Hemos de ser conscientes de que, en los tiempos que corren, no solo es que el Mal esté confrontando al Bien con la ayuda de quienes no hacen nada para impedirlo, sino que también está intentando tomar el control u ejercer influencia en entornos de la sociedad orgánica que están presupuestos para que hagamos comunidad o para que tengamos unas infraestructuras y herramientas que faciliten la consecución espiritual, social y mental del Bien.

Podemos referirnos a esas comunidades a través de las cuales nos queremos asegurar de las correspondientes presencias espirituales y metafísicas en los aspectos más cotidianos que existen en nuestro mundo, aparte de brindar cierta asistencia, no necesariamente auxiliar o material, ante las brechas de necesidad o los nichos de oportunidad para el acceso del saber y la sana innovación con la que todos estaremos de acuerdo (ciencia, tecnología, comunicación, alimentación...).

Lo que más nos consta, pese al oleaje en sentido contrario de los principales medios de transmisión de la información, es el azotamiento de la duda relativista en concepto de contaminación moral y corrupción socio-económica (ataques a la institución de la familia, negación de Dios, suplantación de las Verdades científicas por las "verdades oficiales", garantías extensas de hedonismo, sentido de la irresponsabilidad y desapego de otros componentes de la sociedad con los que tenemos relaciones con y sin sangre).

Incluso sabemos que, aprovechando el miedo, la confusión, la intimidación y los malos tiempos de espíritu que germinaron cuando se redactaban determinados documentos eclesiásticos bajo intención de sana y recta aclaración, se está intentando hacer creer que en la sociedad orgánica cristiana, de origen natural, cualquier cosa vale, aunque sea mentira, y que no tienen tanta importancia los derechos naturales dados por Dios, tales como la libertad, la propiedad y la vida.

Pero no nos vamos a centrar, en el presente artículo, en las facetas más progresistas de lo que podemos definir como proceso de subversión del orden natural divino bajo el concepto de Revolución. Más bien, nos vamos a centrar en otras desviaciones estancadas del proceso que no van en contra, sino que prosiguen bajo el manto de ir a la contra. Sí, una desviación que, pese a no dominar el mensaje principal de los medios de comunicación, la academia y el establishment, también intenta mostrarse como engaño para muchas personas de Bien.

El fraude del "comunismo patrio"

Siempre he sostenido que la descentralización y dispersión de Internet, de la red de redes, son un favor para el libre acceso al conocimiento contrastado. De hecho, a pesar de ciertos pesares, me siento muy agradecido a las funcionalidades de las redes sociales a cuyo uso estamos ya más acostumbrados, a la llamada Web 2.0. Ciertas corrientes académicas y ciertos retornos de la fe han sido posibles, partiendo de la inquietud de uno mismo, gracias a esta dispersión del conocimiento (sabemos ya por dónde tira el monopolio curricular).

No obstante, como siempre, es necesario que uno sepa contrastar, interpretar y razonar lo que lee. No todo lo que se dice es verdad. No todo lo que es ajeno al "mainstream" es Verdad. Lo que es realmente verdadero tiene que ver con unos fines últimos en los cuales mantenemos la inscripción de lo bueno, lo bello y lo justo (uno está en conformidad mental, espiritual e intelectual con la filosofía tomista). Así pues, se hablará de lo que se denominaría "comunismo patrio" en los lares hispanos.

En los últimos años, se han manifestado, en redes sociales como TwitterYouTube, ciertas tesis que pretenden conciliar el comunismo de la tercera fase revolucionaria (Unión Soviética y publicación de la obra conocida como El Capital, de Karl Marx y Friedrich Engels) con el patriotismo español, que en su sentido más recto (simultáneamente flexible) ha de reconocer la esencia católica de la tradición española, de un país que fue Tierra de María así como un punto de origen de un proceso de evangelización y dignificación humana.

La tendencia se ha puesto de moda puesto que, en general, la izquierda española, a diferencia de la cubana y de la francesa, reniega de los símbolos nacionales. Eso sí, esto no quiere decir que crean en la secesión entendida como descentralización y autodeterminación individual, sino que ven bien que surjan otros Estados-nación cuya ingeniería social, fundada en un paganismo extremo, no solo arruine las economías, sino que sirva para erosionar la idea de Hispanidad, no entendida sin su Catolicidad.

Del mismo modo, parece ser que esta misma corriente no ha querido cambiar demasiado de formas a la hora de defender los mismos objetivos (el marxismo cultural, sito en la cuarta fase revolucionaria, viene a defender lo mismo, pero centrándose más en la cultura y en las mentes, en conceptos tales como el enfrentamiento entre sexos, la nula legitimidad del matrimonio tradicional, la falsa "autodeterminación de género", la deificación de la naturaleza, la humanización de la figura animal en sí y la promiscuidad más absoluta).

