4.- VISIÓN POÉTICA DEL MONUMENTO DESTRUIDO

Como expresión del impacto causado en España por aquella destrucción salvaje, merece la pena recordar lo que escribió José María Pemán en su Poema de la Bestia y el Ángel, inspirado en los días de noviembre de 1936, a las puertas mismas de Madrid, cuando la contienda perdió todos sus disimulos y se le vio toda su estatura universal e histórica. Otra vez estaban frente a frente las dos únicas fuerzas del mundo: la Bestia y el Ángel.

“…Crujía la impaciencia jadeante

de España contra el viento, a la manera

como en las olas verdes del Atlante

cruje en la nave y llora la madera,

cuando el dorado látigo tonante

del rayo, derribó con saña fiera,

el  mástil donde, al sol, iba el Divino

Piloto, señalándole el camino.

 

Los pájaros que cruzan con presteza

-flechas de luz de la celeste aljaba-,

no se pueden posar ya en la cabeza

del dulce Cristo blanco, a quien rezaba

una nación, en cruz, que ya no reza.

Queda, por todo el altar, donde se alzaba

triunfante, ayer, el Rey de los amores,

un Corazón partido entre unas  flores…

 

Y viendo tal destrozo, revestido

de luz, y de rocío la alba frente

coronada, va un ángel con quejido

de árbol sin flor, cantando amargamente:

Señor, Señor, los hombres han partido

tu Corazón… Y Él, dulce y blandamente,

le responde, en la luz, de esta manera:

¿Es acaso, esta vez, la primera?

 

Y mirando entre nubes la porfía

que a España enluta de odios y rencores,

y mostrando su mano la alegría

de un soldado navarro que, entre flores,

con la Salve en sus labios se moría,

mira al ángel, y añade, con fulgores

de victoria Su rostro iluminado:

¡Sí ahora empieza, de veras, mi reinado! 

(Canto 2º, al fin).