Con 360.000 nuevos contagios por día, la India se esfuerza por contener la pandemia del COVID-19 como puede. Uno de los grandes problemas es la escasez de oxígeno en los hospitales. Sin embargo no faltan gente dispuesta a entregarlo todo para salvar a otras personas, como es el caso de Rosy y su marido Pascal Saldanha, un matrimonio católico de Malvani, un suburbio de Bombay. Rosy es diabética y lidia con numerosas enfermedades, pero ha decidido donar las bombonas de oxígeno que tiene en su casa para emergencias y entregarlas a enfermos graves de COVID-19. “Debemos ayudar siempre a los pobres y a los necesitados”, dice a AsiaNews, de 52 años, que tuvo que dejar su trabajo de profesora en la escuela St. Xavier, de Borivali, después de 12 años, a causa de su enfermedad. “Estoy enferma”, explica, “pero hay que apoyar a los que tienen dificultades, hacerlos felices. Nuestros hijos Anselmo y Shalom nos animan a ayudar a los demás”.

La historia la cuenta su marido Pascal: “El 18 de abril, en el punto más álgido de la segunda ola de la pandemia de coronavirus, mi amigo de la infancia Rafique Siddiqui me contó que una profesora de la Holy Mother English School -la escuela de la que es director- no podía conseguir oxígeno para tratar a su marido, que se había contagiado de COVID”.

Pascal tardó poco en contárselo a Rosy, la cual decidió donar la bombona de oxígeno que tenía en casa para las emergencias. Rosy es diabética, en 2016 tuvo una hemorragia cerebral y acabó en coma; sus riñones colapsaron y desde entonces sufre una parálisis leve. Al llegar al hospital, pesaba 65 kg; tras un mes en cuidados intensivos, bajó 20 kg. Desde que regresó a casa, tiene que someterse a diálisis tres veces por semana. Ahora pesa 40 kg, pero sigue teniendo riesgo de infección.

Rosy y Pascal, los donantes católicos en el suburbio de Bombay donde viven

Cuando donó el tanque de oxígeno, le preguntaron si tenía miedo a lo que pudiera pasar y su respuesta fue muy clara: “No te preocupes por mí, si vivo o muero es un regalo de Dios. Salvemos la vida de los enfermos”.

Pascual explica que gastó 20 millones de rupias, unos 225.500 euros, en el tratamiento de Rosy: “Nos vimos obligados a vender nuestra segunda vivienda para hacer frente a los gastos”. La situación se ha complicado porque con la emergencia sanitaria hay pocas bodas y su trabajo como decorador se ha visto afectado. Pero su fe va por delante: “A pesar de ello, estamos encantados de ayudar a los demás con lo que tenemos”.

Rosy ha vendido sus joyas para comprar más tanques de oxígeno y donarlos. Entre los dos han recaudado 80.000 rupias, 900 euros, con lo que han podido ayudar por ahora ocho enfermos de COVID que estaban prácticamente desahuciados por la falta de oxígeno. El próximo paso, explica Pascal, “es vender mi generador por 400.000 rupias, unos (4.500 euros, para seguir ayudando a otros enfermos”.

No es una generosidad fruto del estado de alarma, pues cuentan Pascal y Rosy que “siempre hemos donado una parte de nuestras ganancias para ayudar a los pobres. Rosy es una inspiración para mí. Ayudamos a 30 niños del orfanato Prem Sadan. Durante la pandemia distribuimos dos toneladas de cereales y legumbres. Mucha gente me agradece esta ayuda, pero yo les digo: 'No me agradezcan a mí, agradézcanle a mi esposa'. Ella es la que me pidió que compartiera el oxígeno y salvara vidas”.