A los trece años de la legalización de la eutanasia en Bélgica, desgraciadamente ya aceptada por casi toda la sociedad como un modo de salida normal ante cualquier tipo de sufrimiento, el país vuelve a discutir sobre la ley frente a un caso tan trágico que, por lo menos, ha causado alguna perplejidad.


Los hechos se remontan a 2009, pero no los han dado a conocer hasta la semana pasada los familiares de una mujer que había pedido y conseguido la eutanasia a pesar de no tener ninguna enfermedad. Tine Nys, que entonces tenía 37 años, acababa de romper su relación con el hombre con el que convivía, viendo acabarse definitivamente su deseo de casarse y tener hijos. Buscó un médico que estuviera dispuesto a practicarle la eutanasia hasta que encontró, casi cuatro meses más tarde, concretamente el 24 de abril de 2010, al que la mataría con una inyección.

Quienes contaron la historia frente a las cámaras de televisión del programa Terzae fueron sus dos hermanas, Lotte y Sophie, denunciando la desenvoltura con la que se llevó a cabo un homicidio en el que, sin embargo, también participaron los familiares.

Las hermanas, aunque se proclaman favorables a la legalización de la eutanasia , denuncian que la joven no fuese dirigida a algún médico que pudiera curarla; de hecho, en los documentos no hay ningún diagnóstico de “enfermedad mental incurable”, necesario para el procedimiento. A falta de una motivación legal, los médicos, dos meses antes de la muerte, le diagnosticaron "autismo", pero sin presentar el caso a la comisión gubernamental encargada por ley de controlar la petición de eutanasia.


Pocas horas antes de su muerte, Tine llamó a una de sus hermanas pidiéndole ayuda: «No me atrevo, no puedo hacerlo». La hermana recuerda que esas eran las únicas palabras que ella quería oír. Pero cuatro horas más tarde la actitud de Tine había cambiado por completo: «Creo que había tomado algún medicamento».

Lo que está haciendo discutir al país no es sólo la superficialidad del procedimiento, sino las condiciones en las que Tine falleció, relatadas entre lágrimas por las hermanas. El médico se presentó en casa sin un soporte en el que colgar la bolsa del líquido letal, que situó de mala manera en el borde de un sillón. Durante la inyección, la bolsa cayó sobre el rostro de la mujer. Tampoco tenía esparadrapo con el que fijar la aguja en la vena, por lo que pidió al padre de Tine que la sujetara con las manos. El hombre obedeció temblando. Por último, pidió a los padres que controlaran con el estetoscopio si el corazón de su hija aún latía.

Más tarde la familia denunció a las autoridades a los tres médicos que habían dado el consentimiento a la eutanasia, grabando a escondidas su conversación: «Hubiera preferido que su decisión fuera otra, pero era su decisión», admitió uno, si bien «tal vez se debería pedir una pausa a las personas a las que técnicamente les gusta practicarla [la eutanasia]».

Los familiares denunciaron por negligencia al médico que practicó la eutanasia, descubriendo que no había sometido el caso a la comisión belga encargada de valorar las peticiones. Pero la comisión, a pesar de que no se siguieron todos los procedimientos correctos, abandonó el caso.


«Fue terriblemente perverso», «inhumano», comentaron las hermanas al describir el modo como Tine murió y reabriendo el debate sobre la ley. Sin embargo, como se ha dicho, confirmaron su apoyo a la eutanasia.

Este hecho es muy significativo, subraya Carine Brochier, directora del Instituto Europeo de Bioética: Bélgica no quiere abolir la eutanasia, a la que ya nadie se opone, ni siquiera el partido democristiano, demostrando que el impacto de la ley «sobre la mentalidad de la sociedad es enorme».


Carine Brochier destaca cómo la legalización de la eutanasia ha terminado por normalizarla hasta suprimir la inicial oposición a la ley.

Además, a pesar de que el debate haya empujado a algunos a considerar necesaria la introducción de nuevas limitaciones a la norma, poco se puede esperar de posibles revisiones: «Es necesario tener honestidad intelectual y admitir que no controlamos la ley (…) a pesar de las palabras tan bien elegidas sobre el papel. También Francia ha tenido dificultad para elegir las palabras con las que redactar la ley. El ejemplo de Bélgica demuestra que éstas no son suficientes». Efectivamente, una vez que «es legalizada la muerte inducida, automáticamente se pasa a una sociedad donde la solidaridad queda comprometida».

(Publicado en Tempi, traducción de Helena Faccia Serrano, diócesis de Alcalá de Henares)