Umberto La Morgia se define como homosexual, católico y de derechas y uno de los más activos opositores a la denominada "ley Zan" (que promueve el diputado Alessandro Zan), que establece duras sanciones para quien discrepe de la ideología de género y de las reivindicaciones del lobby LGBTI: "No me reconozco en ellas", afirma Umberto en una entrevista de Emanuele Boffi en Tempi:

"No cambiaría ni una coma del magisterio de la Iglesia. La Iglesia tiene sentido de existir precisamente porque es 'signo de contradicción' con respecto a la mentalidad del mundo. No me gustaría que la Iglesia se amoldara a mis deseos o pensamientos solo para 'que me sintiera a gusto' con mi conciencia, confirmando prácticas vergonzosas como el vientre de alquiler. No, yo nunca querría esto".

Umberto La Morgia es un romano de treinta años que trabaja como tutor en la universidad. Está comprometido con la política, es de derechas, católico y homosexual. Bromeando le decimos que "no le falta de nada: siempre encontrará a alguien con un motivo para insultarlo". Se ríe y sigue el juego, aunque ha ocurrido, dice con una pizca de tristeza, "que quienes más me han herido han sido personas que, en teoría, deberían haber estado a mi lado".

Umberto es un tipo despierto, con cierto talento para la web y la provocación inteligente. Creció en una familia católica, no oculta su fe, pero evita blandirla como un garrote contra nadie. Simplemente no tiene miedo de decir lo que piensa. Entenderéis que, en momentos como estos, la cosa no pasa desapercibida.

El más votado en un ayuntamiento rojo

Para dar una idea de qué tipo es, basta decir que presentó una tesis sobre la "cultura del aborto y el control de la natalidad en el sistema de Naciones Unidas de la Unión Europea". "Me presenté a la discusión de la tesis y casi todas eran mujeres. Terminó mal: solo me dieron dos puntos. Más adelante, sin embargo, logré entregársela a Benedicto XVI y se la dediqué con las palabras 'Al gigante de la humildad y la discreción'. Eran los días de la renuncia al trono pontificio y nunca me hubiera imaginado que poco después recibiría una carta suya en la que me agradecía mi compromiso en la defensa de la sacralidad de la vida y en la que se disculpaba por la demora en enviarme la carta: 'Pero sabe usted, antes de escribir estoy acostumbrado a leer lo que me envían', decía más o menos". ¿Feliz? "Una gran satisfacción, que para mí valió mucho más que cualquier otro juicio".

Umberto La Morgia, con el Papa Francisco.

En las últimas elecciones administrativas Umberto fue elegido concejal municipal en Casalecchio di Reno, muy cerca de Bolonia. Llegó a la política un poco por casualidad y un poco por pasión. "Me mudé a Casalecchio por trabajo y decidí presentarme a las elecciones. No conocía a nadie". ¿Cómo lo consiguió? Supo utilizar hábilmente las redes sociales, presentando sus ideas de manera clara y concisa. Al chico se le da bien, no cabe duda: si no se tienen todas las papeletas, no es posible ser el más votado de un partido de derechas en uno de los municipios más rojos de Italia.

Caricaturas y estereotipos

Un mes después de las elecciones declaró a Il Giornale que era homosexual. ¿Por qué? "Porque no me pareció bien que cuando hablábamos de homosexualidad la única voz que tenía derecho de ciudadanía fuera la del llamado mundo LGBT, la anticatólica, la que presenta a la derecha como homófoba y retrógrada. ¿Por qué sólo Vladimir Luxuria o Imma Battaglia deben representar a los homosexuales? ¿Por qué en los programas de televisión solo les invitan a ellos o a Mario Adinolfi como contrapunto político? Entiendo que los medios necesitan caricaturas y estereotipos, para simplificar todo según una lógica maniquea, pero hay una gran zona gris intermedia, hay muchos que vivimos de manera diferente, que tenemos otras opiniones o estilos de vida. ¡Nosotros también existimos! No solo aquellos que bailan semidesnudos en las carrozas durante el Orgullo Gay, o que han hecho del victimismo su bandera".

