Este 1 de abril se estrena en los cines españoles la película “Altamira”, protagonizada por Antonio Banderas y con participación de RTVE. Se trata de un película que pretende recrear lo sucedido en torno al descubrimiento de las pinturas de la Cueva de Altamira, hallazgo realizado por Marcelino Sanz de Sautuola (1831-1888), bisabuelo del difunto banquero Emilio Botín. Sanz de Sautuola fue un santanderino de origen hidalgo y licenciado en derecho, que decidió dedicarse por afición a la prehistoria tras visitar la Exposición Universal de París de 1878, donde se exhibían multitud de fósiles y otros restos arqueológicos, pensando que tenía que haber muchos de aquellos objetos en su Cantabria natal.

Un buen día de 1879, acompañado de su hijita, se metió en un agujero de cuya existencia le había dado cuenta Modesto Cubillas, se despistó buscando objetos prehistóricos, y escuchó un inolvidable “¡Papá, mira, hay bueyes pintados!”

Al acercarse a la sala quedó atónito ante las pinturas rupestres. No dudó un instante en percibir la magnitud del hallazgo, que comunicó en la histórica publicación “Breves apuntes sobre algunos objetos prehistóricos de la provincia de Santander”, sin imaginar el calvario que le vendría encima.



Sanz de Sautuola y Juan Vilanova, católicos

Lo que pasó después puede leerse en el libro “Altamira. Historia de una polémica”, de José Calvo Poyato, publicado recientemente por Stella Maris, que lo narra de una manera bastante aceptable. Es en este texto donde podemos encontrar explicada con claridad y en varias ocasiones la condición de católico practicante de Marcelino Sanz de Sautuola, hecho que no queda en absoluto referido en los textos ni materiales promocionales de la película ni en el tráiler.

El principal apoyo científico de Sanz de Sautuola fue Juan Vilanova Piera, catedrático de la Universidad Central de Madrid y científico también católico para más señas –como también se indica en el mencionado libro- que se puso de su parte certificando la autenticidad de las pinturas desde el descubrimiento de las mismas hasta la muerte del descubridor.

Para ambos, miembros de la Iglesia Católica, la conciliación entre la Teoría de la Evolución y la fe era perfectamente compatible, y por supuesto la conciliación con el relato de la Creación recogido en la Biblia, que ya entonces se sabía que no era obligatorio interpretarlo literalmente. Muchos paleontólogos españoles de finales del siglo XIX y principios del XX eran católicos devotos que no veían contradicción entre su fe y esta ciencia. Algunos de ellos murieron como mártires de la fe en la persecución religiosa durante la Guerra Civil (lo contamos aquí con el caso de Fidel Fuidio y sus compañeros). 

¿Católicos asustados por Altamira?

En algunos materiales promocionales de la película “Altamira” y en algunos textos periodísticos sobre ella se sugiere o directamente se afirma que la Iglesia Católica negó la autenticidad de las pinturas. La verdad es más bien la contraria. Los defensores de Altamira (su descubridor, Marcelino Sanz de Sautuola, Juan Vilanova Piera y otros científicos católicos) eran cristianos convencidos y entusiastas de la ciencia.

El tráiler presenta a la esposa del descubridor como una católica fanática. Al parecer representa a una supuesta mujer católica “media”, algo histérica e ignorante. Este recurso narrativo ya lo vimos en la película “Camino” (falseadora de la verdad histórica de la vida de la niña en proceso de beatificación Alexia Barros). Presentar el catolicismo como una opción de mujeres fanáticas parece implicar cierto toque machista que desprecia la capacidad de raciocinio del sexo femenino.

La Iglesia no criticó ni temió Altamira

La realidad es que ni en la época del hallazgo de Altamira ni en la nuestra hay una enseñanza oficial de la Iglesia Católica que diga que la existencia de hombres prehistóricos o la evolución atenten contra las verdades de la Biblia.

Calcular la edad de la Tierra leyendo literalmente los textos del Génesis es una práctica que nunca tuvo un respaldo firme del Magisterio.

Tampoco se pronunció oficialmente la Iglesia Católica ni en España ni en el Vaticano sobre la autenticidad o falsedad de las pinturas de Altamira.

Asumir que la Iglesia española se opuso al hallazgo o estudio de las pinturas o a su atribución prehistórica, decir que se enfrentó a su descubridor (católico) es una acusación gratuita y no científica. No es difícil sospechar que tras la película haya un planteamiento de ideología laicista.


Cartel de la película, con el cura que hace de malo y pone cara de malo... en realidad, los defensores de Altamira eran católicos fervorosos.

