Jesús ya no está en lo alto de la Cruz y la Pascua es el anuncio permanente del triunfo definitivo de la gracia sobre el pecado, de la Providencia divina sobre los pequeños proyectos humanos, o del bien sobre el mal: de Jesucristo sobre satanás. La Resurrección de Jesucristo abre un tiempo luminoso para la Iglesia y el mundo, y puede expresarse como el tránsito de las tinieblas a la luz, tal como exhorta san Pablo a caminad como hijos de la luz, y ello como consecuencia de que Dios es luz.

Ciertamente hay sombras en la vida de nuestra sociedad pero también resplandece la luz de la verdad. Sombras porque algunas películas, novelas, canciones o artistas utilizan sus obras para oscurecer las conciencias y sembrar el mal. Obra tras obra, día tras día, focalizan la atención sobre las miserias y pecados de los hombres, de los cristianos, de la Iglesia. Sí, abunda la semilla destructiva de la dignidad humana, que apunta certeramente a los jóvenes, a la mujer, y a los sacerdotes. ¿Se podrá frenar esa marea de perversión de la familia y de la sociedad?

Luz para contemplar

Sin embargo, la luz disipa las tinieblas y hay artistas e intelectuales que cumplen bien su misión de mostrar la dignidad del ser humano, como es el caso de C.S.Lewis, conmemorado ya al cumplirse cien años de su nacimiento. Otro inglés W.Collin prueba su honradez intelectual cuando dice en el prólogo de su obra "Basile": "No sé si algunos personajes míos conseguirán hacerse querer por parte del lector, pero hay una cosa que sí sé con seguridad: en ningún caso le engañaré para dirigir sus simpatías hacia el lado de los malos." ¿Ingenuidad o alma limpia? ¿Cuántos artistas pueden afirmar hoy eso mismo con la mano en el corazón? Porque no hay fundamento para unir arte y desorden moral ya que, al menos implícitamente, esas obras llevan a Dios. En cambio, hay una intrínseca relación entre belleza, bien y verdad, porque Dios es plenitud de Ser. Por lo mismo, da gusto leer a Tolkien, A.Saint Exúpery, J.Austin, o J.L.Olaizola; ver las obras de A.Gaudí, E.Chillida, o de I.Guerra; o bien escuchar a Mozart, Mendelssohn o Enya, etc., porque llevan en sí el signo más y hacen brillar la luz.

Quizá algunos encuentren motivos para el desaliento pero otros tenemos la esperanza en Cristo resucitado para dar testimonio de la luz ante los hombres. Hay que reaccionar ante la marea de fango impulsada por los pervertidores, primero haciéndoles el vacío y después difundiendo otras obras logradas de tantos artistas y pensadores.

Además cada uno en su sitio puede ser foco de luz, porque los tiempos somos los hombres, como afirmaba san Agustín: «Vivamos bien, y los tiempos serán buenos. Los tiempos somos nosotros: como somos nosotros, así son los tiempos. ¿Qué hacer, pues? Quizá no podemos convertir a todos los hombres; procuren vivir bien, por lo menos los pocos que me están oyendo, y ese reducido número de los buenos soporte la multitud de los malos.» (Continuará)