Una penosa realidad
Hemos cambiado la verdad por la opinión, la primera no interesa a nadie, la segunda hace que todo el mundo corra detrás de ella.
por Jesús Higueras
Hay cosas que son muy difíciles de entender desde el sentido común. ¿Cómo es posible que el Tribunal Constitucional admita a trámite la posible inconstitucionalidad de la nueva ley del aborto y a la vez no sea capaz de ordenar una suspensión cautelar? ¿Es que olvida que lo que está en juego son cientos de miles de vidas humanas inocentes, de tal modo que si reconociera la incompatibilidad de la nueva ley con la Constitución española, el mismo Tribunal sería responsable de la muerte de estos niños? La penosa realidad del aborto no es una cuestión opinable, pues lo que está en juego es la definición del ser humano y sobre todo quién sí y quién no tiene derecho a vivir en este país. Cuando unos políticos son capaces de erigirse a sí mismos en dioses que deciden implacablemente sobre la vida y el destino de los hombres algo muy grave está ocurriendo. En el fondo hemos cambiado la verdad por la opinión, de tal modo que la primera no interesa a nadie, mientras que la segunda se ha convertido en una tirana que hace que todo el mundo corra detrás de ella para que siga manteniendo la silla a unos pocos que dependen de la opinión de unos muchos a los que hay que convencer de la importancia de su postura. Este es el mayor de los desprecios que se puede infringir a una sociedad que necesita edificarse sobre unos cimientos sólidos y estables, no sobre unos intereses partidistas que buscan la permanencia aunque el precio de la misma sea la vida humana. No aprendemos de la historia ni de los errores de los tiranos que supieron convencer a las masas de la bondad de sus atrocidades. Sólo se oye la voz de la Iglesia y de todos aquellos que desde la conciencia moral no deformada pretenden ser fieles a Dios y al ser humano. Dios y la historia nos juzgarán.
Publicado en ABC
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