Estaba hace unos meses con mi novia en Almería. Para quien no haya ido nunca, le recomiendo una visita. Es una población pequeña, con una alcazaba impresionante, y abierta al mar con playas únicas. Cuando fuimos a Misa en la iglesia de San Pedro Apóstol se nos acercó un sacerdote muy mayor. Caminaba con dificultad, su rostro y su forma lenta pero directa de hablar daban testimonio de un hombre que había estado curtido en mil batallas a lo largo de su vida. Tendría más de 80 años, pero seguramente la necesidad de sacerdotes y su propio fuego espiritual le mantenían en pie.

Como si nos esperara, nos preguntó de dónde veníamos -se ve que teníamos cara y acento de forasteros-, y si estábamos casados. Le respondimos que estábamos por allí unos días de descanso visitando la casa de unos amigos, le dimos cuatro datos de nuestra vida y que éramos novios. Efectivamente nos esperaba, pues dijimos su palabra mágica: “Novios”. Toda la agilidad que había perdido en los pies, la había ganado de repente en las manos y en la voz: nos dio una hoja que resultó ser una carta suya escrita “a los novios”, y nos animó a vivir un noviazgo muy cercanos a Dios, a la Eucaristía y a la Virgen. Y como novios cristianos, que fuéramos luz para los demás novios.

A continuación transcribo la carta con sus anotaciones y recomendaciones finales incluidas, y lo hago con gusto, porque además de las ideas que transmite, sencillas, pero verdades como templos, su solo gesto de entrega, de querer dar lo mejor de sí mismo, de no reservarse un segundo para sí y de darlo todo por la misión, me parecieron dignos de respeto y de encomio. Y si me lo permiten, visto lo visto últimamente entre algunos ejemplares del clero, pues también de sacerdote de una pieza, enamorado de Cristo, de Alter Christus. Don Luis se llama el sacerdote, y si pasas por Almería no dejes de ir a visitarle.

 

Carta a los novios

Estimados novios:

Me presento a vosotros. Soy un sacerdote anciano que me gusta ser sacerdote y querer a la gente.

Por las calles, con frecuencia hablo con jóvenes, con ancianos, enfermos, novios, forasteros e incrédulos.

A los novios les pregunto coloquialmente: “¿Cuánto os queréis?” Respuesta fácil: “Mucho, mucho”. Os invito a que le pidáis todos los días al Señor que cada vez os queráis más. Pero tener presente en vuestra mente y en vuestro corazón que el AMOR ES UN DON DE DIOS. “Ni el que planta ni el que riega son nada. Es Dios el que da el incremento”. “Sin mí, nada podéis hacer”.

El noviazgo es un tiempo para conoceros y ayudaros en todas las dimensiones de la vida: en lo humano, en lo afectivo y en lo espiritual, aspectos esenciales para formar una familia feliz, nido de futuros retoños, que serán vuestra mayor alegría.

Es tiempo para renovar vuestra vida cristiana y amistad con el Señor, vida que empezó con vuestro Bautismo, y que pide un cuidado esmerado.

Vivid unidos a vuestra parroquia. Ella es, en palabras del Papa Juan XXIII, la fuente del pueblo, donde saciamos nuestra sed interior.

Vivid la misa del Domingo, pidiendo por vosotros, por los pobres, por vuestros difuntos, etc.

Preparar vuestra boda con tiempo y sin despilfarros y gastos superfluos. Estos amargan después vuestra vida.

Yo vivo en la Casa Sacerdotal, en la plaza de la catedral, con otros sacerdotes, ancianos y enfermos.

Que Dios os bendiga.

(Firmado:) Luis Serrano

 

Léanla con atención. Guárdenla. Si es posible hagan esta fotocopia a novios y a jóvenes. Y que ellos hagan lo mismo.