogamia en el matrimonio, la abstinencia sexual hasta el matrimonio, combatir la prostitución y el tráfico de mujeres y niños, etc…En esa línea se han manifestado Luc Montagnier, uno de los descubridores del virus del VIH, el epidemiólogo Edward Green (especializado en la situación africana) o el urólogo Paul Church.
 
Pero hay un discurso oficial desde los organismos internacionales y los lobbies de ideología de género o LGBT que condena cualquier sugerencia en ese sentido, aunque venga acompañada de datos empíricos y estadísticos.
 
Pedro Cárdenas lo resume así: “Si el sida se transmitiera solo por contacto con sangre infectada, las prevenciones serían unánimemente asumidas. El problema es que se transmite también por relaciones sexuales… y con el sexo hemos topado”, escribe.


 

Por ejemplo: nuestra sociedad transige con la prostitución. Los ideólogos de mayo del 68 pensaban que con más sexo libre, desaparecería. Como no es así, al contrario, la demanda es mayor que nunca, esos mismos ideólogos se limitan a pedir que no sea forzada y que usen preservativo. Pero es fácil encontrar prostitutas en Madrid que explican que cobran 30 euros por servicio, 10 o 20 más sin preservativo.
 
Diez euros bastan para superar cualquier carísima campaña de educar en el uso de condones para prostitutas. ¿No tendría más sentido intentar erradicar la prostitución, o al menos reducirla a un mínimo, incluso multando al cliente como se hace en Suecia, y ayudando a las mujeres a salir de ese mundo?
 

Otro ejemplo: la inmensa mayoría de nuevos casos de sida son varones homosexuales. Tiene que ver con el uso de sexo anal (que favorece la infección), tendencias autodestructivas como el chemsex (quedar para orgías en grupos drogados varios días), el bugchase (“cazar el bicho”, gente que piensa que “como algún día me infectaré, ya lo busco activamente”) y, sobre todo, que los varones homosexuales tienen una grandísima variedad de parejas sexuales.
 
El estudio Satinover de 2004 registraba que un homosexual varón en EEUU tiene relaciones sexuales con unas 50 parejas de media en su vida (por cada uno que haya tenido solo una o dos parejas, habrá otro con 100 o más). Un heterosexual habrá tenido de media 4 parejas sexuales en toda su vida.

 
Pedro Pérez Cárdenas, autor de "Sida, repensar
la prevención", es licenciado en Químicas, 
doctor en Psicopedagogía y ha sido profesor
de jóvenes y adolescentes durante 20 años




Otro factor es la precocidad sexual. Los jóvenes y adolescentes son siempre menos precavidos, más arriesgados, no piensan mucho en “el mañana” o “las consecuencias”. A medida que las relaciones sexuales se inician con más juventud, y se hacen más frecuentes, el riesgo de infectarse es mayor. Según el CIS de 2008, uno de cada tres jóvenes españoles ha tenido ya relaciones sexuales completas antes de los 16 años. Esos adolescentes no son ejemplo de madurez y equilibrio y no usarán el condón de forma estable por mucho que se le insista o entrene.
 

El libro de Pedro Cárdenas, que ha sido profesor de instituto muchos años y tiene un enfoque divulgativo, explica en el libro las prácticas que pueden frenar el sida.... si se aplican.
 

Igual que la sociedad permite los controles de alcoholemia en carretera y nadie puede negarse si lo pide la policía (y eso que el alcoholismo no es contagioso) los controles de VIH estarían más que justificados. Tras el accidente de avión de Germanwings en marzo de 2016, la población pide más controles sobre el estado psicológico de los pilotos. Es normal aplicar controles por razones epidemiológicas.

Además, detectar a un infectado en los primeros estadios del contagio ayuda a controlar mucho mejor la carga viral en su cuerpo.




La educación sexual técnica-hedonista no funciona: se ha demostrado durante más de tres décadas. (Vea aquí el último macroestudio que lo demuestra, de la red Cochrane).

No tiene sentido proclamar a los jóvenes que pueden hacer lo que quieran para conseguir placer, que pueden ser muy indisciplinados en su vida, pero que han de ser muy disciplianados para ponerse el condón, aunque eso reduzca su placer.

Tiene más sentido trabajar con padres y familias para educar en la castidad, la monogamia, la fidelidad… todo lo que lleva a una vida con sentido y la reducción de parejas. El Consejo de Europa el 28 de enero de 2011 aprobó “promover una educación sexual integral de la salud, incluida la abstinencia, para prevenir la propagación de enfermedades de transmisión sexual”.


Las razones aún no están claras, pero en las zonas de África con culturas que practican la circuncisión masculina, el sida está muchísimo menos extendido. Ya desde 2010 varios países han realizado campañas para circuncidar a su población de varones.


El caso de Uganda en los años 80 mostró que las campañas de abstinencia y fidelidad funcionaban a nivel epidemiológico. Sólo en los años 90, con la llegada de entes internacionales con campañas de condones, perdió eficacia: los jóvenes solteros con relaciones sexuales pasaron del 27% al 37% entre 1995 y 2000 y aumentó el sida. También en occidente tienen sentido las campañas en red con las familias para combatir estas enfermedades.

Por último, cabe tener en cuenta que en países pobres cosas tan básicas como la escolarización reducen el sida. Por ejemplo, si las niñas africanas van al colegio, tienen un uniforme, reciben allí una comida o dos al día, ya no son vendidas como esposas adolescentes, usadas como esclavas sexuales, prostituídas, etc... Se casan de adultas, terminados unos estudios, disminuye la promiscuidad y la poligamia y con ellas la tasas de infectadas. África necesita más colegios y menos condones.


 En países pobres, la escolarización, especialmente la de niñas y adolescentes, hace mucho más contra el sida que las contraproducentes e inefectivas campañas de condones


Para Pedro Cárdenas, un modelo lo ofrece la lucha contra el tabaquismo. “Cuando la comunidad internacional vio que eran más altos los precios a pagar por enfermedades que los impuestos al tabaco se decidieron a actuar y en 3 décadas han dado la vuelta a la tortilla, creando otra mentalidad, otra cultura. Comenzaron con campañas mostrando los riesgos y con leves prohibiciones. Luego dieron cada año una vuelta a la tuerca y estamos donde estamos, con los fumadores estigmatizados. ¿No se puede cambiar la mentalidad haciendo ver que el sexo loco trae funestas consecuencias? Sí, claro que sí. Cuando se quiere, se puede”.

Y concluye así: “Repensemos la prevención del sida. No usemos de prejuicios o de modelos caducos que no resuelven la epidemia. Vale la pena estudiar con objetividad y desapasionamiento la validez de unas y otras estrategias”.

Más información AQUÍ en Sida, repensar la prevención (Sekotia, 2016)