De catequesis y catequistas
La catequesis es una realidad viva e importantísima en la Iglesia porque es la transmisión de la fe eclesial. Lo recibido se transmite para que los demás tengan vida abundante. Es una educación en la fe, acompañando en una vida cristiana que vaya progresando, perfeccionándose, tomando la forma de Cristo Jesús, para que cada uno, al participar en la catequesis, se parezca más a Cristo, pensando como Él, sintiendo como Él, amando, entregándose, viviendo como Él.
La catequesis es una acción pastoral de la Iglesia que incluye a todos: niños y jóvenes, pero también adultos, matrimonios, familias, y probablemente estos adultos con más urgencia aún, como una propuesta habitual, normal, en la vida de una parroquia. Pero la catequesis no es cuestión simplemente de un libro y de una pedagogía didáctica, o con las modas actuales, de unas dinámicas interactivas de grupo; la cuestión no es cambiar el libro por otro renovado, ni la preocupación por hacer entretenida la sesión catequética. Miremos cómo el centro de toda catequesis es la transmisión íntegra del tesoro de la fe y el acompañamiento de los catequizandos para su inserción cada día más vital en el seno de la Iglesia. Esto no lo hace un libro u otro, sino un catequista verdadero, que responda a ese nombre y misión eclesial: "La formación de los catequistas, analizada en el segundo capítulo, es elemento decisivo en la acción catequizadora. Si es importante dotar a la catequesis de buenos instrumentos de trabajo, más importante es aún preparar buenos catequistas" (Directorio General de Catequesis, 216). De la vitalidad espiritual del catequista, de su formación sólida, razonable, de su vida eclesial y experiencia cristiana depende el impacto educativo en las almas de los catequizandos. Sin esto, la catequesis será una mera reunión más en torno a un libro o unas fotocopias o el discurso ideologizado a partir de las propias opiniones y de las opiniones del grupo. Pensemos que un catequista es un enviado con una misión eclesial para edificar la Iglesia mediante la enseñanza, educación y transmisión de la fe.
Una de las grandes y mejores inversiones en la pastoral parroquial es la escuela de catequistas, la formación de los catequistas, sólida, firme, con rigor, con el Catecismo, el Directorio General de Catequesis y los documentos de la Iglesia y de los Papas. Hay encíclicas y exhortaciones apostólicas que merecen ser estudiadas en la formación de catequistas.
Es una inversión a largo plazo, y tarea prioritaria, la preparación adecuada de catequistas de niños, jóvenes y sobre todo de adultos, con los documentos eclesiales y un plan de formación íntegro, amplio, bien preparado. Esta inversión debe comenzar por las propias parroquias, como un ministerio delicadísimo de formación, así como en otras realidades diocesanas que generalmente sí se dan. Es tarea del ministerio ordenado en una parroquia "fomentar y discernir vocaciones para el servicio catequético y, como catequista de catequistas, cuidar la formación de éstos, dedicando a esta tarea sus mejores desvelos" (Directorio General de Catequesis, 225). Pensemos que uno de los desafíos de la catequesis para expresar su vitalidad y eficacia es "la preparación y formación de catequistas dotados de una profunda fe" (Directorio General de Catequesis, 33) y, por tanto,
Los siguientes números del Directorio amplían la formación de los catequistas señalando métodos, objetivos, etc., y son una referencia para la vitalidad de la catequesis, de los propios catequistas y para la vida parroquial.
Una buena escuela de catequistas y una formación de catequistas parroquial, seria, cuidada, de nivel, serán garantía de eclesialidad, de integridad en la transmisión de la fe y no hemos de ahorrar esfuerzos por conseguir esa adecuada formación, ni los catequistas pueden renunciar a ella, sino exigirla. Ésta, la formación seria de los catequistas, viene hoy a ser un reto para afrontar el crecimiento de la vida eclesial y la nueva evangelización.