Charles J. Chaput, de 67 años de edad, nacido en una familia campesina de Kansas perteneciente a la tribu piel roja de los Prairie Band Potawatomi, franciscano capuchino, era desde 1997 obispo de Denver, en Colorado. Y antes lo había sido de Rapid City, en Dakota del Sur. Ahora llega una de las diócesis más antiguas y tituladas de la costa atlántica de Estados Unidos, Filadelfia, y ha concedido a Sandro Magister su primera entrevista tras la designación.

El vaticanista de L´Espresso recuerda que Filadelfia es sede tradicionalmente cardenalicia, que Chaput es íntimo amigo de José Gómez, nuevo arzobispo de Los Ángeles, y que apoyó firmemente a Timothy Dolan, arzobispo de Nueva York, en su reciente y reñida victoria en las elecciones a presidente de la conferencia episcopal norteamericana.

Conforman una tríada de prelados en absoluta sintonía con Benedicto XVI. Chaput está considerado, afirma Magister, un "ortodoxo militante", como se denomina últimamente a los obispos "muy decididos para afirmar la presencia de la Iglesia católica en la sociedad, sin compromisos ni enjuagues".

 -El arzobispo Gómez es un buen amigo desde los días que servimos juntos en Denver. No creo que nadie pueda "esperar" una responsabilidad como conducir la Iglesia en Los Ángeles o Filadelfia. Pero de alguna manera el arzobispo Gómez debe haber sido una elección lógica para el Santo Padre, por sus capacidades y antecedentes. No estoy seguro que eso sea cierto respecto a mí.
 
Todavía estoy procesando mi designación para la diócesis de Filadelfia. En cierta forma es irreal. Viví y enseñé en Pennsylvania durante años, cuando era sacerdote. Fue una época muy feliz en mi vida. Pero todo mi ministerio como obispo ha transcurrido en el oeste de Estados Unidos, en Dakota del Sur y en Colorado. El estilo de vida de la Iglesia allí es en cierto modo diferente al del estilo del Este, pues es más directo e informal; es menos clerical.

Yo podría darle a usted tres o cuatro buenos motivos que expliquen por qué soy una elección poco plausible para un lugar como Filadelfia, realmente una de las grandes ciudades de Estados Unidos y con una gran historia católica. Pero yo no tomo esas decisiones, las toma el Santo Padre. Confío en su juicio, y estoy muy agradecido por esta confianza.
 
 
-Pienso que él espera de mí lo que espera de cada uno de sus hermanos obispos: humildad y valentía para servir bien a la Iglesia local, predicar a Jesucristo sin perturbaciones y profundizar la fe del pueblo. La Iglesia no se define según sus problemas, éstos deben ser reconocidos y tratados con honestidad, y todo aquel que haya sido perjudicado por personas que representan a la Iglesia merece el respaldo y la asistencia especial de la comunidad católica.
 
Pero el carácter de la Iglesia en todas partes y en cada época está determinado por la calidad de sus sacerdotes y de su pueblo. La Iglesia en Filadelfia tiene una frondosa reserva de bondad. He conocido sacerdotes de Filadelfia y he trabajado con ellos, y los admiro mucho. Un obispo debe ser un hermano para sus sacerdotes, no sólo de palabra, sino en forma sustancial, y yo haré todo lo que pueda para estar presente con los hombres que comparten el don del sacerdocio. He tratado de hacer eso en Denver. Esta diócesis tiene un gran presbiterado, muchos hombres realmente buenos, y sé que lo mismo es verdad de Filadelfia.
 
Durante mi sacerdocio he contado con la ayuda de muchos amigos y colegas laicos. Supongo que es en parte por mi personalidad y en parte por mi formación capuchina. De cualquier manera, estoy dispuesto a encontrarme con el pueblo en las parroquias de Filadelfia. Es allí donde reside verdaderamente la vida de la Iglesia. Tengo mucha confianza en la capacidad y buena voluntad de los fieles laicos, en Filadelfia y en todas las demás diócesis.
 
 -Espero ser lo que Dios quiere y lo que la Iglesia local necesita. Las etiquetas son engañosas, ya que dan a las personas una excusa para no pensar. 
 
 -Bien, supongo que es cierto. El cardenal Ruini es un gran hombre de Iglesia con una comprensión muy aguda de la naturaleza humana. Pero es todavía mejor ser "eficaz y olvidado". Todos nosotros seremos olvidados de alguna manera, por eso debemos también ser eficaces. El único que debe acordarse de nosotros es Dios, y lo único que en definitiva importa es ser eficaz en el modo que amamos. 
 
De vez en cuando releo las últimas líneas de la novela de Thornton Wilder El puente de San Luis Rey. Echémosles una ojeada. Vale la pena.
 
