Y NO CLAUDIQUES

Si se busca un mínimo de excelencia,
el ambiente debe reflejar dicha excelencia.
-Jack Welch-

         El alumno preguntó incansablemente a su maestro:

          —¿Cuál es el camino para lograr ser un líder de excelencia?    Pacientemente el maestro dejó pasar los días para que la mente del discípulo pudiera tener la madurez suficiente para emprender la ruta que lo conduciría a la excelencia y le advirtió:

         —Únicamente te puedo dar las señales, pues el camino lo harás tú día a día al andar y solamente podrás lograrlo en la medida que tu humildad y tu empeño lleguen a perseverar; el talento es lo barato, la dedicación es lo caro, los cerebros de casi todos los seres humanos son iguales, la diferencia está en los nobles ideales de cada cual.

         El alumno. impaciente y deseoso de aprender, tomó nota de cada axioma que lo conduciría a la cima que deseaba alcanzar, y el maestro le confió los secretos que deberían regir el resto de su vida si aspiraba a la plena realización. El maestro le dio una larga lista de consejos y terminó así:

         —Busca un ideal alto y noble y no claudiques hasta alcanzarlo.

          Si uno busca la excelencia, tiene que partir de un conocimiento real de sí mismo y convencerse de que no hay excelencia sin exigencia. No hay calidad personal sin esfuerzo. Vencer la pereza y la comodidad es el inicio de la excelencia.

          La excelencia personal es un proceso de mejoramiento continuo para desterrar hábitos negativos y adquirir otros positivos. Supone, por lo tanto, repetición de acciones buenas. La fuerza de voluntad se adquiere por repetición de hábitos que requieren esfuerzo. Por eso, hay que pasar a la acción: no nos podemos quedar solo en buenos deseos.

         Así lo afirmaba Aristóteles: «La excelencia moral es resultado del hábito. Nos volvemos justos realizando actos de justicia; templados, realizando actos de templanza; valientes, realizando actos de valentía».

          Nuestra voluntad está influida por lo que pensamos y decimos. Comienza a hablar de forma positiva y afirmativa, escucha y reconoce tus frases negativas más frecuentes y cámbialas. Lo que decimos, muchas veces sin pensar, influye en nuestro estado de ánimo y puede elevarnos o hundirnos.

          La excelencia es el convencimiento de que con la ayuda de los demás y de Dios, unidos al esfuerzo personal, se puede mejorar cada día. Si eres de las personas que persiguen la excelencia, levántate con una sonrisa, mantenla todo el día y, cuando aparezcan nubarrones, no claudiques.