El padre misionero Carlo Buzzi acaba de poner de nuevo el dedo en la llaga… ¡del mismísimo Cristo!
 
Dice don Carlo Buzzi, como nos recuerda el ecuánime vaticanista Sandro Magister, sobre el peliagudo asunto de la comunión a los divorciados vueltos a casar:

“Me han explicado que en el sínodo la mayoría de los obispos de las dos Américas, del Norte de Europa y de Australia votará a favor. Y, por tanto, superarán ciertamente los votos de los obispos de África y de Asia, entre los cuales hay muchos contrarios a susodicha moción.

“¡Pobres obispos de África y de Asia! Estamos reduciendo la Iglesia a una organización como la ONU o cualquier otro parlamento donde la mayoría gana. Es decir, precisamente esas instituciones que legal y democráticamente aprueban de todo, incluidos crímenes como el aborto, el matrimonio entre homosexuales y la adopción de niños por parte de los mismos, los experimentos con embriones que son seres humanos, la eutanasia y todo lo que venga.

Es la primera vez que la democracia, con sus métodos, penetra en la Iglesia Católica. ¿Tendrá derecho el Espíritu Santo, como cada obispo, a por lo menos un voto, dado que viene como representante de la Santísima Trinidad?”.

O sea, que si la mayoría de los obispos “aprueba” la comunión a los divorciados en el sínodo extraordinario de la familia del próximo mes de octubre, habrá respondido negativamente a esta pregunta: ¿Es pecado cometer un sacrilegio?

La misma pregunta que, mostrándose  partidario de administrar la comunión a los divorciados vueltos a casar, vino a formular el propio cardenal Walter Kasper, elogiado poco después por el Papa Francisco.
 
Con razón, Carlo Buzzi, como Santiago Martín y cada vez más sacerdotes y laicos defensores de la Doctrina de Jesucristo, que es una y no está sometida a “mayorías parlamentarias”, advierten del gravísimo peligro de un cisma en el seno de la Iglesia Católica.
Que el Señor tenga verdadera misericordia de todos.