Recuerdo Fernando, como si fuera ayer, la primera vez que nos enfrentamos en una cancha de baloncesto.
Jugabas entonces en el juvenil del Estudiantes

Impresionaba verte, la verdad. Eras un auténtico armario de más de dos metros de alto por medio de ancho. Habías dejado el balonmano para apostar por la canasta y tu ascenso fue meteórico hasta conquistar nada menos que la NBA.

Ahora ya sabrás, Fernando, que rezo por ti para que sigas metiendo triples y te cuelgues de la canasta más alta que existe: la del Cielo.

Hace unos meses, evocábamos tu hermano Antonio y yo, en compañía de Joe Llorente, la enorme talla que siempre tuviste como persona. Y ahora, en el 25 Aniversario de tu muerte, quiero rendirte homenaje desde esta modesta tribuna.
¡Que Dios te bendiga, amigo!