Viernes, 03 de mayo de 2024

Religión en Libertad

Vanidad espiritual


Sólo el que se sabe perdonado tiene la necesidad de perdonar a los demás.

por Jesús Higueras

Opinión

Dos hombres subieron al templo a orar, pero eran completamente diferentes, tanto por fuera como por dentro. El fariseo, de pie y a la vista de todos estaba convencido de su propia bondad y daba gracias a Dios por lo maravilloso que era. El publicano, postrado en el suelo tan sólo pedía perdón por sus pecados.

Esta enseñanza de Jesús nos resulta especialmente útil, pues las personas creyentes y practicantes corremos un gran riesgo: creer que podemos servirnos de Dios para nuestro engrandecimiento personal, de tal modo que lleguemos incluso a despreciar a los que consideramos pecadores o por lo menos alejados de nuestras creencias.

Dios nunca separa a los hombres, el Evangelio nunca puede ser motivo de disputas, de diferencias que nos lleven a separarnos de los demás o a creernos superiores. Si tenemos fe o virtudes siempre es por pura gracia, es decir, por un don de Dios inmerecido del cual no tenemos que enorgullecernos. Todos en el fondo de nuestro ser sabemos que somos muy pobres espiritualmente y que sólo por pura misericordia divina podemos rezar y estar con Dios. Si esto lo olvidamos caeremos en el pecado de la vanidad espiritual, que verdaderamente nos aleja de Dios y de los hombres, pues un cristiano no es nadie para ir dando lecciones a los demás. Nosotros proponemos, no imponemos ni juzgamos a las personas, aunque a veces la fe nos lleve a decir la verdad sobre el hombre y el pecado, tanto personal como social.

Condenamos el pecado, nunca al pecador, pues la intimidad de la conciencia humana sólo es conocida en su totalidad por el Creador. ¡Qué importante es practicar la misericordia! Con los demás y con nosotros mismos, pues necesitamos experimentar primero la misericordia en nuestro corazón, saber que cada día somos perdonados por Dios en innumerables faltas, pecados o defectos que ni siquiera conocemos, pero que los demás tienen que padecer por nuestra causa. No somos los buenos de la «película», sino que muchas veces erramos sin querer o tal vez queriendo. Sólo el que se sabe perdonado tiene la necesidad de perdonar a los demás, practicando la misericordia que Jesús pide.

Publicado en ABC
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