507. ¿Qué pasa cuando se experimenta que la oración no ayuda?
La oración no busca el éxito superficial, sino la voluntad y la cercanía de Dios. Precisamente en el aparente silencio de Dios se esconde una invitación a dar un paso más hacia la entrega total, la fe sin límites, la esperanza infinita.

Quien ora debe dejar a Dios la libertad plena de hablar cuando Él quiera, de cumplir lo que Él quiera y de donarse como Él quiera. [2735-­2737]

A menudo decimos: he rezado y no ha servido de nada.

A lo mejor no rezamos con suficiente intensidad. El santo cura de Ars le preguntó en una ocasión a un compañero que se quejaba de su fracaso: "Has orado, has suplicado; pero ¿has ayunado y velado también?".

Y también podría suceder que le pidamos a Dios lo que no nos conviene. En una ocasión dijo santa Teresa de Jesús: "Sabe el Señor lo que puede sufrir cada uno, y a quien ve con fuerza no se detiene en cumplir con él su voluntad". [40-49]

508. ¿Qué ocurre cuando no se siente nada en la oración o cuando incluso se experimenta una aversión a la oración?
La distracción en la oración, el sentimiento de vacío
interior y de sequedad e incluso la aversión a la oración son experiencias que tiene todo orante. Ser constante en la fidelidad es ya en sí oración. [2729-­2733]

Incluso santa Teresa del Niño Jesús estuvo mucho tiempo sin poder experimentar nada del amor de Dios.

Poco antes de su muerte la visitó por la noche su hermana Céline. Vio que Teresa tenía las manos enlazadas. "¿Qué haces? Deberías intentar dormir", dijo Céline. "No puedo, sufro demasiado. Pero rezo", respondió Teresa. "¿Y qué le dices a Jesús?" "No le digo nada. Le amo".