¿VIENES CONMIGO A COMPRAR?

De todas las variedades de la virtud
la generosidad es la más estimada.
-Aristóteles-

          Hay una forma de superar esa tendencia innata en nosotros a la posesión y al disfrute, esa forma es cultivar la actitud de la dadivosidad aprovechando la grandeza de un valor: la generosidad.

                 El extremeño, Antonio A. Gómez Yebra, escritor de literatura infantil y profesor universitario, tiene un delicioso poemario, Travesuras poéticas, de dónde sacamos este canto a la generosidad:

 CON UN DURO 

—Abuelita, tengo un duro,
¿vienes conmigo a comprar?

—¿Qué te gusta, José Enrique,
en qué lo piensas gastar?

—Quiero pipas, caramelos,
chocolate, mazapán,
avellanas, cacahuete,
nueces, almendras, un flan...

—Pero, niño, que los duros
no se pueden estirar,
que si fueran como el chicle
¡cuánto pobre iba a cenar!...

—¿Por qué no cenan los pobres?

—Pues porque no tienen pan.

—Entonces, cómprame un bollo y se lo vamos a dar.

                         La generosidad es la actitud de una persona para ser útil y pródiga a otra persona. La persona generosa es noble, desprendida y sabe compartir. Cuando los niños son pequeños, todo es suyo y de nadie más. A los niños les cuesta compartir y entender que no todo es suyo.

         Para conseguir que los niños sean generosos, es necesario educarlos en este valor poco a poco. Si los padres aprueban sus pequeños esfuerzos, les estarán motivando a seguir con estos actos de altruismo.

El niño aprende a ser generoso:

         * Cuando nota que sus padres comparten y son generosos. El ejemplo es la mejor forma de enseñar. Los niños necesitan ver que sus padres ayudan a otros padres y les hacen favores.

         * Cuando es animado a ser correcto y dadivoso con los demás.

         * Cuando juega con sus padres y amigos. A través del juego los niños aprenden a ceder, a esperar la vez, a ponerse en el lugar del otro.

         * Escuchando cuentos que hablan del tema.

         * Viviendo en un ambiente de participación y servicio a los demás.

         * Identificando las necesidades de los demás. Por ejemplo, si el padre necesita escribir un mensaje pero no encuentra un lápiz o un bolígrafo para hacerlo, pedir al niño que le deje uno. Les hará sentirse útil.

         * Los niños jamás deben sentirse criticados por no conseguir compartir. Los padres, así como los educadores, no deben recriminarles. Frases como «eres malo», «eres egoísta»... no les ayudarán a ser generosos.

          El egoísmo con un euro (un duro) puede comprar un montón de chucherías; pero la generosidad es feliz comprando un pan para regalarlo a quien lo necesita.