En el artículo anterior terminaba el Papa diciendo que nadie debe arrogarse la representación única de la Renovación carismática. En esto ha sido muy tajante: Nadie puede decir nosotros y sólo nosotros somos la Renovación carismática. Esto no se puede decir, por favor hermanos, esto no es así, no viene del Espíritu porque el Espíritu sopla donde quiere y cuando quiere y como quiere. Unidad en la diversidad y en la verdad, que es el mismo Jesús.

Todos los rasgos de exclusivismo y autoritarismo no tienen sentido en la Renovación carismática. Estas tentaciones –así las llama el Papa- de dominio y de poder sobre los otros, aquí están de sobra. Le pregunta a la gente en el discurso mencionado: ¿Quién es el único insustituible en la Iglesia? El pueblo responde: El Espíritu Santo. Sigue el Papa: Y ¿quién es el único Señor? Jesús, grita la gente.

Es importante que en la Renovación formulemos bien los principios en los que se basa. La Renovación tiene una teología muy profunda, tanto que se identifica con la de la propia Iglesia, pero que tiene que ser reformulada para nuestro grupo y para nuestros tiempos. El Espíritu Santo no ha suscitado un grupo de indoctos iluminados y alumbrados, como un brote psicótico de la espiritualidad. Tenemos que formular bien nuestros principios para que podamos entrar con nuestro mensaje en el corazón de la Iglesia. El beato Pablo VI agradeció el lunes de Pentecostés de 1965 al Cardenal Suenens el haber llevado a la Renovación al corazón de la Iglesia con los documentos y formulaciones que el llevó a cabo.

Lo primero que tenemos que tener claro es que no somos una Iglesia del Espíritu Santo ni tenemos el monopolio de nada ni el Espíritu Santo nos quiere llevar a sí mismo sino a Jesucristo. Está muy claro en el Evangelio: Él os guiará a la verdad completa. ¿Cuál es esta verdad? El Papa responde: Jesucristo. El Espíritu es  la luz y  en el podemos ver y disfrutar del inmenso regalo que Dios nos ha hecho en Jesucristo.

 

Ahora bien, ¿de qué Jesucristo se trata? Evidentemente del Jesucristo de la fe, que es Dios y hombre, que murió en cuanto hombre,  que vive, que ha resucitado y es el Señor de todas las cosas. Esto está claro, pero para que se vea bien la originalidad de nuestra experiencia  el Espíritu nos está revelando de una manera especial al Jesús hombre, mediador entre Dios y los hombres. Vivimos en una época en que lo que no se capta en vivencias o experiencias, como que no tiene valor. No voy a misa, dice mucha gente, porque la misa no me dice nada.

La humanidad de Jesucristo es el camino, la verdad y la vida y en ella habita corporalmente la plenitud de la divinidad. ¡Qué magnífico! En una carne como la nuestra habita el todo de Dios. ¿Dónde debe buscar el carismático su verdad más honda si no es en el cuerpo de carne de Cristo? Esto no son frases bonitas. El que sangró y murió por nuestras divisiones fue el hombre Jesús. Su cuerpo fue desgarrado. Por eso la experiencia de desgarre que hemos tenido, nuestras desuniones, no pueden tener consistencia alguna delante de Jesucristo. Él murió para que nosotros estuviéramos unidos.

Nos dice el Papa en el mismo discurso : Unidad en la diversidad y en la verdad que no es otra que Jesús. Él ha sido hecho para nosotros sabiduría y justificación. Si algún mensaje tiene que transmitir la Renovación hoy en día es el de personas fuertes que en medio de una sociedad atea y descreída como la actual puedan gritar: creo que Jesús está vivo y ha resucitado. Si no logramos dar este testimonio no nos ha valido para nada el ser carismáticos.

El testimonio sólo es creíble cuando buscamos la unidad. Nadie puede, pues, arrogarse el titulo de carismático de una manera excluyente porque con esta acción usurpamos el lugar que le corresponde sólo a Jesucristo. No hay una Renovación verdadera y las otras falsas. ¿Quién nos ha dado ese monopolio? Esto , dice el Papa, no viene del Espíritu porque el Espíritu sopla donde quiere y cuando quiere y como quiere. ¿Quién nos ha dicho que en España sólo puede haber una Renovación? Sin duda puede haber dos o más, pero unidas. No obstante, la tendencia entre nosotros es que haya una sola. Eso pide nuestro corazón y eso pedimos al Espíritu Santo, porque nunca debimos separarnos, al menos de la forma que se hizo.

Chus Villarroel O P