Dios no toma vacaciones

Son muchos los que a estas alturas ya tienen planteado su descanso veraniego. Jesucristo no está en crisis, y el descanso que Él ofrece está al alcance de todos los bolsillos. Un gran sacerdote de nuestro tiempo decía que la gran tragedia de nuestra generación no es que se trabaje mucho sino que no sabemos descansar, de tal modo que vamos acumulando tensión interior y el fondo de nuestro ser sigue inquieto y nervioso. El ser humano necesita el descanso, tanto físico como mental y espiritual, pero no tenemos muy claro qué es lo que pone en paz nuestro espíritu, pues nos hemos olvidado de nuestro Creador y lejos de Él, el hombre pierde su verdadera identidad. Por eso, una buena propuesta para este periodo estival sería acercarnos a cualquier casa de espiritualidad en la que se pueda producir un encuentro con Aquel que nos ha dicho «venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré». Son tantos los monasterios, santuarios y lugares de culto donde podemos encontrarnos con Jesús resucitado, vencedor de todos nuestros miedos e inquietudes, que realmente si no lo hacemos es porque en el fondo nos da miedo encontrarnos con nuestra propia verdad y dejar que en esa realidad seamos amados y transformados por el Señor. Pero preferimos el «turismo religioso» en el que visitamos un monumento, admiramos la belleza artística de los lugares sagrados e incluso nos asombramos de unas comunidades monásticas que allí han encontrado la paz verdadera y ofrecen la paz de Cristo al mundo. Nos asombramos y les envidiamos, pues ellos si han encontrado la felicidad verdadera.

Publicado en el ABC