Últimamente, por ejemplo, ha lanzado una página en Facebook llamada Homosexuales de derechas. Las palabras utilizadas en la descripción son las siguientes: "No somos 'personas LGBT', somos personas. No nos reconocemos en las reivindicaciones y el victimismo de los grupos del lobby gay. Estamos en contra de la ideología de género, del vientre de alquiler y el concepto de 'hijo a toda costa'. Existimos y ya no podéis ignorarnos".

Es difícil que alguien como él pase desapercibido. Y efectivamente es así. Después de otra entrevista con La Verità, en la que reiteró las ideas antes mencionadas, recibió insultos y amenazas de todo tipo a través de la web: "Me escribían 'te vamos a quemar la casa' los mismos que se proclaman paladines del amor y que, en este preciso momento, están pidiendo una ley para contrarrestar el odio. Pero no me importan los insultos de una minoría en la minoría, me interesan más los conceptos en los que creo y que son compartidos por una mayoría silenciosa que no es justo que se quede sin voz".

En contra del Proyecto de Ley Zan

Un ejemplo: su firme oposición al Proyecto de Ley Zan, que Umberto puso en el centro de un video en Youtube:

¿Por qué estás en contra? "El texto se construye partiendo de una exageración referente a los datos. Según los datos oficiales proporcionados por el Oscad (Observatorio de Seguridad Contra Actos Discriminatorios), actualmente no existe una 'emergencia homofobia' en Italia. Los partidarios de la ley argumentan que hay muchas denuncias que no se presentan, pero este es un tema resbaladizo y que no se basa en datos fácticos, numéricamente ciertos.

»La otra cuestión que no me convence es la de presentar al homosexual como una 'persona frágil' porque esto abre un frente potencialmente infinito de 'víctimas'. Hay personas acosadas por ser obesas, porque se las considera feas o porque tienen las orejas grandes, pero a nadie se le ocurriría hacer una ley ad hoc para 'protegerlas'. Sobre todo porque las leyes en nuestro ordenamiento jurídico ya existen y castigan no un sentimiento (odio), sino los actos.

»El texto del proyecto de ley Zan da un paso más en una dirección liberticida al atacar opiniones: castiga con fuertes multas e incluso con prisión a quienes discriminan o instigan a la discriminación por razón de sexo, género, orientación sexual e identidad de género. Pero, ¿qué es la identidad de género? Aquí ya tenemos un problema".

Todo en manos de los jueces

Muchos han observado que el primer dilema que plantea el texto del proyecto de ley Zan es que no define exactamente qué es la homofobia, pero sí prevé sanciones para aquellos que son considerados homófobos. "Exacto. ¿Cuál es la diferencia entre la libre expresión de pensamiento y la incitación al odio? ¿Quién lo decide y en base a qué? El odio es un sentimiento, ¿cómo se castiga un sentimiento? Se deben sancionar los gestos y actos concretos que puedan desembocar en acciones violentas, ¿pero todo lo demás? Si lanzo una petición online contra el vientre de alquiler, ¿se puede considerar un acto de incitación al odio? Si me niego a permitir que un atleta trans participe en una competición de atletismo femenino, ¿es discriminación?".

Así, dice La Morgia, avanzamos hacia el "salvaje Oeste del odio": todo se deja en manos de los jueces que, sin tener una ley que les dé un criterio claro, les obliga a 'interpretar': "Es la muerte del derecho".

El otro aspecto que no le gusta "es que con esta ley se legitima la propaganda en las escuelas, mediante la financiación de asociaciones LGBT". "Yo dejaría en paz a los niños. Ya lo veo ahora, hay un gran impulso para promover la transexualidad o la llamada fluidez de género en los menores y esta ideología ya está afectando al lenguaje con toda su serie de sufijos con asteriscos, schwa (Ə) y 'u' en lugar del extenso plural masculino, para imponer una forma 'inclusiva' de expresarse que no discrimine a nadie".

¿De quién soy hijo?

