El objetivo no es Benedicto XVI. El objetivo es el Papa. La supuesta opacidad u ocultación que atribuyen al Pontífice en algunos casos de curas pederastas es el pretexto. Podría haber sido otro. Lo de menos es la crítica que se airea. Lo que hay detrás son ocultos e inconfesables intereses económicos. No afilan sus críticas para que resplandezca la justicia y la verdad sino para intensificar un fin acariciado desde tiempo atrás: la creación de un  una nueva sociedad sin referencias religiosas, una sociedad sin Dios. Para ellos, la Iglesia no es la solución sino el problema. Han elegido un asunto susceptible de provocar escándalo en la opinión pública para desacreditar a la institución. Y una vez desacreditada, a por ella, a su destrucción.
 
No deja de ser paradójico que el diario Pravda, enemigo frontal de la Iglesia en la época comunista, se haya alineado con  los defensores del Papa. El articulista, el portugués Artur Rosa Teixeira, aporta una interpretación audaz y verosímil de las causas de la campaña mediática difamatoria. Las agresiones se articulan así: «Toman un caso aislado, preferiblemente complicado, y lo generalizan para inducir al lector a pensar que todo el cuerpo es de la misma naturaleza».
 
Deconstruir la sociedad tradicional. Eso se persigue. Y, aunque no se cita en el artículo, en el contexto de la operación de acoso al Romano Pontífice es verosímil el rechazo de los atacantes al acercamiento a la Iglesia de los  lefrebistas o de los anglicanos... Como la causa primera de la agresión nadie la va a revelar, Teixeira pone el dedo acusador en «siniestros intereses de la oligarquía» y en «organizaciones seculares que buscan imponer una visión sexista y hedonista de la sociedad». El comentarista no se anda con tapujos y señala a la familia Rockfeller como «cuna de fundaciones filantrópicas que apoyan a dichas asociaciones. Los sectores económicos implicados van desde la banca, pasando por el petróleo, los fármacos y la industria militar, hasta los medios audiovisuales».
 
Se trata de reducir el número de nacimientos. En este interés, el Papa les estorba pero, como ya ha quedado apuntado, dirigen los dardos a cualquier Papa, incluso al difunto Pablo VI que, como es sabido,  sentó doctrina clara sobre  la procreación en su encíclica Humanae Vitae Y no digamos a Juan Pablo II y a Juan XXIII y, con toda seguridad, al sucesor del actual Pontífice. Ningún Papa no se librará  de las garras de los poderosos, en cuanto vean síntomas de que peligran sus intereses.
 
Benedicto XVI tiene ante sí un arco de cuatro días de aniversarios. El primero, su 83 cumpleaños. El 19, el quinto aniversario de su elección como Papa. Dos ocasiones en las que se sentirá arropado por ciudadanos de todo el mundo,  católicos o no. En el periódico citado, el articulista, tras poner de relieve que los casos de pederastia se reducen a una minoría insignificante de clérigos, censura «este tipo de noticias (que) generan sospechas sobre su “bondad”, incluso en los no católicos como nosotros».
 
Vivir para ver. Pravda defiende al Papa y el New York Times lo denigra. El arzobispo de Nueva York, monseñor Timothy Dolan, mandó hace un tiempo un artículo a ese periódico con un estudio comparativo sobre el trato desigual que recibía en sus páginas la Iglesia católica en relación con otras confesiones religiosas. A pesar de la documentación que aportaba, el artículo no se publicó. El prelado, que no se arredra fácilmente, colgó el texto en internet y logró un efecto multiplicador al recibir multitud de adhesiones. El otro día, monseñor Dolan, dijo en una homilía, pronunciada en la catedral de San Patricio,  que «algunas fuentes parecen ansiosas por implicar al hombre que, quizá más que ningún otro, ha sido el líder en purificación, reforma y renovación que la Iglesia tanto necesita».
 
Hecho el mal, la campaña contra el Papa ha servido para localizar en parte a los adversarios. La ubicación del enemigo es imprescindible en toda batalla.