Fernando Ferrín Calamita sigue viviendo un calvario diez años después de su inhabilitación como juez. Cuando ya parecía que todo se había acabado ahora la Comisión Permanente del Consejo General del Poder Judicial acordó este jueves denegar la rehabilitación y su reingreso como magistrado.

El argumento utilizado por el CGPJ es que tras la inhabilitación de diez años, Ferrín Calamita quedó definitivamente privado del cargo de magistrado. Contra estas decisión, el que fuera juez de Familia de Murcia puede interponer un recurso contencioso-administrativo ante la Sala Tercera del Tribunal Supremo.

Este magistrado fue víctima de la ideología de género y ha sufrido en sus carnes una campaña que le ha acabado destrozando su carrera y que además le ha dejado económicamente arruinado.

El caso por el que fue inhabilitado se remonta a 2006. Ferrín Calamita ejercía en un Juzgado de Familia en Murcia cuando le llegó un caso de una mujer lesbiana que quería adoptar a la hija pequeña de su pareja.

Un alto precio a pagar por su firmeza
Ante esta situación, Calamita encargó informes sobre si esta situación sería la mejor para la niña. Y entonces fue acusado por ellas, distintos lobbies y de sus propios compañeros de un retraso malicioso para no resolver el caso. La ideología de género fue un rodillo contra él.

Ni siquiera pudo llegar a fallar si accedía o no a la adopción. No hizo falta. La mera consulta de informes fue suficiente para su persecución. Fue inhabilitado pero a sus enemigos les pareció poco y se amplió a 10 años, pese a que hora se sabe que en realidad nunca más podrá ejercer como juez.

El juez Ferrín Calamita pagó un alto precio por mantenerse firme en sus posiciones y por el hecho de ser cristiano. De hecho, contó esta persecución en el libro Yo, víctima de la Cristofobia (Libros Libres), donde el propio magistrado (hoy ya ex gracias a sus compañeros) relataba en primera persona “el calvario de un juez católico por cumplir la ley en España”.