Este planteamiento laicista se adivina perfectamente en la cara del cura católico en el cartel de la película, que es “la cara del malo”. Podrían haber buscado rostros afables, como el del Papa Francisco, pero eso no encajaría en su distorsión ideológica.

Encajar la fe y la evolución: ya se hacía entonces

Ya en 1868, a los pocos años de hacerse pública la propuesta darwiniana y once años antes de descubrirse las pinturas de Altamira, el sacerdote católico Raffaelo Caverni postuló la compatibilidad entre evolucionismo y fe en su obra “Nuevos estudios de filosofía. Discursos a un joven estudiante”. Su tesis, que ya argumentó el científico católico Galileo, es que la Biblia no contiene falsedades pero que su cometido es llevarnos al Cielo, a Dios, y no describir verdades científicas. Se distanciaba del literalismo y encajaba los hechos en un evolucionismo teísta y finalista.

Más tarde Pío XII, en 1950, en un intento de reducir la creciente confrontación, más ideológica que otra cosa, hacia una declaración “oficial” de la Iglesia en la Humani generis diciendo que el evolucionismo era una teoría que debía ser estudiada, y que en ningún caso el alma provenía de otro lugar que no fuera Dios mismo.

Ya San Agustín, en el siglo IV, aconsejaba abandonar la interpretación literal de los textos bíblicos cuando los hechos empíricos la contraviniesen, y aceptaba una interpretación no literal conciliadora con la ciencia.

En la misma línea de oficialidad de la Iglesia decía San Juan Pablo II: “La evolución presupone la creación, y la creación se presenta a la luz de la evolución como un suceso que se extiende en el tiempo…no existen obstáculos entre la fe y la teoría de la evolución, si se las entiende correctamente”. Juan Pablo II añadió en 1996 frente a la Asamblea de la Pontificia Academia de Ciencias que ”…el evolucionismo es algo más que una hipótesis…”.

Algún cura anti-evolución: la excepción y matizada

Otra cosa es la excepción de miembros de la Iglesia no del todo bien informados y excesivamente enconados contra las deducciones materialistas de la Teoría de la Evolución. Un ejemplo sería el caso de Francisco de Asís Aguilar y Serrat. Aguilar se licenció en Ciencias Naturales en 1852, fue ordenado sacerdote en 1854, fue profesor de matemáticas, historia y autor prolífico de temas culturales y científicos. En 1881 fue nombrado obispo de Segorbe. Antes de eso, asesoró científicamente al entonces obispo de Granada, Bienvenido Monzón, para condenar como herética no tanto la evolución como la deducción errónea de la inexistencia de Dios a partir de una lectura materialista de los hechos paleontológicos.

Aguilar sería una excepción, y muy matizada, y las excepciones sirven para confirmar la regla: la regla para la Iglesia Católica fue aceptar la evolución como un fenómeno compatible con la Creación de Dios, condenando solo la interpretación materialista de dicha teoría.

Las niñas que repiten el catecismo

No parece que la película Altamira vaya a recoger con fidelidad el ambiente científico y religioso de la época que retrata. El tráiler se inicia con unas niñas recitando de memoria: “¿Quién creó el mundo? Dios creó el mundo. ¿Y quién es Dios? Dios es el Creador del cielo y de la Tierra y de todas las cosas”. Esta verdad revelada es perfectamente compatible con la Teoría de la Evolución y la autenticidad de las pinturas de Altamira.

Pero la película lo presenta como un absurdo memorizado acríticamente… aunque, por otra parte, a finales del s.XIX todo el mundo (médicos, abogados, químicos, historiadores…) estudiaban memorizando, no sólo las niñas en catequesis. De nuevo, parece haber una desconfianza hacia la capacidad de razonar de la mujer.

También es gratuita la frase: “Es el hombre desafiando la voluntad de Dios”. Y la del cura que proclama “Mi deber es proteger la fe de la Iglesia”, como si la fe o la Iglesia se vieran amenazados por la autenticidad de las pinturas, algo que ha quedado bastante claro que casi nadie sintió, y menos científicos católicos como Sanz de Sautuola o Juan Vilanova.

No menos laicista y ficticia es la frase puesta en boca de Sanz de Sautuola en el tráiler: “Si alguien explora el misterio de la Creación, le despoja de su grandiosidad”.

De lo que sí se da cuenta cabal en el libro “Altamira. Historia de una polémica” es de los ataques que Sanz de Sautuola recibió. A la perplejidad que causó tan sólo en ciertos sectores eclesiásticos que básicamente por desinformación mantenían una interpretación literal de la Biblia, algo ya entonces completamente superado, hay que añadir los furibundos ataques del laicismo español de la época contra Altamira.

