Y bien queridos amigos, terminado un azaroso año en el que, entre otros temas, hemos repasado cientos de cuestiones más o menos estrechamente relacionadas con la arqueología bíblica,  quiero referirme hoy, no sin desearles a Vds. un  maravilloso año 2014, a uno de los descubrimientos del s. XX que más expectativas e interés ha despertado.

            Los Manuscritos del Mar Muerto o Rollos de Qumrán componen una colección de unos ochocientos escritos. Aunque no es la única hipótesis que se ha expuesto, existe un acuerdo muy general en que pertenecerían a una comunidad judía de tipo esenio, interesante grupo judío contemporáneo de Jesús al que algún día dedicaremos unas palabritas, de los que por el momento, sólo adelantaremos que constituían uno de los cuatro grandes partidos en los que el historiador judío contemporáneo de San Juan, Flavio Josefo, estimaba divididos a los judíos de su época, junto a saduceos, fariseos y zelotes. Y dentro de los esenios, a una comunidad muy concreta, la de Qumram, no necesariamente idéntica a otras comunidades esenias dispersas por otros lugares de Palestina. 
 

 

            Escritos en hebreo y en arameo, los primeros siete manuscritos son encontrados en 1947 por unos pastores beduinos de la tribu ta’amireh, Jum’a y Mohammed ed-Dhib, en una cueva de Qumrán. El interés que estos primeros hallazgos produce llevará al hallazgo de hasta once cuevas encontradas entre 1947 y 1965, y en ellas, ochocientos pergaminos y multitud de fragmentos, en una carrera desenfrenada disputada entre los arqueólogos y los propios pastores beduinos.  

           En cuanto a la datación de los hallazgos, los escritos van desde el año 150 a.C., es decir las postrimerías de la rebelión de los Macabeos, hasta el 70 d.C., es decir la destrucción del Templo, momento en el que la comunidad esconde sus documentos y de hecho, desaparece. 

            En cuanto a su formato, la gran mayoría son pergaminos, aunque existe algún papiro (pinche aquí si desea conocer la diferencia entre papiros y pergaminos) y hasta un cobre. Están encuadernados como rollos, el modo habitual de encuadernar los judíos, y no como códices. 

            En cuanto al contenido, recogen las copias más antiguas de que se dispone en lengua hebrea del Antiguo Testamento o Tanaj; reglamentos y oraciones propias de la comunidad; un rollo de cobre con cuestiones contables y la localización de determinados tesoros; diversos textos religiosos intertestamentarios como el Libro de Henoc, el Testamento de los Doce Patriarcas, el Libro de los Jubileos. E incluso fragmentos entre los cuales el interesantísimo 7Q5 que ya tuvimos ocasión de comentar en esta columna (pinche aquí si desea leer el artículo que le dedicamos), que podría constituir el más antiguo fragmento neotestamentario nunca hallado. 

            El estudio de los Manuscritos del Mar Muerto ha servido para conocer mejor a los esenios, entre cuyas muchas características diferenciales destaca su utilización de un calendario diferente al utilizado en el Templo que incluso conduciría a una datación diferente de las fiestas, con el que se ha intentado incluso explicar la peculiar Pascua celebrada por Jesús (pinche aquí si desea conocerlo todo sobre el carácter pascual de la Ultima Cena). No se han resistido muchos estudiosos de los manuscritos a la tentación de establecer una relación más o menos cercana entre la comunidad de Qumram y las primeras comunidades cristianas, e incluso entre el Maestro de Justicia líder de la comunidad y Jesús de Nazaret, temas que habremos de tratar algún día en esta columna. 

            Hoy día, la gran mayoría de los manuscritos se encuentran en el llamado Santuario del Libro, en el Museo de Israel de Jerusalén, sin que obre en poder del Vaticano, contrariamente a lo que suele creerse, ninguno de los documentos. 

 

            ©L.A.

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