En 1983 el sacerdote ortodoxo ruso Alexander Men acudía a citaciones e interrogatorios agotadores de la KGB. Detenían a sus discípulos y los deportaban, y registraban su parroquia poniéndola patas arriba. Era una especie de peligroso enemigo del Estado.

Apenas siete años más tarde, el 9 de septiembre de 1990, fue asesinado con un hacha en un camino en el bosque, mientras se dirigía a celebrar misa. Rusia se conmocionó.

Boris Yeltsin, que entonces era presidente del Soviet Supremo de lo que todavía era la Unión Soviética, pidió un minuto de silencio en la cámara. Para entonces Alexander Men se había convertido en el cura más famoso de Rusia.



En sus últimos dos años de vida se multiplicaron
los asistentes a sus charlas y predicaciones


En septiembre de 2015 se cumplen 25 años desde su asesinato y aún no se sabe nada claro del autor ni de la motivación. La investigación se cerró a toda prisa. Fue asaltado en el bosque y le golpearon con un hacha en la base del cráneo.

En “Crimen y Castigo”, de Dostoyevsky, el hacha es el arma del nihilista Raskólnikov que en su carrera por llegar a ser un superhombre sin límites no se le ocurre nada mejor que matar a una vieja a hachazos. El hacha es también el arma alabada del pueblo trabajador contra el opresor… y el de los progromos que matan judíos. Muchos coinciden en que era un arma, y un crimen, que buscaba amedrentar y asustar cuando las cosas estaban cambiando en Rusia. Muchos perdían el miedo después de 7 décadas de terror... y eso no se podía permitir.


Alexander Men, vestido con sotana blanca con
motivo de la Pascua, predica en un estadio en
una gran concentración convocada por
cristianos protestantes... algo ajeno al estilo 
ortodoxo, pero Men sentia que había poco tiempo
y muchas almas por tocar



¿Quién mató al padre Men? Él era un predicador muy popular, que había impartido más de 200 conferencias en el último año y medio, al aflojarse el acoso a la religión, llenando teatros y una vez hasta un estadio, con cristianos protestantes. Tenía un título de química y en sus predicaciones hablaba de ciencia y fe. Su lenguaje era moderno y el hombre soviético, ya casi postsoviético, le entendía bien, al contrario que a otros religiosos que repetían discursos del siglo XIX poco o nada comprensibles.


Había nacido judío: su madre, una judía siempre atraída por el bautismo, se bautizó con él al poco de nacer el niño, pese al peligro y discriminación que eso significaba en 1935, en plena persecución contra los cristianos.

Él se sentía un judío cristiano, profundizaba y anunciaba las raíces judías de Jesús. Su libro Jesús el maestro de Nazaret”, pensado para ese hombre descristianizado por 7 décadas de persecución comunista, insistía en presentar a un Jesús anclado en su pueblo judío pero a la vez buscando el corazón de todos los hombres para liberarlos. 



Millones de personas han leído este libro, que se editó por primera vez con pseudónimo en 1968 en Bruselas, gracias al trabajo de dos católicas devotas de origen ortodoxo volcadas en imprimir libros religiosos en ruso en el extranjero e introducirlos en Rusia, Asia Douroff e Irene Posnoff. La red que organizaron con el padre Antonio Ilc, católico esloveno de rito oriental, introdujo más de cien títulos religiosos en el país.

El libro de Men circulaba de mano en mano. Y desesperaba a los oficiales de la KGB encargados del control religioso. Sus predicaciones, ecuménicas, tendiendo la mano y el deseo de unidad fraterna a católicos y protestantes, molestaron a elementos ultranacionalistas ortodoxos. Le llegaron cartas acusándole de servir a Satanás ya que trabajaba con servidores del demonio, como los papistas, quizá por ser él un abyecto judío


¿Quién mató, pues, al padre Alexander Men? ¿Fueron los servicios secretos de la KGB, despechados porque siempre pudo esquivarlos y ahora era una estrella de masas? ¡La televisión le acababa de proponer un programa semanal! ¿Fueron agentes involucionistas que querían acabar con los aires nuevos y reinstaurar un comunismo de línea dura?

