De los doce obispos españoles martirizados durante la persecución religiosa de los años 1936 a 1939, nueve de ellos han sido ya elevados a los altares. El proceso de los tres restantes sigue adelante sin mayores objeciones, con la excepción del que fuera obispo de Barcelona, Mons. Manuel Irurita, cuya causa de canonización reabierta por Mons. Ricardo María Carles en 1993 fue remitida al Dicasterio de la Causas de los Santos en 2002. Pero la causa del obispo Irurita se ha visto parada principalmente por quienes objetan que fue visto con vida justo al acabar la contienda.

El documentadísimo libro que acaba de publicar José Javier Echave-Sustaeta con el título “Mons. Manuel Irurita, Obispo de Barcelona. Mártir por querer que Cristo reinara en su diócesis” arroja mucha luz sobre esta cuestión y, a mi entender, se trata de un texto decisivo para desbrozar el camino de monseñor Irurita a los altares.

Hablo de libro, porque lo es, pero cualquier lector atento se dará cuenta de que en su obra, Echave-Sustaeta nos ofrece varios libros. Tenemos, en primer lugar, una breve biografía del monseñor Irurita obispo, muy bien contextualizada y narrada. Más allá de las situaciones externas concretas de la vida de Manuel Irurita, el autor nos brinda un certero y valiente análisis del momento histórico, en España, en Cataluña y también en el interior de la Iglesia. Además, se nos presentan las que fueron las luminarias que guiaron su vida: la restauración de todas las cosas en Cristo, la extensión del Reino de Cristo, la devoción eucarística, el camino de la infancia espiritual de Santa Teresita (cuya santuario en Lérida promovió).

La historia de Monseñor Irurita sigue con su llegada a Barcelona, donde vislumbra ya su cercano martirio, el estallido de la guerra, sus días de vida clandestina en casa de la familia Tort hasta el momento en que son detenidos, llevadas a la célebre y terrorífica cheka de San Elías y desde allí, sin que sus asesinos supieran que se trataba del obispo, a la tapia del cementerio de Montcada donde será asesinado por odio a la fe como sacerdote, sin saber sus asesinos que estaban fusilando al obispo de Barcelona.

Tras esta primera parte, nos adentramos en otro libro que, si se me permite la libertad, podríamos calificar como una especie de thriller judicial. Sale a relucir aquí el perfil jurídico de Echave-Sustaeta, prestigioso y veterano abogado, que no admite nada sin pruebas que lo respalden y que tiene muy claro en quien recae la carga de la prueba. Porque quienes no compartían el celo de monseñor Irurita, su programa episcopal, deseosos de impedir su canonización, se han aferrado en ciertos testimonios para oponerse al proceso sobre la base de que el obispo Irurita habría sido reconocido saliendo del palacio episcopal de Barcelona (que había sido incautado y usado como Archivo durante la República) el 28 de enero de 1939, dos días después de la entrada de las tropas nacionales en Barcelona. Como decíamos, entramos aquí en una parte del libro que recuerda a aquellas películas en las que asistimos a un disputado juicio para resolver un crimen. El autor va analizando minuciosamente los testimonios, sus contradicciones, el proceso de identificación del cadáver del obispo Irurita.

El trabajo de Echave-Sustaeta es preciso y va desmontando una a una todas las objeciones… y para rematar saca una prueba demoledora: el informe de ADN mitocondrial que demuestra que los restos inhumados en la catedral de Barcelona, que son los que provienen de la fosa de Montcada donde fue identificado el cadáver de monseñor Irurita por la ropa que vestía en el momento de ser detenido en casa de los Tort (y que presentaba además dos orificios de bala en el cráneo), “corresponden por vía materna a un familiar por vía materna, tal como un hermano biológico, de las señoras Regina y Raimunda Irurita Almándoz, y por tanto, pertenecen con una muy alta probabilidad, superior al 99,9%, al Excmo. y Rvdmo. Mons. Manuel Irurita Almándoz”.

¿Caso cerrado, no? Pues no, hay algunos que se aferran al 0,01% y pretenden que quien está enterrado en la catedral podría ser el sobrino de Mons. Irurita, el también sacerdote D. Marcos Goñi (¡y hasta lo publican en La Vanguardia!). Pero no contaban con que Echave-Sustateta es duro de pelar y no se rinde con facilidad. Resultado: una escrupulosa investigación de los ancestros de ambas personas que se plasman en extensos árboles genealógicos que demuestran, de forma concluyente, que el parentesco entre ambos no es por línea materna. Caso cerrado, ahora sí… a la espera de que la Providencia decida que es momento de confirmar en la fe a los cristianos, especialmente a los de la diócesis en la que mons. Irurita desarrolló su labor episcopal. Porque humanamente, las objeciones han sido desmontadas y sólo persiste la oposición de quienes siguen rechazando el Reinado social de Cristo.

El libro aún nos da una propina en forma de una serie de textos de Francisco Canals, una explicación de lo que fue la familia del mártir, a cargo de Santiago Arellano, una reflexiones históricas que trascienden las fronteras españolas y un repaso a la infancia y juventud de Manuel Irurita.

Magnífico colofón a un libro que me atrevería a decir que es definitivo y que marca un punto de inflexión en el camino de monseñor Irurita a los altares.