Lo más difícil en cualquier versión de Marcelino Pan y Vino, el relato de José María Sánchez Silva (1911-2002) escrito en 1953 y traducido a decenas de idiomas en todo el mundo, es superar la primera versió cinematográfica de Ladislao Vajda en 1955 y, en ella, la mirada de Pablito Calvo al crucifijo del desván, las preguntas a Cristo sobre las madres de ambos y la certeza y pureza de su confesión:

-¿Sabes quién soy?

-Sí. Eres Dios.

El mexicano José Luis Gutiérrez logró en 2010 un magnífico remake que acaba de aparecer en DVD tanto en español como en inglés y donde el pequeño Mark Hernández logra una excelente recreación del personaje literario, ambientado esta vez en la Revolución Mexicana de 1910 contra Porfirio Díaz.

El milagro de Marcelino alcanzó en 2011 el premio del Festival Internacional de Cine Católico Mirabile Dictu, organizado por el Consejo Pontificio de la Cultura, donde volvió a conmover la historia del pequeño criado por los frailes, la alegría del convento cuyas misteriosas visitas al lugar que le habían prohibido le permitirán conocer a Jesús, a quien cuidará y alimentará hasta que le lleve a ver a la madre que no conoció.

“Lo que hace falta muchísimo en México es un cine más familiar, inspirador”, explicó Agustín Pérez Santiago, uno de los productores, según recoge Aciprensa. Para el director, José Luis Gutiérrez, el reto fue muy motivador: "Decidí entregarme al cien por cien de mis capacidades emotivas intelectuales y narrativas”. Lo hizo, e incluso obtuvo algo más que un gran resultado artístico: “La película ha sido un gran vuelco en mi vida personal”.

Pero era consciente de cuál era la clave del éxito: "Si no teníamos un niño Marcelino, no teníamos película”. Y en esto apareció Mark. Trabajar con él fue, para Fray Huerta (Waldo Facco), "muy divertido, y también fue aprender cómo un niño de su edad aborda la actuación, el personaje, las emociones": la historia de Marcelino es “muy tierna, habla de cosas de las cuales a mí me gusta hablar, como del amor, de la fe”, concluye Facco.

El milagro de Marcelino se rodó en un rancho de principios del siglo XIX que "se estaba cayendo a pedazos", según recuerda Ana Magis, la directora de Arge del film. Y la música, compuesta por Felipe Pérez Santiago, se grabó en Praga con la orquesta sinfónica nacional de Chequia.

Todo contribuye a la perfección del film, que no quiso ser una copia exacta de la de Vajda: "Si no", remata Agustín Pérez Santiago, "¿para qué haces un remake?".