En este repaso que hacemos en esta columna de los documentos y fuentes procedentes de la Antigüedad que pueden arrojar alguna luz sobre los hechos que tuvieron lugar en Palestina en el primer tercio del s. I y que culminaron con la revolución cultural más importante que haya conocido la civilización humana, aquella que tiene que ver con el nacimiento del cristianismo, merece la pena detenerse ante un hallazgo importante producido en el año 1878.
 
            Nos referimos al de la lápida de mármol aparecida en Nazaret, conocida como Diatagma Kaisaros o Decreto de César, y adquirida por un coleccionista alemán, nacido en Karlsruhe de nombre Wilhelm Froehner (18341925), conservador del Museo del Louvre, en la cual reza el siguiente texto de enigmática interpretación:
 
            “[…] mi decisión [sobre] las tumbas que han hecho ellos para las celebraciones religiosas de los padres, o hijos, o para el hogar, que éstos permanecen inalterados para siempre. Pero si alguien legalmente [formula] acusaciones de que otra persona ha destruido, o que de alguna manera extrae a los que han sido enterrados la comisión de un delito en contra de dicha persona, que para que un tribunal judicial se creó, iguale que [se hace] relativa a los dioses observancias religiosas será obligatoria para el tratamiento de honrar a aquellos que han sido sepultados no debe absolutamente permitir que nadie mueva [a los que han sido sepultados]. Pero si [alguien hace] quiero que [el violador] sufrir la pena capital en virtud de […]”(1).
 
            La lápida en cuestión es visitable en la Biblioteca Nacional de París, y de todo el texto que ha llegado a nosotros (obviamente faltan muchas palabras), hecho público en el año 1930 por Franz Cumont, reviste particular interés la pena, nada menos que pena capital, que se impone a los ladrones de tumbas, lo que expresado en una lápida que es hallada nada menos que en Nazaret, y que el prolífico escritor y teólogo anglicano Michael Green data del reinado de Tiberio (14-37) o como tarde de Calígula (41-54), nos hace inevitablemente pensar en este pasaje con el que Mateo prácticamente pone colofón a su Evangelio, en el cual leemos:
 
            “Mientras ellas iban, algunos de la guardia fueron a la ciudad a contar a los sumos sacerdotes todo lo que había pasado. Éstos, reunidos con los ancianos, celebraron consejo y dieron una buena suma de dinero a los soldados, advirtiéndoles: “Decid: ‘Sus discípulos vinieron de noche y lo robaron mientras nosotros dormíamos’. Y si la cosa llega a oídos del procurador, nosotros le convenceremos y os evitaremos complicaciones”. Ellos tomaron el dinero y procedieron según las instrucciones recibidas. Y se corrió esa versión entre los judíos, hasta el día de hoy” (Mt. 28, 1115).
 
 
                (1) Traducción extraída del libro “La decisión de Pilato” de José Ignacio Moreno-Luque, publicado por “De buena tinta” (2013).
 
 
            ©L.A.
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