Así pues, hay quienes, cansados de la intoxicación del marxismo cultural (ecosocialismo, homosexualismo, transgenderismo y multiculturalismo) han caído fácilmente en la trampa de estas figuras, básicamente por no ser favorables a quemar banderas de España y favorecer símbolos como las esteladas catalanas y gallegas o las ikurriñas vascongadas. También les ha sonado bien que se potencie la reunificación política con los países de Hispanoamérica.

Se ha pensado que estas personas pueden ser enemigas fiables por tan solo criticar al que es nuestro enemigo. Se ha dado por hecho que la unidad frente al Mal implica ser ingenuo (que no flexible dentro de la claridad de principios) y que todo vale (del mismo modo que otros creen que cualquier actitud social vale, que todo depende de lo que diga una mayoría, aunque sea la mayor aberración moral del siglo). Así pues, se han ignorado otras atrocidades y brechas históricas.

Pero es que estas personas no renuncian a los fundamentos filosóficos del comunismo, basados en la abolición de la propiedad privada, la atomización del individuo y la negación del más allá. Esta corriente tampoco se ha abierto a reconocer libertades concretas como la de expresión, la de pensamiento, la de elección y la de ahorro. Tampoco ha sido consciente de la importancia de reconocer el derecho a la vida desde la fecundación hasta la muerte natural.

No hay una enmienda a la idea y resultado final de igualdad en la miseria, en la pobreza y en la ruina más absoluta. Se enmienda, más bien, siguiendo la tradición, la oportunidad de la prosperidad material, que indudablemente puede repercutir en la prosperidad social, familiar, económica, intelectual y espiritual. Cuando uno puede progresar económicamente, tiene más medios para fortalecer la sociedad y servir a otros (las maneras son múltiples y espontáneas).

No hay una aceptación parcial de la poliarquía y la subsidiariedad características de la sociedad orgánica. Se piensa, igualmente, en Estados Únicos, sin descentralización, sin división del poder, sin contrapesos, donde se haga una planificación absoluta de la economía y la sociedad. Esto implica, sin duda, rendir culto a artificios demoníacos y falsos dioses humanos que atropellarán tus libertades y acabarán con tu vida, sin piedad alguna, si les cuestionas. Y sí, te monitorizarán al completo, como en ciertos países asiáticos.

E igualmente se humilla, escupe y denigra la memoria de todos aquellos católicos que dieron su vida y derramaron su sangre (poniendo incluso su libertad en riesgo) contra el comunismo, tanto en España como en Europa Central-Oriental, en zonas de China y en países hispanoamericanos. Se ignoran masacres como las del Sendero Luminoso, las de Katyn, el Holodomor y las de Paracuellos. Se menosprecia a quienes se levantaron en actos de cruzada española, en levantamientos como el de la Primavera de Praga, la Vía Báltica, el Julio de Lublin, las protestas de Tiananmen y el 11-J cubano. Se abandona a los contemporáneos mártires de la cristianofobia en China, Corea y Nicaragua.

La batalla espiritual en el pensamiento político

La batalla cultural y política, o es espiritual, o no será. Ahora bien, esto no quiere decir que haya que limitarse a escuchar misa, rezar un rosario o participar en un acto de adoración eucarística. Más bien, de la manera más práctica posible, hay que defender, en todos los entornos, las enseñanzas de Cristo y la conveniencia de creer en el más allá. Estas ayudarán a mantener una sana esperanza y a que uno tenga más facilidades para evitar incurrir en el Mal y la injusticia dentro de la cotidianeidad.

La barra del bar, la academia, la empresa, el parque y la mesa familiar son algunos de esos sitios en los que conviene que hagamos lo que sea posible, de manera caritativa (como Benedicto XVI prescribió en cierta encíclica sobre la Verdad) pero sincera, los principios no negociables y esos principios y valores que pueden combatir la corrupción y destrucción del relativismo en todos sus aspectos (más allá del sexo, más allá de lo estrictamente económico).

Tratando de defender la Verdad y el Bien, hay que advertir de las múltiples maneras y capacidades de Satanás, del demonio, a la hora de influir. Entre estas están la propaganda y la manipulación intelectual. De distintas maneras se pueden expresar unos mismos propósitos que no solo han de ser mal juzgados dentro del utilitarismo, dentro de un código moral. Así pues, podemos reiterarnos en que cualquier comunismo es criminal, deicida, totalitario, destructivo, censor y opresor.