Este sábado 12 de marzo de 2022 se cumplen 400 años de la canonización de Santa Teresa de Jesús. Es un fecha importante a tener en  cuenta como fieles cristianos que vivimos nuestra fe colocando en el centro de nuestra vida a Jesucristo. Cada domingo nos reunimos para celebrar su pasión, muerte y resurrección en el santo sacrifico de la eucaristía. Cristo se nos da del todo y  nosotros nos tenemos que dar del todo a Él.

Eso mismo es lo que hace en este mundo la Madre Teresa de Jesús. Y no sólo ella, sino todos los que buscan el camino hacia el cielo. A lo largo de la historia de la Iglesia nos  encontramos con muchos santos. Cada uno ha mostrado un camino diferente para ir al cielo. Santa Teresa de Jesús sigue moviendo muchos corazones que tienen estos mismos deseos. Es el fruto de una vida nueva en la Iglesia que ella comienza en la España del siglo XVI con la fundación de su primer convento: San José de Ávila. Seguirán unos cuantos más. Casi a la vez vendrán los frailes. Y unidos a frailes y monjas tantos seglares que buscan la santidad unidos a esta nueva familia religiosa: ¡El Carmelo Descalzo!

No podemos quedarnos sólo con ella, sino que tenemos que abrirnos a los demás santos. Todos nos enseñan algo. Además no es casualidad que aquel día estuviera acompañada por otros grandes personajes. Sí, el 12 de marzo de 1622, en San Pedro del Vaticano, son canonizados también cuatro grandes santos que han dado mucha luz al mundo y a la Iglesia. ¡Aquel día tuvo que ser apoteósico en Roma!: ¡Ver la gloria de los santos y acogerse a su intercesión! ¡Dar gracias a Dios por esos hombres escogidos para mostrar que vale la pena entregar la vida por Cristo! ¡Eso da un gran fruto! Sus nombres son conocidos por todos: Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Isidro Labrador y Felipe Neri.

¡Qué santos! ¡Qué vidas! ¡Qué testimonios! ¡Qué enseñanzas! La Iglesia une en un mismo día a estos cinco colosos para proclamar en público que son santos, que están cara a cara con Dios y que interceden por nosotros. La santidad es la meta de todo cristiano. Hacia ello caminamos. Estar durante toda la eternidad en la presencia de Dios, la Virgen María, San José, todos los santos, el Padre, El Espíritu,… ¿Puede haber algo más maravilloso?

Esto es lo que celebramos cuando un hijo de Dios llega a la gloria del cielo y podemos encomendarnos a él de un modo particular. ¡Es algo muy grande! Y conocer su vida, sus escritos, rezarle ante una imagen que nos recuerda que antes ha vivido en este mundo…  La Mística Doctora nos ha dejado una vida para conocer paso a paso, unos escritos para aprender a saborear el amor de Dios en su vida y gustar nosotros también esas mismas aspiraciones, y una familia que son sus hijos, encargados de mantener vivo el fuego que ella enciende un día en Ávila y hoy alienta, ilumina y enciende en ansias de amor divino a todos aquellos que se acercan a esta escuela de santidad que es el Carmelo Descalzo.

¡Qué emocionante sería estar en la gran basílica romana!: ¡Participar de aquella fiesta de canonización! ¡Escuchar al Papa Gregorio XV hablar de las maravillas que esta gran mujer lleva adelante en vida y después también por medio de milagros! ¡Y a la vez gozar de las hazañas de los otros cuatro santos que la custodian y acompañan en la magna ceremonia! Como en nuestro días, se hace una semblanza del santo antes de la proclamación de santidad. Veamos qué lee el representante del Papa ante los fieles allí congregados:

Teresa, coronada de virginales azucenas y quebrantando en su propio cuerpo las armas de los apetitos, con mortificaciones voluntarias, triunfó perpetuamente en la Iglesia militante de las valentías de los demonios. Tuvo familiares coloquios con la Sabiduría eterna, y descubrió los secretos divinos. Hubiera logrado la palma de mártir, si el soberano Esposo, enamorado del sacrificio de su virginal pecho, no la hubiera reservado para que, sin derramar su roja sangre, restituyese sus antiguos verdores al Carmelo”.

Esta es Santa Teresa de Jesús, una virgen coronada de blancas azucenas que abre un camino de santidad en la Iglesia digno de encomio. No fue fácil, tampoco para los otros cuatro santos. No es algo que se consigue de un día para otro. Es cuestión de ejercitarse: ¡Esforzarse! ¡Ofrecer todo! ¡Luchar día a día!  Todo para que llegue el encuentro con Cristo glorioso y resucitado para siempre.

¡La eternidad! ¡Eso es! ¡Para siempre! ¡Toda la eternidad junto a Dios! Y antes, en esta vida, saborear la intimidad del misterio de amor. Todos sus libros son reflejo de lo que vive por dentro un alma enamorada de Cristo. ¡Cuántos diálogos íntimos entre la Madre Teresa de Jesús y Cristo vivo encontramos en sus escritos! ¡Leamos a Santa Teresa! ¡Conozcamos su experiencia mística! ¡Descubramos junto con ella los secretos del Corazón vivo de Cristo!

¿Y todo esto para qué? Pues para entregar toda la vida a Dios. Ella quería ser mártir, pero ese Cristo que tanto la quería le cambia la vocación de mártir por la de Madre Fundadora y Renovadora. Su vida y sus obras, en su tiempo y a lo largo de casi cinco siglos, han sido fuente de vocaciones. El que se encuentra con Santa Teresa de Jesús, ya sea por medio de sus hijas, o de sus libros, o por sus hijos, queda prendado de una manera de vivir que es antigua y nueva a la vez: ¡Es volver al Monte Carmelo! ¡Gozar en cada convento de la vida familiar! ¡Mantener viva la herencia que quiso dejarnos! Una herencia que se fundamenta en el amor de unos con otros, el desasimiento de todo lo que no es Dios y la humildad. Estamos ante el Camino de Perfección que nos lleva a rezar de verdad; a entrar en el Castillo interior y llegar hasta la séptima morada, donde suceden las cosas más secretas entre Dios y el alma. Es su misma Vida completada y mostrada para deleite de todos. 

Muchos han seguido este modo de vida y sí que han alcanzado la vocación de mártires, sobre todo en su tierra, en España. ¡Cuántos mártires carmelitas descalzos recodarían en esos momentos amargos de la década de 1930 esos deseos que tenía la niña Teresa en Ávila! ¡Ellos van hasta el final! ¡Su fuerza es Cristo! ¡Es el camino de todo aquel que busca ser santo! ¡Es la grandeza de toda vocación! ¿Cuál?: dejarse llevar por Dios para cumplir la voluntad del Padre siguiendo los pasos de Cristo a la luz del Espíritu Santo bajo la maternal mirada de la Reina y Hermosura del Carmelo. ¡Lo importante es ser santos de verdad! ¡Descubrir la vocación para la que hemos sido credos por puro amor! ¡Unirnos a esa estela de santos que en el cielo nos esperan! ¡Y decir siempre a Dios que sí! ¡Decirle: sí, quiero ser santo! ¡Desear ser santo! ¡Mirar siempre a lo alto! ¡Aspirar a la eternidad! ¡Vivir para siempre! ¡Aprender de estos 400 años de santidad!