Si, como ya anticipábamos en el artículo que titulado “De la Ascensión de Jesús en los Evangelios” (), existe un fragmento de los evangelios canónicos que sea controvertido, dicho fragmento no es otro que el final del Evangelio de Marcos, concretamente doce versículos, los que van del 9 al 20 del capítulo final, el 16.
 
            De hecho, la nota a pie de página de una de las más respetadas versiones de la Biblia, la conocida como Biblia de Jerusalén, inusualmente larga para los criterios de esta publicación, aporta esta información:
 
            “El ‘final de Marcos’, vv. 9-20, forma parte de las Escrituras inspiradas; es considerado como canónico. Esto no significa necesariamente que haya sido redactado por Marcos. De hecho se pone en duda su pertenencia a la redacción del segundo evangelio.
            Las dificultades proceden ante todo de la tradición manuscrita. Varios manuscritos, entre ellos el Vaticano y el Sinaítico, omiten el final actual. En lugar del final ordinario, un manuscrito da un final más breve que es continuación del versículo 8: ‘Ellas refirieron brevemente a los compañeros de Pedro lo que se les había anunciado. Luego el mismo Jesús hizo que ellos levaran desde el oriente hasta el poniente el mensaje sagrado e incorruptible e incorruptible de la salvación eterna”. Cuatro manuscritos dan a continuación los dos finales, el breve y el largo. Finalmente, uno de los manuscritos que dan el final largo, intercala entre el versículo 14 y el versículo 15 el fragmento siguiente: “Y estos alegaron en su defensa: ‘Este siglo de iniquidad e incredulidad está bajo el dominio de Satán, que no deja que lo que está bajo el yugo de los espíritus impuros reciba la verdad y el espíritu de Dios; manifiesta pues ya desde ahora tu justicia’. Esto es lo que decían a Cristo y Cristo les respondió: ‘El término de los años del poder de Satán se ha cumplido, pero toras cosas terribles se acercan. Y yo he sido entregado a la muerte por los que pecaron, para que se conviertan a la verdad y no pequen más, a fin de que hereden la gloria espiritual e incorruptible de justicia que está en el cielo…’.
            La tradición patrística presenta también cierta fluctuación. Añadamos que entre el versículo 8 y el versículo 9 hay en el relato solución de continuidad. Por otra parte, es difícil admitir que el segundo evangelio en su primera redacción se detuviera bruscamente en el versículo 8. De aquí la suposición de que el final primitivo desapareció, por causas desconocidas para nosotros y que su final actual fue redactado para colmar la laguna. Se presenta éste como un resumen de las apariciones de Cristo resucitado, cuya redacción es sensiblemente diferente de la manera de Marcos, concreto y pintoresco. Sin embargo, el final actual es conocido desde el s. II por Taciano y San Ireneo, y se encuentra en la mayoría de los manuscritos griegos y otros.
            Si no se puede demostrar que haya tenido a Marcos por autor, lo cierto es que constituye, según la frase de Swete, “una auténtica reliquia de la primera generación cristiana”.
 
            No se puede explicar más certeramente, por lo que a nosotros apenas queda realizar el breve comentario de algunos de los datos aportados en la nota.
 
            El primero sería que los Códices Vaticano y Sinaítico, que no recogen el final canónico de Marcos y a los que dedicaremos también alguna entrada en esta columna, siendo, como son, los manuscritos más importantes que han llegado a nuestros días sobre los textos canónicos por unir a su antigüedad la integridad de los textos que aportan, no son, sin embargo, tan antiguos, pues vienen a datar de mediados del s. IV, siendo así que existen copias fragmentarias de los textos canónicos mucho más antiguas (pinche aquí si desea conocer una de ellas, y pinche aquí si desea conocer otra) en las cuales sí se recoge el final canónico o “largo” de Marcos.
 
            La segunda sería que autores mucho más antiguos que los códices en cuestión también lo hacen, entre los cuales, los dos que se citan en la propia nota a pie de página, esto es, San Ireneo, obispo de Lyon, que vivió entre los años 130 y 202, y Taciano, autor de la importante obra conocida como el “Diatessaron”, el intento más antiguo conocido de conciliar los cuatro evangelios, que vivió entre los años 120 y 180. A ellos incluso cabría añadir otros que no se recogen en la nota, como el no menos antiguo San Justino Mártir, que vivió en los dos primeros tercios del s. II, y que en una de sus apologías, la 1, 45, escrita alrededor del 140 d.C., también parafrasea el final largo de Marcos.
 
            La conclusión no puede ser otra que la de que el propio estilo del fragmento comentado, diferente al del resto del Evangelio marquiano, unido a su ausencia de algunos manuscritos importantes del primer cristianismo, permiten reconocer que el mismo sea posterior al resto del texto, y también, incluso, que no sea debido a la mano de Marcos. Pero, con no menos rigor, que el añadido es muy temprano, como demuestran, en primer lugar, su aparición en manuscritos muy antiguos; en segundo, el conocimiento que de él demuestran autores muy antiguos; y en tercero, su perfecta coherencia con el resto de los textos canónicos evangélicos. Lo que finalmente permite también asegurar su perfecto ajuste con la tradición del protocristianismo, lo que convierte la cuestión de si se debe o no a la mano de Marcos en importante desde luego, pero secundaria.
 
 
            ©L.A.
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