¿O fue algún fanático ultraortodoxo que consideraba que era un tibio liberal y servidor de Satanás? ¿O un nacionalista antisemita que lo odiaba por ser judío y no avergonzarse de ello y presentar un Jesús demasiado judío para una visión racista? ¿O la KGB usó a un loco o desequilibrado, o a un fanático, y luego lo hizo desaparecer? Veinticinco años después, la fama del padre Alexander Men no ha dejado de crecer pero los misterios sobre su asesinato no se resuelven. 




Once días antes de su muerte recibió en su parroquia al sacerdote católico francés Daniel Ange, quien le habló de su escuela de evangelización Jeunesse Lumiere, que actualmente sigue en pleno funcionamiento. Juntos veían que faltaba formar bien a los nuevos conversos y también apresurarse en llegar a las personas con inquietud espiritual que iban siendo atrapadas por sectas y engañosas prácticas de “nueva era”.

¿Cómo habría sido Alexander Men hoy? Tendría 80 años. Con 83 años, su amigo Daniel Ange sigue predicando por las calles, formando docenas de jóvenes evangelizadores y participando en las Manif Pour Tous en defensa de la familia en Francia, en un país hostil a la fe como es Francia. Quizá Men en Rusia habría sido una figura mediática, quizá con Men no habría habido un Vladimir Putin, o habría sido un Putin distinto.

Men representaba un ala renovadora de la Iglesia, que miraba con fraternidad al catolicismo. Desde que tenía 15 años, Men había leído y tomado como ejemplo a Soloviev, un ortodoxo que se consideraba católico y deseaba la unidad de los cristianos.

En el aniversario de su muerte, muchos, católicos y ortodoxos, lo han recordado, han orado por él, y sin duda muchos piden su intercesión considerándolo un mártir de la fe liberadora de Cristo.



Pocos saben que una de las fotos más conocidas de Alexander Men está hecha por el sacerdote católico Stefano Caprio, quien durante más de 10 años estuvo trabajando en Rusia. Gaudete.ru le entrevista por el 25º aniversario de la muerte de ese gran predicador y divulgador cristiano.


Foto que el padre Stefano Caprio realizó
de Alexander Men


- Sí, le conocí. Y nuestro trato fue bastante cercano. Le conocí en Rusia en 1986. Estuve en su casa en el pueblo de Novaya Derevnia (a 30 km al este de Moscú), y acordamos de su futuro posible viaje a Italia. La causa principal de ese viaje eran unos problemas por los que pasaba su hija, Lialia, que había emigrado. Se vio en Austria, sin nacionalidad. Le estábamos ayudando a afincarse en Italia. El primer viaje a Italia del padre Men se debió precisamente a esos problemas de su hija.

»Su segundo viaje lo dedicó a visitar universidades y facultades de teología. Sobre todo a los especialistas de biblística, que le interesaban. Visitó a amigos, comunidades… Una variedad de encuentros.


- Una fuerte impresión. Es uno de los sacerdotes que habían influido en la formación de mi personalidad y mi vocación sacerdotal. Su amor a la vida y amistad fueron para mí un gran descubrimiento.

»Primero, me impresionó como sacerdote, pastor. Segundo, como un divulgador de la cultura cristiana. Su apertura, su capacidad de transmitir el Evangelio por varios medios. No solamente directamente, a través de las homilías o liturgia, sino mediante la cultura, otras manifestaciones. Entonces yo pensaba que si no fuera ya cristiano, me habría convertido escuchando al padre Men. Viéndolo, entendía que quería ser un sacerdote parecido a él.

- No participé en eso directamente. Cuando le mataron, yo ya estaba en Rusia. De hecho, fui uno de los primeros que tocaron su cadáver. Y luego no sabía qué hacer para preservar y divulgar mejor su legado. Yo personalmente quería llevarlo a mis feligreses.

