Es cierto que la compasión movía el corazón de Jesús cuando veía tantas personas que “andaban como ovejas que no tienen pastor” (Mc 6,34).

Hoy sigue sucediendo lo mismo, ya que vemos muy cerca de nosotros a tantas y tantas personas que viven la vida sin rumbo, sin sentido y sin un propósito que les haga vibrar. El corazón de Dios se mueve hoy a través de su Iglesia y de cada uno de los cristianos a quienes el Señor les sigue pidiendo: “Dadles vosotros de comer” (Mc 6,37).

Mucho se ha escrito y se ha predicado acerca de esta realidad que se manifiesta con fuerza, viveza y pasión en nuestros días; sin embargo, creo que no se ha reflexionado lo suficiente sobre otra realidad tan actual que puede estar influyendo en algo tan determinante como es la identidad y la misión de la Iglesia.

Estoy hablando de tantas y tantas ovejas que hoy se sienten huérfanas en cierta manera, sin rebaño de referencia que les lleve a vivir su pertenencia a la comunidad eclesial y su identidad cristiana como discípulos misioneros.

En muchas ocasiones he descubierto la compasión de Cristo por una Iglesia demasiado repleta de ovejas sin rebaño. Parece que nos hemos acostumbrado a movernos en el individualismo eclesial y la religiosidad a la carta que engendra creyentes sin una dimensión apostólica y misionera que los convierta en testigos.

Mi esposa y yo hemos vivido esta realidad durante los últimos casi 10 años al desempeñar una responsabilidad pastoral al frente de una delegación diocesana. Hemos podido conocer de cerca y también en primera persona los estragos que hoy está produciendo en la Iglesia esta evidencia tan real como trágica.

Es verdad que hay muchas señales de esperanza que nos muestran un rostro de Iglesia más evangélico y más acorde con los signos de los tiempos actuales. Comunidades que son auténticos rebaños donde las ovejas se conocen, se aman y se apoyan para vivir su identidad y desplegar su dimensión misionera.

Sin embargo y muy a nuestro pesar, este dato no es aún el común denominador que encontramos en nuestras realidades diocesanas y parroquiales. Estoy firmemente convencido de que la Iglesia católica de los próximos años estará formada por pequeñas comunidades de discípulos misioneros o, si no es así, se irá pareciendo cada día menos a la Iglesia de Jesucristo.

El libro de los Hechos de los Apóstoles debe guiar nuestros pasos para volver a las fuentes y redescubrir una vez más nuestra identidad y misión. Nuestro tiempo presente nos recuerda que las ovejas sin rebaño pueden terminar pasando al grupo de las ovejas que no tienen pastor.

Si no hacemos nuestra la agenda del Espíritu Santo que hoy nos impulsa a la renovación de la Iglesia y a la evangelización del mundo, terminaremos por asumir otras agendas creyendo que buscan la construcción de un paraíso en la tierra cuando en realidad lo que buscan es la construcción de un nuevo orden mundial y la aceptación de los dogmas de la nueva religión universal que unos pocos tratan de imponer a través del engaño y la manipulación.

La conciencia puede ser hipnotizada, sugestionada, dormida, pero no puede ser destruida. No me voy a arrodillar ante aquellos que hoy buscan usurpar el lugar de Dios y nunca me rendiré sin pelear por una Iglesia que levanta su voz como ciudad situada en lo alto a través de ovejas que siguen la voz de su pastor porque forman parte de su rebaño.

"Es poco que seas mi siervo para restablecer las tribus de Jacob y traer de vuelta a los supervivientes de Israel. Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra." (Is 49,6)

 

Fuente: kairosblog.evangelizacion.es