La batalla sobre las palabras es un gran tema, que revela las intenciones de quienes la lideran. "Por ejemplo, basta pensar en el vientre de alquiler, al que algunos llaman 'gestación subrogada' para hacerlo pasar por un gesto de altruismo y generosidad cuando no es más que una mercantilización  del cuerpo de la mujer. Se quiere esconder lo que sucede bajo un embellecimiento lingüístico: que un niño ha sido regalado o, peor aún, vendido por una mujer a otra, soltera, homosexual o heterosexual. Esta es la cuestión.

»La cuestión es que no podemos quedarnos indiferentes ante la pregunta lógica que un día ese niño dirigirá a quienes le compraron: '¿De quién soy hijo?'". Es una pregunta ancestral, fundamental para definir la propia identidad, el propio "yo". "Y no se puede planificar deliberadamente la vida de una persona a la que, cuando plantee la pregunta fatídica, se le responderá, por ejemplo: 'Eres el hijo de una probeta anónima'. Es un trauma, una violencia".

El discurso nos lleva más allá. "El discurso nos lleva a la 'dictadura del deseo'", dice La Morgia. "Pensar que cualquier deseo es legítimo está mal. Esto se aplica al vientre de alquiler, pero también a quienes, como es el caso de algunas estrellas del espectáculo, quieren tener hijos a toda costa en edad avanzada. Incluso el acto más hermoso y desinteresado del mundo, traer un hijo al mundo, puede convertirse en un acto de egoísmo. Creo que todo el mundo puede comprenderlo; yo, como creyente, veo en todo esto un acto de soberbia de quienes quieren sustituir a Dios".

Contradiciendo el siglo

La Morgia es el promotor y primer firmante de una carta que ha sido enviada al sitio web Vatican News hace pocos días. Está firmada por doce "homosexuales católicos y no católicos" que plantean dudas tras el documental Francesco del director ruso Evgeny Afineevsky, presentado en la Fiesta del Cine de Roma.

"Vi una gran confusión y sentí la necesidad de escribir esa carta para expresar mi consternación por la manipulación de las palabras de Francisco. El Papa, sobre determinados temas, siempre ha hablado con claridad y creo que la Iglesia debe tener mucho cuidado y no permitir que se transmita un determinado tipo de mensaje utilizando la figura del Santo Padre. Un determinado mundo laicista no espera otra cosa: justificar, subvirtiendo las palabras de la única autoridad que todavía 'contradice' el espíritu del siglo, sus propias decisiones. Ellos quieren lavarse la conciencia, pero la Iglesia debe tener cuidado y no mostrarles su costado".

¿Qué debería hacer entonces la Iglesia? "No me corresponde a mí decirlo, me basta con que sea ella misma. Como decía Santa Catalina, 'Si somos lo que debemos ser, prenderemos fuego al mundo entero'. Los periódicos en los últimos días han hablado de una 'revolución', pero la revolución ya fue hace 2000 años. Estoy seguro de que no era intención del Papa Francisco, pero el resultado, hay que decirlo, es que el mensaje que se ha transmitido es que los católicos deben respaldar los comportamientos de quienes compran niños en Canadá, de quien define a la madre como un 'concepto antropológico' y sale en televisión para hablar de la familia superada, considerada ahora 'antropológicamente arcaica'. Y con bendición papal incluida".

Una madre que dice síes y noes

"Para mí, que soy católico –concluye La Morgia–, la Iglesia sigue siendo un punto de referencia, un faro, una estrella guía porque me permite elevarme, alzar la mirada, incluso y a pesar de todos mis defectos. No soy perfecto, pero precisamente por eso sé que cuando voy a la iglesia puedo encontrar un estímulo, puedo encontrarme a mí mismo cuando estoy perdido. La Iglesia no debe adaptarse al mundo, sino iluminarlo. Una 'madre' dice 'síes' y 'noes'. Después cada uno es libre de actuar como mejor le parezca. Podemos aceptar o no sus consejos, podemos seguir todos los preceptos o no, pero no por ello estos dejan de ser válidos, aunque sean exigentes. La Iglesia debe ser signo de contradicción, no de homologación".