»No pensé que sus libros podrían ser traducidos a otros idiomas. Sus libros están escritos específicamente para Rusia. Son muy impactantes, y en este sentido son muy valiosos para los lectores de todos los países tanto del Oriente como del occidente. Pero fueron escritos en el contexto de Rusia, y específicamente de Rusia de los 70-80. Como especialista en teología y biblística era convincente, aunque no diría que original o genial.

»Fue muy buen popularizador de la cultura cristiana, cultura bíblica, historia de las religiones. En este contexto su literatura es muy valiosa e importante. Aunque, está claro, en el occidente abunda ese tipo de literatura. Por otra parte, su testimonio personal y su martirio añaden un valor especial a sus libros. Por eso me alegró de que los hayan traducido a otros idiomas. Y estoy agradecido a las personas que se implicaron en ello.

- Vine a Rusia en 1988. En 1990, el último año de vida del padre Alexander, fui capellán de la embajada de Italia en Rusia y tenía una relativa libertad de movimiento. Era uno de poquísimos sacerdotes católicos de Moscú. Antes le había acompañado en sus viajes por Italia y éramos amigos. No era nada raro en que estuviéramos en contacto.

»Durante casi dos años le visité prácticamente cada semana. Estuve presente durante sus charlas, predicaciones, encuentros con varias personas. Se puede decir que parcialmente participé en su actividad. Además, los últimos meses de su último año, cuando aumentaba la libertad en el país, intentaba reunir varias de sus comunidades y organizar un movimiento común.

»Aquel mes de septiembre cuando le mataron, estaba previsto un encuentro de los responsables y miembros de sus comunidades. Yo también tenía que participar. En cierto sentido, el momento de matarlo había sido elegido con mucha precisión. Así se impidió que aquel mundillo que surgía y daba vueltas alrededor de él llegara a unificarse realmente.

»Pasaba mucho tiempo con él, además, porque tuve que acompañarle en sus viajes de Nóvaya Derévnia a Moscú. Él no quería vivir en la capital. Decía que le sería muy pesado vivir allí. Prefería vivir en su parroquia y solo visitaba Moscú de vez en cuanto. A menudo le llevé en nuestro coche de embajada. Me gustaba participar en sus encuentros con la gente, me encantaba escucharle. Para mí fue un tiempo de gloria…


Alexander Men en su parroquia de 
Nóvaya Derévnia



- Aquella tarde cuando le mataron, yo estaba en otra ciudad cerca de Moscú, Balashija, en una de las comunidades de su círculo. Estábamos en oración. Era un encuentro ecuménico, estaban presentes tanto ortodoxos como católicos. Y nos comunicaron que acababa de ocurrir un atentado contra el padre Men, justo durante la oración. Todos nosotros nos precipitamos en varias direcciones. Algunos fueron al depósito de cadáveres. Yo, de madrugada, fui a Nóvaya Derévnia, adonde habían trasladado su cuerpo. Lo toqué y lo bendije según el rito católico, inmediatamente cuando lo trajeron al templo. Luego se celebró el funeral, vino la gente que le quería mucho.


- Es muy actual. El padre Alexander miraba al futuro, y un futuro muy superior a 25 años. El diálogo entre varias denominaciones cristianas, un diálogo entre religiones hoy es sumamente necesario y no exclusivamente en Rusia. El padre Alexander dejó tras de sí un hueco que hasta hoy permanece vacío, a pesar de múltiples frutos que crecieron gracias a su legado. Pienso que ahora, después de varios cambios y transformaciones en la sociedad rusa y europea, es la hora de volver hacia él, su perspicacia y clarividencia.

(Entrevista publicada originariamente en Gaudete.ru, traducido del ruso para ReL por Tatiana Fedótova)

En el vídeo, la procesión católica de Corpus Christi en San Petersburgo, Rusia, recuperada recientemente; los católicos puede que sean un millón de personas en todo el país