Hay quien ve a Dios en la Naturaleza. Pero a mí la Naturaleza me da miedo. Cuando veo a un babuino comerse viva una cría de impala, me digo que mi Dios no se parece a la Naturaleza. Ni de coña. La Naturaleza es un dios indiferente al dolor o al amor...

Lo más parecido a mi Dios es la familia. La familia que quiere, rodea, perdona, apoya, se ríe, juega, regaña y abraza. Por eso es mal asunto llevarse mal con la familia; es como si Dios se volviera malo...

Hace unos días vi en una playa una perfecta exposición de lo que es la familia.

Vi muchos papás y mamás que cogían en brazos o de la mano a niños muy, muy, muy pequeños, asustados o encantados descubriendo las olas. Para algunos de esos chiquitos, sería el primer día de playa de su vida...Con su pañalón, su palita y su gorrito, supongo que entienden que Mamá es lo más parecido a Dios que tendrán en su vida, y que Papá es algo así como un sub-Dios o un dios con minúsculas, pero importante, oiga.

Vi también señoras y señores muy, muy, muy mayores, verdaderos dinosaurios, monumentos a la arruga, a los que sus hijos o nietos acompañaban dentro del agua, cogiéndolos de los brazos. Nadan bien pero hace años ya que tienen el equilibrio fumigado por los achaques y no pueden meterse solos dentro, lo difícil para ellos es entrar y salir del agua con la arena que se escapa bajo los pies...

Me pareció admirable. Redondo. Perfecto. Los niños pequeños lloran; la gente mayor refunfuña, todo el mundo se queja pero también se ríe. La familia es un Dios amable, como una película española con Alberto Closas y José Luis López Vázquez...