Laicistas contra Altamira

La famosa Institución Libre de Enseñanza, con el laicista Francisco Giner de los Ríos a la cabeza (abogado interesado por temas pedagógicos), y la Real Sociedad Española de Historia Natural, con el laicista Ignacio Bolívar al frente (era entomólogo, es decir, especialista de insectos) acusaron a las pinturas de falsas y se negaron a admitir su autenticidad, poniendo absolutamente en entredicho a la persona de Sanz de Sautuola, y en una dificilísima situación personal, familiar, etc. al mismo.

A la visita que Giner de los Ríos hiciera a la Cueva de Altamira, le acompañó el paleontólogo católico Miguel Rodríguez Ferrer (18151889). Cuenta su biógrafo Rafael Sánchez, en un artículo accesible por internet, cómo tras su visita publicó un trascendental artículo en La Ilustración Española y Americana, apoyando la autenticidad de las cuevas. Rodríguez Ferrer, además de paleontólogo, era un hombre profundamente católico que tenía en su casa de El Retiro-Larrabea , Vitoria, su propio oratorio. Este defensor católico de Altamira fue siempre criticado desde la Institución Libre de Enseñanza, en su caso por Antonio Machado Núñez, abuelo de los hermanos Machado escritores, que le acusó (siendo paisano) de poco minucioso en sus trabajos arqueológicos en Cuba.

"Altamira es una conspiración jesuita"

Además, a Sanz de Sautuola le criticaron no solo laicistas españoles sino extranjeros, como el francés Emile de Carthailac, uno de los más importantes paleontólogos del mundo en la época. Carthailac recibió una carta de su colega, el insigne paleontólogo (muy anticlerical) Gabriel de Mortillet, acerca de Altamira: “No te fíes, amigo, es una trampa que nos tienden los jesuitas a los prehistoriadores para reírse de nosotros”.

Después de morir Sanz de Sautuola en 1888, Carthailac publicó en 1902, en la revista francesa “L’Anthropologie”, un artículo titulado “La gruta de Altamira. Mea culpa de un escéptico”, en el que reconocería la autenticidad de las pinturas.

¿Y quién fue la persona que convenció a la comunidad científica mundial de la autenticidad de las pinturas, logrando que Carthailac retirase sus acusaciones de falsificación? Fue el sacerdote y paleontólogo Henri Breuil, el mismo que terminaría bautizando a la Cueva de Altamira como “la Capilla Sixtina del Arte Paleolítico”, hombre de rostros afable (no como el cura de la película) que probablemente no aparezca en el filme.


El paleontólogo y sacerdote francés Henri Breuil examinando otras pinturas, las de Lascaux, en Francia.

Un lugar protegido por católicos

A día de hoy la Cueva de Altamira es el primer lugar del mundo en el que se descubrió Arte Rupestre del Paleolítico Superior, de aproximadamente 15.000 años de antigüedad. En 1985 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Los también paleontólogos católicos Jesús Carballo y Hugo Obermaier, curas para más señas, intervinieron de forma determinante para el reconocimiento de su autenticidad en España y la obtención de dinero para la protección de la misma, dinero que en primera instancia aportó el Duque de Alba.

Por otra parte, una de las instituciones que más la estudió ya en los años setenta para limitar el deterioro que le causaban las visitas masivas, fue precisamente el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, fundado por científicos católicos como Jose Mª Albareda, estudios que fueron realizados por científicos también católicos tales como Baldomero Iñigo o Víctor Arroyo Varela.

Altamira fue, por lo tanto, descubierta por católicos, defendida por católicos, estudiada por católicos, financiada por católicos y protegida por católicos.

Se entiende que una película necesita recursos dramáticos para ser interesante... pero no debería distorsionar los hechos ni el contexto. Parece que la visión sesgada de inspiración laicista que se pretende transmitir en la información de pre-estreno, busca la propagación de postulados ideológicos carentes de base científica y en este caso histórica, además de un aumento sin escrúpulos de la comerciabilidad de la misma. 

(El autor de este artículo, Alfonso V. Carrascosa, es científico del CSIC; las afirmaciones de esta pieza no coinciden necesariamente con las oficiales de la institución en la que desarrolla su actividad profesional)

(Lea aquí la historia del comunista ateo que empezó a convertirse cuando vio unas pinturas rupestres que le convencieron de que el hombre tiene alma).