MÁS QUE MIL SERMONES

Cuando la lucha de un hombre comienza dentro de sí,
 ese hombre vale algo.
-Robert Browning-

          El beato Federico Ozanam, fundador de las famosas Conferencias de San Vicente de Paúl, nos dice que reafirmó su fe al ver a un gran hombre en oración.

         A la edad de 19 años, el famoso escritor Federico Ozanam fue enviado por sus padres a estudiar a la Universidad de París. Durante su estancia allí, tuvo la gran suerte de encontrar al gran científico Andrés Ampère.

         —Un día —cuenta Ozanam— triste y abrumado de problemas entré en la iglesia de San Esteban para sobreponerme y levantar el ánimo. La iglesia estaba en silencio y casi vacía. Arrodillado humildemente delante del altar, estaba un hombre sumergido en la oración del rosario. Acercándome, pude reconocer a Ampère . Después de contemplarlo unos momentos me retiré profundamente conmovido y más cerca de Dios.

         El científico matemático y físico, de fama mundial, André-Marie Ampère, descubridor del electromagnetismo, fortalecía su alma en la oración. El joven estudiante aprendió, con este admirable ejemplo, cómo luchar contra los ataques de las pasiones.

                 Sorprendido por esta muestra de fe, Ozanam reafirmó su fe al ver a Ampère rezar el rosario, y fue un hombre de fe profunda que llenó el mundo con su amor.

         Ozanam solía decir que el rosario de Ampère lo había movido y convencido más que mil sermones.

          Cuando uno es fiel a sí mismo, inspira una actitud de honradez, entendiendo por honradez esa virtud que asume un ideal y facilita su realización creando formas elevadas de convivencia. Una persona honrada, ejemplar, es aquella que armoniza las palabras con los hechos, es como debe ser, actúa como debe actuar, elige en virtud del ideal que orienta su vida y no a impulso de sus intereses particulares.

          Una persona consecuente es fiable y creíble, tiene «palabra de honor» y, consiguientemente, inspira confianza.

          Esa coherencia básica confiere a la persona su condición de auténtica; la aleja de la falsedad, incoherencia y doblez y le otorga una solida identidad que lo lleva a realizar algo valioso, algo que lo desarrolla plenamente y lo cualifica para el logro de su ideal.

          Somos auténticos cuando somos idénticos a lo que debemos ser. «Es todo un hombre» se dice de alguien que se manifiesta como un ser humano cabal, pleno e íntegro.

          Obviamente, cuando somos transparentes, con solo nuestra presencia, predicamos más que con mil sermones.