El genial arquitecto Antonio Gaudí fue atropellado por un tranvía el 7 de junio de 1926, mientras se dirigía al oratorio de San Felipe Neri, en Barcelona, para su oración cotidiana matinal y para hablar con su confesor, mosén Agustí Mas i Folch.

El golpe lo dejó aturdido y puesto que iba sin documentación y con sus ropas viejas y desaliñadas, lo tomaron por un mendigo. Tardaron mucho en asistirlo. ¡Tres taxis, o más, se negaron a detenerse para ayudar a transportarlo! Por la acción de un Guardia Civil, finalmente lo llevaron a un hospital de pobres y murió allí 3 días después, el 10 de junio.

Recuperamos un artículo que detalla sus momentos finales, de la pluma del arquitecto y erudito especialista en Gaudí Joan Bassegoda Nonell (1930-2012), gran difusor de su vida y obra, y uno de los impulsores de su causa de beatificación. La Asociación Pro Beatificación de Antoni Gaudí es quien lo ha publicado en este aniversario de su muerte.

Seis días de junio

por Juan Bassegoda Nonell

A las seis y cinco de la tarde del lunes 7 de junio de 1926, el arquitecto Antonio Gaudí, que contaba setenta y tres años cumplidos, se disponía a cruzar la Gran Vía entre Bailén y Gerona, en su habitual paseo entre la Sagrada Familia y el oratorio de San Felipe Neri, junto a la catedral.

Pasó por encima de los raíles del tranvía que, con el disco nº 30, circulaba entre la plaza de Tetuán y el paseo de Gracia. Al intentar el paso sobre las vías en dirección Paseo de Gracia a Plaza de Tetuán, se apercibió de la proximidad de un tranvía sobre esta vía y procedió a retroceder, momento en el cual otro tranvía, circulando en sentido contrario, le propinó un fuerte golpe en el hipocondrio derecho, a consecuencia del cual cayó al suelo sufriendo conmoción cerebral.

Los taxis no paraban: actuó bien un guardia civil

Unos transeúntes lo levantaron e intentaron parar al menos tres taxis que no se detuvieron, eludiendo la posibilidad de llevar al herido a un centro sanitario. Fue el Guardia Civil Ramón Pérez Vázquez, del Tercio 21º, quien obligó al chófer de otro taxi a conducir al herido a la Casa de Socorro de la Ronda de San Pedro, permaneciendo a su lado hasta la llegada de la ambulancia que lo trasladó al Hospital de la Santa Cruz.

El chófer en cuestión, Ramón Cos pertenecía a la Compañía General de Coches y Automóviles. Precisamente los albaceas testamentarios de Gaudí, mosén Gil Parés Vilasau, capellán custodio del Templo, el doctor Pedro Santaló Castellví y el arquitecto Domingo Sugrañes Gras, conjuntamente con la Junta Constructora del Templo, acordaron dirigir un escrito de agradecimiento al jefe de la Guardia Civil de Barcelona por la conducta ejemplar del guardia Ramón Pérez.

Al parecer Gaudí ingresó consciente en la Casa de Socorro, a las seis de la tarde, y dio su nombre al Dr. López, médico que le asistió, pero el retraso en la llegada de la ambulancia, el cambio de turno del personal y el desvanecimiento de Gaudí, originaron que a la llegada al Hospital de la Santa Cruz no fuera identificado, fue trasladado a la sala de traumáticos del Dr. Homs donde, entre las diez y las doce de la noche, fue localizado por mosén Parés y el arquitecto Sugrañes, después su infructuosa visita al Hospital Clínico.

El Hospital de la Santa Cruz en la época de la muerte de Gaudí

"Dios mío, Dios mío", decía casi inconsciente

Por la mañana del martes 8 de junio, Gaudí fue trasladado a la habitación llamada de San José donde quedó instalado, aunque previamente fue reconocido, se hizo una radiografía de tórax, se vendó la zona afectada y se procedió a inmovilizarla mediante yeso por el Dr. Trenchs, que advirtió varias costillas fracturadas, seguía la conmoción cerebral, se temía por una fractura de base de cráneo y eran apreciables fuertes contusiones en los pies y piernas además de erosiones en la mejilla y oreja izquierdas, permaneciendo prácticamente inconsciente aunque pudo recibir a comunión de manos de mosén Parés.

Las únicas palabras que consiguió articular en su agonía fueron ¡Dios mío, Dios mío!. Corrió la noticia de su grave estado y las autoridades se interesaron por el estado del paciente, el obispo Mons. José Miralles Sbert, el presidente de la Diputación y al alcalde. El miércoles 9 de junio prosiguió el estado de inconsciencia del accidentado.

El jueves 10 de junio pareció reaccionar y mejoró el color de sus mejillas, respondiendo con un amén las plegarias de quienes le rodeaba.

Mediada la mañana visitó al enfermo el obispo Miralles, que conocía a Gaudí de cuando trabajó en Mallorca. A las cinco y ocho minutos de la tarde de aquel jueves 10 de junio expiró rodeado de sus amigos y colaboradores.

Entre sollozos, el escultor Matamala hizo su máscara mortuoria

El cadáver fue amortajado con el hábito negro de la cofradía de Ntra. Sra. de los Dolores y expuesto en la sala de médicos, convertida en capilla ardiente. A poco de fallecer, el escultor Juan Matamala Flotats, entre sollozos, hizo la máscara mortuoria de Gaudí, conservada actualmente en el Museo de Arquitectura de la Real Cátedra Gaudí.

La máscara mortuoria de Gaudí, su rostro al morir

En la mañana del viernes 11 de junio los albaceas testamentarios de Gaudí dieron a conocer las disposiciones del finado concernientes a su entierro. De acuerdo con tales disposiciones se estableció que la ceremonia se realizara con gran sencillez. El féretro sería de madera de roble, sin adornos ni herrajes, con tan solo un crucifijo de madera en la tapa.

El entierro no tendría carácter oficial, no se admitirían coronas, ni la participación de bandas de música, la única insignia que figurará en el entierro será la bandera de la Asociación Espiritual de Devotos de San José.

Se oficiaron distintas misas en la capilla ardiente y el Excmo. Cabildo Catedral de Barcelona se ofreció para que el entierro atravesara la catedral y pudiera cantarse un solemne responso, el Gobierno accedió a que fuese enterrado en la cripta del Templo y la Casa de Caridad ofreció gratuitamente el mejor de sus coches fúnebres.

Para conocer más sobre la fe de Gaudí visite la web de la Asociación Pro Beatificación de Antoni Gaudí