Este miércoles, el Papa Francisco ha pronunciado en el Vaticano su decimosegunda catequesis en torno a la ancianidad, recordando a la Iglesia el mandato de "no esconder las debilidades" de la vejez anunciado por el "magisterio de la fragilidad".

Francisco desarrolló su reflexión en torno al Salmo 71 -"No me abandones cuando mis fuerzas flaqueen"-, constatando la vulnerabilidad que la ancianidad sufre en la sociedad contemporánea ante multitud de ocasiones "de abandono, engaño, prevaricación y prepotencia".

De hecho, denunció que vivimos inmersos en "una sociedad y una cultura del descarte", en la que "los ancianos son dejados de lado" y "no faltan quienes se aprovechan de la edad para engañarlo, para intimidarlo de mil maneras".

Como ya hizo hace pocas semanas, Francisco puso especial énfasis en denunciar como estas actitudes y "crueldades" han penetrado "también en las familias".

"Los ancianos descartados, abandonados en las residencias, sin que los hijos vayan a visitarles o si van, van pocas veces al año", criticó.  Así, "el anciano es puesto en el rincón de la existencia y esto sucede hoy, en las familias", subrayó.

Asimismo, llamó la atención sobre el creciente invierno demográfico al referirse a los "cada vez más numerosos anciano" que "la sociedad debe apresurarse en atender".

"Cuando oímos hablar de ancianos que son despojados de su autonomía, de su seguridad, incluso de su hogar, entendemos que la ambivalencia de la sociedad actual en relación con la edad anciana no es un problema de emergencias puntuales, sino un rasgo de esa cultura de descarte que envenena el mundo en que vivimos", denunció.

Acto seguido, se refirió indirectamente una eutanasia cada vez más presente en el mundo occidental como una de las "fatales consecuencias", ya que al descartar a los ancianos "la vejez no solo pierde su dignidad, sino que se pone en duda incluso que merezca continuar".

Como hicieron recientemente los obispos españoles -Celso Morga Iruzubieta, de Mérida-Badajoz y Luis Arguello, presidente de la Conferencia Episcopal Española-, Francisco cuestionó la contradicción de la sociedad actual "insensible a la dignidad de los enfermos" que trata de esconder e incluso acabar con la vejez a la vez que "se muestra tan comprometida con definir los límites de una supervivencia digna".

En este sentido, afirmó duramente que "la vergüenza debería caer sobre aquellos que se aprovechan de la debilidad de la enfermedad y la vejez".

El arma para la defensa de los ancianos

Antes de concluir, resaltó el papel imprescindible de la oración como renovador "en el corazón del anciano" de "la promesa de la fidelidad y la bendición de Dios. Jesús nunca rechaza la oración de quien necesita ayuda. Los ancianos, por su debilidad, pueden enseñar a los que viven otras edades de la vida que todos necesitamos abandonarnos en el Señor, invocar su ayuda".

Francisco llamó igualmente a la Iglesia a "aprender de la vejez", especialmente su don concreto de "abandonarse al cuidado de los demás, empezando por Dios" e instó a "no esconder las fragilidades de la vejez".

"La marginación de los ancianos corrompe todas las etapas de la vida, no solo la de la ancianidad. Cada uno de nosotros puede pensar hoy en los ancianos de la familia. Recuerda que también serás anciano, y como tú querrías ser tratado en la vejez, trata tú a los ancianos hoy. Son la memoria de la familia, de la humanidad, del país", mencionó.

Tras la catequesis, Francisco hizo un llamamiento ante el bloqueo de la exportación de grano de Ucrania, "del que depende la vida de millones de personas. Hago un sentido llamamiento para que se haga todo lo posible para resolver esta cuestión y garantizar el derecho humano universal a la alimentación. ¡Por favor, que no se utilice un alimento básico como arma de guerra!".

Puedes leer aquí la catequesis completa de este 1 de junio.