Jean-Claude es francés y nunca tuvo una vida muy convencional. "Mi nombre es Jean-Claude. Vengo de una familia francesa por parte de padre y polaca por parte de madre. Fui profesor de matemáticas y de deportes. Siempre fui muy fiestero: mis padres me pagaron un equipo de sonido y ponía música en las bodas", comienza diciendo en la web Dècouvrir Dieu.

Sus ganas de aventura le llevaron al segundo país más pobre del mundo: Burkina Faso. "Me fui a vivir a Uagadugú, a trabajar en una escuela técnica. África me marcó: por su acogida, sencillez y hospitalidad. Me quedé marcado por lo que viví allí. Tuve que volver a Francia, y fue como una bofetada, me costó mucho superarlo", reconoce.

Algo que no estaba bien

Con lo que había aprendido de su paso por África, Jean-Claude abrió una academia de baile. "Daba clase de danza africana y de jazz. Un día, en una clase, conocí a Dominique, que se convertiría en mi futura mujer. Entonces nos dijimos que debíamos buscar un lugar para crear una escuela de baile más grande", afirma. 

"Y llegamos a un lugar donde se alquilaba una habitación. Había un señor en lo alto de una escalera. Siempre recordaré a este hombre bajando la escalera, y enseñándonos la habitación. Allí en grande, estaba escrito: "Si crees, verás la gloria de Dios". Me quedé tan asombrado", reconoce.

"Me fui a vivir a Uagadugú, a trabajar en una escuela técnica. África me marcó: por su acogida, sencillez y hospitalidad".

Y aquel señor les hizo una propuesta. "Me dijo que era pastor y que vendía su antigua iglesia en el centro de Lens. Fuimos a verla y la compramos. Con el tiempo recibo una invitación del pastor para inaugurar la que sería su nueva iglesia", comenta Jean-Claude.

"Acudí por educación y me senté discretamente al fondo de la iglesia. Veía las flores, los cantos... me recordaba un poco a África. Y entonces, había alguien que hablaba del Evangelio y aquello me tocó el corazón", afirma.

Jean Claude se marchó de allí y, por la noche, se encontró en una discoteca con Dominique. "Tenía algo dentro de mí que no estaba bien, estaba un poco avergonzado, no sé muy bien por qué. Le dije que nos fuéramos a casa. Entonces ella se fue con sus padres y yo volví a mi apartamento. Y luego, me fui a la cama", explica.

Y, a medianoche, durante una hora no dejó de llorar. "Tres días después, fui a una universidad católica para conseguir un trabajo como profesor de matemáticas y me aceptaron. Y, después, me encontré con un catequista que me dijo: "¡Jean-Claude, experimentaste una conversión!", recuerda.

Puedes ver aquí el testimonio completo de Jean-Claude.

"Así compramos la escuela de baile, dimos clases... y lo que antes hacía siempre para mi gloria, ahora lo hacía todo para la gloria de Dios. Mi vida cambió mucho y mis hijos se han beneficiado de ello. Una conversión es algo que marca: ha sido como una especie de sello dentro de mí", concluye.