«No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis? Abriré un camino por el desierto, corrientes en el yermo.
Me glorificarán las bestias salvajes, chacales y avestruces, porque pondré agua en el desierto, corrientes en la estepa, para dar de beber a mi pueblo elegido, a este pueblo que me he formado para que proclame mi alabanza».

Queridos hermanos:

Estamos ante el domingo V de Cuaresma, que también se llama Domingo de Pasión, porque hace presente que la vida del cristiano es una peregrinación terrena que está llena de dificultades y de pruebas, como el camino del pueblo de Israel a lo largo del desierto antes de llegar a la tierra prometida; y en medio de eso, nuestra vida es signo y testimonio del amor y la misericordia del Señor, de su poder sobre la muerte. Por eso la primera Palabra es de Isaías, donde hace presente el éxodo del pueblo de Israel. Dice que el Señor abrió el camino en el mar y venció en la batalla a carros y caballos, es decir, a una tropa bien preparada y valiente. Dios hace milagros para que el pueblo se dé cuenta quién es Él. Igual nos está pasando con la pandemia y con la guerra Rusia – Ucrania. No se trata de buenos y de malos, sino de que Dios está rompiendo, destruyendo nuestra soberbia, nuestro orgullo; de que el hombre con la técnica quiere prescindir de Dios. Y el Señor dice: “Pondré agua en el desierto, corrientes en la estepa, para dar de beber a mi pueblo elegido, a este pueblo que me he formado para que proclame mi alabanza.”

Por eso respondemos como el Salmo 125: “El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres. La boca se nos llenaba de risas”. ¿Por qué? porque era imposible vencer al pueblo de Egipto y el Señor ha estado grande con nosotros.

La segunda Palabra es de la carta a los Filipenses que nos da una luz sobre este cambio epocal que estamos viviendo: “Todo lo considero basura comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor.” Ni familia, ni hijos, ni nietos, ni afecto, ni marido, ni mujer; nuestra riqueza es todo basura, con tal de ganar a Cristo; por eso hay que correr, es decir hay que seguir al Señor. Sólo busco una cosa, dice San Pablo, “olvidándome de todo lo que deje atrás, me lanzo hacia lo que está por delante y corro hasta la meta, hacia el premio. Y ¿cuál es el premio? Jesús de Nazaret. Es Cristo quien se nos ofrece en este domingo.

El Evangelio que es de San Juan dice que Jesús se retiró al monte de Los Olivos para rezar, y unos fariseos y letrados le trajeron una mujer sorprendida en adulterio y la colocaron en medio para ser juzgada, según la ley de Moisés. Y dijo el Señor: “El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra”. ¿A qué nos está llamando el Señor con esta Palabra? Nos invita a la conversión. Lo que quieren estos fariseos poniendo delante Lev 20,10 es condenar a la pecadora, pero Jesús no condena a las personas, condena el pecado, pero salva al pecador. Y dice que Jesús le pregunta a la mujer: “¿dónde están los que te acusan?”. Y termina: “tampoco yo te condeno”. Hermanos, el verdadero enemigo que tenemos es nuestra hipocresía, es decir, el apego al pecado que se aferra a nuestro ser; y el Señor lo que quiere es destrozar el muro de la hipocresía y abrir las conciencias a una justicia mayor, que, como dice San Pablo, consiste en fiarnos plenamente de Jesucristo, saber que Él tiene poder, y su poder radica en la misericordia. Hermanos ¿qué estamos sacando de conclusión de estas plagas que estamos viviendo de pandemia, de tanto sufrimiento y de guerra? Que Él nos perdona. Pero para esto hace falta un cambio estructural del corazón, una conversión del corazón, por eso el Señor nos está preparando para entrar en la vigilia Pascual, que es la madre de todas las vigilias. Que importante es rezar, ¿cómo se transforma la familia y nuestros conflictos? Rezando. Haz la prueba, invoca este nombre, invoca el poder de Dios; y experimentarás que el Señor tampoco te condena. Nuestra misión no es condenar al hombre, es salvarlo. “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”. Interioricemos, hermanos, y todos nos daremos cuenta que tenemos que el que tiene que ser destruido es nuestro hombre viejo, que es la hipocresía y la falsedad. Por eso no avanza el Perú, por eso no avanza nuestra familia, no crece; porque la hipocresía se ha hecho carne en nuestro corazón y en nuestra mente. Aferrémonos, ya no al pecado, sino a la misericordia del Señor, que es la Verdad, y ella dará frutos de Vida Eterna-

Que el Señor os prepare para celebrar este V domingo de cuaresma.

+ Con mi bendición

 

Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao