En 1996, siete monjes cistercienses franceses del monastereo de Thibrine fueron asesinados por un grupo terrorista islamista. Xavier Beauvais inmortalizó ante los hombres en 2010, con la película De dioses y hombres, un martirio que les había inmortalizado ante Dios.

Y ahora, en el monasterio de Azeir, en Siria, hay la tentación de establecer un paralelismo con las cinco monjas trapenses italianas que en 2005 abandonaron su tranquilo convento de Valserena, en la provincia de Pisa, en Italia, para fundar en un país convulso ahora por una guerra civil que ha causado ya más de treinta mil muertos y doscientos mil refugiados.


¿Por qué lo hicieron? ¿Por qué fundar en un país que hace siete años parecía estable? "Porque aquí comenzó a desarrollarse la Cristiandad", responden, "para extenderse luego por Asia Menor, Grecia, Roma, y luego Armenia, la India, China... En los primeros siglos la acción misionera la llevó a cabo un vivo movimiento monástico que surgió a la vez e independientemente del egipcio", con santos que van desde San Efrén el Sirio a San Simeón el Estilita, pasando por San Juan Crisóstomo o San Juan Damasceno que continuaron sus huellas: "Nosotras queríamos seguir esa corriente, partiendo de nuestra tradición latina y benedictina, convencidas de la abundancia de frutos de un intercambio profundo entre la herencia occidental y la oriental".

Y fue así como nació el monasterio de Azeir, entre la castigada ciudad de Homs y Tartous, en la Siria Central, cumpliendo una misión muy similar a la de los cistercienses de Thibrine: ayudar sin distinción a los cristianos y musulmanes de la región, creando un faro de concordia en medio de la guerra que no podía preverse cuando estas cinco italianas pisaron Siria por primera vez: "Ahora formamos parte de esta comunidad, prescindiendo de nuestra nacionalidad italiana y de los recursos que eso implica, así que no podemos escapar en el tiempo de la prueba. La suerte de los sirios es nuestra suerte", declara la abadesa, Sor Mónica, a Asia News.

La página web del monasterio reproduce algunas de las cartas que las cinco monjas han escrito en los últimos meses contando los sufrimientos que el enfrentamiento armado causa a la población. Para ellas, el monasterio es un signo concreto de esperanza, porque "un lugar donde Dios es adorado en su presencia real, tanto eucarística como eclesial, en la oración y en la comunión fraterna, es una bendición para todos".


Una de las cartas afirma que las personas sencillas en medio de las cuales viven ya cuentan muertos entre los suyos, tanto de las fuerzas del régimen como de sus opositores. Por eso invitan en todas sus cartas a que los cristianos del mundo recen por la población siria: "La gente quiere justicia, libertad, democracia, pero también quiere poder trabajar, salir de casa con su familia".

Y llaman constantemente a las puertas del monasterio, no sólo para pedir bienes de primera necesidad, sino para buscar consuelo: "Algunos jóvenes -cuenta una de las hermanas en una carta- han empezado a venir a nosotras porque tienen necesidad de que alguien les ayude a pensar, a crecer, a reflexionar". Ellas lo hacen con su pequeño testimonio: "Nuestra confianza en el hombre proviene de la esperanza cristiana y es más fuerte que todos los horrores. El cristiano está llamado a dar testimonio en este mundo. Nosotras hemos sido llamadas a Siria, así que ¿por qué irnos?".