A la pléyade de publicaciones internacionales que han llevado al Papa Francisco a sus portadas, reconociéndole un indudable influjo internacional, un cierto cambio de estilo en el modo de presentar el mensaje de la Iglesia católica y el indiscutible protagonismo mediático, se han sumado Le Monde, The Advocate, The New Yorker o incluso un canal de televisión de decisivo influjo juvenil mundial: MTV.
 
Que medios de comunicación con líneas editoriales no precisamente comunes resulten tener al fin en común el presentar a un personaje (y en el fondo -lo quieran o no- lo que él representa) contrastante con las opiniones ordinariamente vertidas en sus contenidos es ya un indicador de que la «Bergogliomanía» ha llegado a un nivel que debe pasar del simple maravillarse por este tipo de reconocimientos al pensar en cómo canalizarlos como oportunidad de evangelización.
 
De muy poco serviría quedarse en la gratificante admiración por la atención suscitada y recogida en la prensa normalmente hostil a lo católico si al final el resultado es que se valora y aprecia sólo la persona del Papa. Ciertamente no es poco, pero incluso en esto está latente el riesgo de quedarse con una visión parcial de quién es en realidad el Papa y, sobre todo, lo que piensa. 

Se está convirtiendo en práctica más o menos común el reflejar de modo inexacto el sentir y pensar de Francisco en cuestiones que aparentemente marcaría un punto de divergencia respecto a pontificados anteriores e incluso en dirección distinta al Magisterio de la Iglesia (matrimonio, homosexualidad, mujer en la Iglesia, etc.). Es cierto que la mayoría de las publicaciones aludidas, como de hecho también lo hizo la revista TIME, Forbes, Vanity Fair o Forward, hacen alguna alusión a que sustancialmente el mensaje no ha cambiado sino más bien el estilo. Y es precisamente en este campo en el que la oportunidad de evangelización propiamente dicha se presenta como ocasión de trabajo.
 
Que sin buscarlo el Papa Francisco haya podido llegar a portadas de la prensa internacional no es sino el resultado de un modo ciertamente atractivo de mostrar que el Evangelio no es una carga de preceptos sino un encuentro de amor entre personas: la de Cristo y la propia (y que de ahí se deriva después todo lo demás). Cada vez es más común que incluso en lugares de relación donde pocas veces se hablaba del Papa o de la fe se traten esos temas de forma habitual. Aprovecharlos para recordar a la persona con quien se habla cuál es el punto de partida de Francisco es lo mínimo que se podría hacer. Que TIME, MTV o Le Monde ofrezcan la primera plana al sucesor del apóstol sobre el que Jesús edificó su Iglesia, Pedro, debe conducir a pensar en cómo presentar creativamente la realidad subyacente: que el mensaje de fondo del «personaje del año» es, ha sido y será eterno; es decir, válido para todas las épocas, momentos y lugares. Y también apto para todo tipo de publicaciones.