 -Los católicos han desempeñado un gran papel en la configuración de Estados Unidos, desde Charles Carroll –el único firmante católico de la Declaración de la Independencia– en adelante. Pero no ha sido fácil. Estados Unidos nunca ha estado realmente cómodo con el contenido de la fe católica. Los católicos han tendido a buscar la aceptación de las corrientes dominantes en Estados Unidos en proporción inversa a la seriedad con que viven su fe. Obviamente, hay gran número de excepciones a esa regla, pero con demasiada frecuencia sigue siendo cierto.
 
 -Especialmente en la política. Robert Casey, el ex gobernador de Pennsylvania, es uno de los más grandes héroes. El país podría utilizar mayor número de hombres y mujeres, católicos como él, en el servicio público.
 
 -Europa está modelada, en parte, por las Guerras de Religión, así como también por el legado de la Revolución Francesa, su anticlericalismo y su desconfianza básica respecto a la religión. Ésa es una carga que la mayoría de los estadounidenses no comprenden. La Revolución Americana fue de naturaleza distinta, y tuvo lugar en un ambiente profundamente cristiano protestante. Muchos de los Padres Fundadores fueron cristianos. John Courtney Murray observó una vez que inclusive cuando los estadounidenses no creen, su agnosticismo es de corte amable. La viva hostilidad a la religión que se encuentra en Europa es ajena a Estados Unidos. O al menos lo ha sido hasta hace poco. 
 
 -En la superficie es verdad. Los estadounidenses están generalmente mucho más inclinados a la fe religiosa que los europeos. Pero no es sólo algo superficial. Muchos millones de estadounidenses toman en serio su fe y practican sinceramente su cristianismo. No se puede entender realmente a Estados Unidos fuera de sus raíces influidas por el cristianismo.
 
Pero hay un pragmatismo en el modo de ser americano, un sustrato de materialismo y avaricia, que trabaja contra el Evangelio. Por eso una gran cantidad de estadounidenses tienen el hábito de creer sin entender todo lo que ello implica y sin permitir que su fe configure realmente sus vidas.
 
-Siempre ha sido una fe inmigrante, minoritaria. Eso explica su vigor y su extrema disponibilidad para asimilarse y adaptarse. La cultura estadounidense tiene una gran capacidad para homogeneizar y asimilar a los recién llegados. Eso no es totalmente malo. Estados Unidos es fundamentalmente una nación de inmigrantes, pero eso puede desembocar en una población con creencias descoloridas.
 
-Denver es casi un ícono para la “nueva evangelización”. Es un mérito suyo que mi predecesor en Denver, el cardenal J. Francis Stafford, lo haya visto con gran anticipación. Denver es un ambiente profundamente secular: educado, joven, moderno, de mentalidad independiente, con una historia de débiles raíces religiosas. Es una nueva especie de territorio de misión, con muchas personas que o bien no se interesan por la cuestión religiosa, o bien piensan que ellos son “post-cristianos” sin encontrarse realmente alguna vez con el Evangelio. En general, Estados Unidos se está orientando en esa dirección. Evangelizar ese ambiente será la tarea de la próxima generación de creyentes.
 
 -Estoy seguro de que hay muchas personas así, pero otros obispos están mucho más experimentados que yo en esa clase de diálogo. 
 
 -San Agustín y San Francisco. No hay mejores maestros.
 
Estoy profundamente agradecido al padre Ronald Lawler, O.F.M. Cap., quien me enseñó filosofía en la universidad. Impactó grandemente en mi forma de pensar. Cuando yo estudiaba teología como seminarista, aprendí muchísimo del padre Robert McCreary, O.F.M. Cap., quien también produjo el mismo impacto significativo en mi vida y en mi forma de pensar.
 
En términos de liderazgo de la Iglesia, como joven sacerdote capuchino, tuve un gran respeto y reverencia por el papa Pablo VI, y todavía le honro como a uno de mis héroes. Y por supuesto, estoy profundamente agradecido tanto al papa Juan Pablo II como al papa Benedicto por su extraordinario magisterio y su vigor apostólico. 
 
 -El genio coherente de su pensamiento –realmente no sé cómo lleva a cabo esa maravilla- y el desarrollo coherente de su vida, desde ser perito en el Vaticano II hasta su servicio actual como Papa. 
 
 -Vengo de una pequeña diócesis muy lejana a Roma. No puedo imaginar las cargas transportadas por un hombre u otro en la Cátedra de Pedro. Sé muy bien que Benedicto XVI es un gran pastor y un gran discípulo de Jesucristo; es un hombre que conoce el sentido del sufrimiento y que aún así irradia la alegría del Evangelio. El "estilo" correcto para cualquier sacerdote es vivir in persona Christi. Yo pienso que Benedicto encarna lo que esas palabras significan en una forma verdaderamente conmovedora.